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SITGES 2011 crónica día 2: Michael Biehn, gracias

   

Michael Biehn, gracias

Segundo día de festival: Lobos de Arga;
Intruders; The Victim; The Divide

Por Chema Pamundi

 

<La segunda jornada de Sitges 2011 ha sido un largo homenaje a Michael Biehn, uno de los invitados de esta edición del festival. Para quien no ubique su cara, recordar que Michael Biehn es un actor que desde principios de los ochenta figura por derecho propio en el panteón de mitos de la ciencia-ficción cinematográfica, gracias a pelis como Terminator, Aliens o Abyss (todas de James Cameron), y que luego se ha ido dejando ver puntualmente en obras tan estimables como Tombstone, La Roca, Cherry Falls o Planet Terror. Con los años Biehn ha ido perdiendo su porte de galán de acción para convertirse, a medida que ganaba arrugas, en un actor de carácter de esos que te llenan cualquier pantalla con su afilada tez de hijo de puta peligroso. Un grande, vamos.

   Como digo, hoy era su día en Sitges: no solo se le ha otorgado el premio la Màquina del Temps por el conjunto de su carrera (se ha mostrado extremadamente agradecido, pues según sus propias palabras “la verdad es que a mí no me han dado muchos premios”), sino que además ha presentado dos películas, a cual mejor: The Divide, en la que hace de secundario de lujo, y The Victim, que no solo protagoniza de manera absoluta, sino que también supone su debut como director. Ambas se las reseño por aquí abajo:

 

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Este es Michael Biehn (y qué casualidad, lleva un Venusville en sus manos...)

 

 

Lobos de Arga (Juan Martínez Moreno. España, 2011)

   Pero no adelantemos acontecimientos, que la mañana no ha empezado con Michael Biehn sino con ésta genuina “españolada”. Hablaba en la crónica de ayer de lo agradable que resulta toparse de vez en cuando con un título sorpresa que no tenías localizado en el radar (o que a priori no te decía nada); y desde luego, sorpresa ha sido que una comedia española de hombres lobo haya acabado figurando entre lo más destacable del día. Lobos de Arga picotea en la astracanada costumbrista de Berlanga, en las comedias de Abbot y Costello, en los cuentos clásicos de terror gótico e incluso en los casposos terrores ibéricos de Paul Naschy. Y de todos esos registros sabe sacar los mejores ingredientes, confeccionando un gazpacho fílmico que, por extraño que parezca, funciona.

   Venga, voy con un poquito de sinopsis: Tomás, un joven escritor (una vez publicó un libro que no leyó nadie), vuelve a su Arga natal, un pueblucho aislado en los montes gallegos, para recibir el homenaje de los vecinos, que han decidido nombrarle hijo pródigo (es lo más cercano que han tenido nunca a una celebridad). Sin embargo, una vez allí el pobre tipo se verá metido en un hilarante berenjenal a base de maldiciones licantrópicas y lugareños psicópatas.

 

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"Ya te dije que si le poníamos el DVD de Four Rooms no habría manera"

 

   Lejos de ser una deslabazada sucesión de sketches en la onda de Spanish Movie, Lobos de Arga sabe insertar sus gags (algunos realmente divertidos) en una trama interesante, bien desarrollada y mejor resuelta (y esto es importante, porque muchas de estas comedias suelen perder fuelle en el último tramo, o no acaban de estar bien cerradas). Además, la película se beneficia de un elenco de actores principalmente televisivos (y esto era quizás lo que más pereza me daba antes de entrar a verla), como Gorka Otxoa, Carlos Areces o Secun de la Rosa, que saben ser graciosos sin caer en lo cargante.

   Resumiendo, Lobos de Arga entretiene, divierte, e incluso te arranca tres o cuatro carcajadas descontroladas (hay una escena a vueltas con la amputación de un dedo, en la que he explotado de risa). No se le puede pedir más. Quizás el diseño de los hombres lobo sea mejorable (parecen Furbys gigantes con colmillos postizos), pero sinceramente eso es lo de menos. Yo me lo he pasado fetén.

 

 

Intruders (Juan Carlos Fresnadillo. España, 2011)

   Tras la inesperada diversión de Lobos de Arga, un ladrillo igualmente inesperado. A ver, tampoco es que el flojo tráiler de Intruders invitase precisamente al optimismo, pero la película ha acabado por revelarse como incluso peor de lo que preveíamos algunos. Narrativamente Intruders trata de aportar cierta originalidad, al ir saltando todo el rato entre dos tramas paralelas: de un lado, en Inglaterra tenemos a Clive Owen, cuya hija está empeñada en que hay algún tipo de presencia sobrenatural habitando en su dormitorio. Del otro lado, en España un niño y su madre (Pilar López de Ayala) son acosados noche tras noche por una suerte de violento fantasmón encapuchado. Evidentemente, no hace falta ser muy zorro para deducir que ambas tramas acabarán por converger en la (teóricamente impactante) revelación final de la película.

   Pero no, Intruders no tira. Fresnadillo y su equipo de guionistas han intentado apuntar a demasiados blancos (la película quiere ser un estudio sobre el miedo, una actualización del mito del monstruo en el armario, una reflexión sobre los traumas de infancia mal curados...), y no han acabado de acertar el tiro con ninguno de ellos. Me resultaría fácil acusar a Intruders de acumular trampas de guión a cascoporro, de tener unos efectos visuales pobretones (y si los menciono es solo porque las escenas "de susto" se apoyan por completo en ellos), o de verse visualmente lastrada por una puesta en escena neutra e impersonal, pero voy a ser bastante más prosaico y directo que todo eso: el verdadero problema de Intruders es que aburre hasta a las ovejas.

 

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"Vámonos cari, sabemos cuando sobramos"

 

   Ojo, no estamos ni mucho menos ante una película horrorosa, pero su historia nunca engancha, no empatizas con los protagonistas (con lo cual no sufres por ellos), y te la trae al pairo la rocambolesca explicación final a sus misterios argumentales. Clive Owen hace lo que puede como padre coraje más o menos carismático (Pilar López de Ayala tampoco sale mal parada), pero Carice van Houten (que interpreta a la esposa de Owen) parece totalmente desaprovechada: se limita a estar presente poniendo mohines de preocupación, y de vez en cuando a despertarse sobresaltada al oír un ruido en medio de la noche.

   Ni siquiera la dirección de Juan Carlos Fresnadillo, un narrador visual por lo general bastante destacable (tanto Intacto como 28 semanas después son películas de marcada personalidad), consigue superar el aprobado raspado: ni sabe dar miedo, ni provoca tensión, ni compone una sola secuencia para el recuerdo (no, espera, miento; está la escena de Héctor Alterio, que sale apenas cinco minutos en pantalla y como de costumbre se come vivo al resto del reparto). Lo siento, pero si he de ser honesto conmigo mismo y con quien lea esto, no me queda otro remedio que decirlo: un coñazo de aquí te espero.

 

 

The Victim (Michael Biehn. E.U.A., 2011)

   Pues vayamos, ahora sí, con el bueno de Michael Biehn. Sin nada que hacer entre la una y las seis de la tarde (o eso creía yo, porque en el Auditori han programado a traición Scabbard Samurai, sin anunciarlo en la parrilla de prensa; bueno, tampoco tenía yo hoy el cuerpo para comedias familiares japonesas…), he aprovechado para comer sentado (un placer poco común durante el Festival), y estrenar mi presencia en la sala de visionados.

   La sala de visionados (lo explico para quien no lo sepa) es una especie de videoteca en la que puedes pedir los DVD de buena parte de las películas del Festival (no las tienen todas, pero casi), y verlos en uno de los aparatos de TV que hay instalados allí para ese menester. No sé si los demás medios frecuentan mucho este lugar, pero desde luego a mí me resulta una herramienta de lo más útil para completar día a día lo que se me va cayendo de la parrilla.

   Total, que me persono allí y me meto entre pecho y espalda The Victim, el psicotrónico estreno tras la cámara de Michael Biehn, que solo se programa en una maratón a la una de esta madrugada (un horario fuera de mi alcance, como comprenderán). ¿Y de qué va The Victim? Pues de dos bailarinas de puticlub que se enrollan con un par de policías corruptos; una de ellas es asesinada, mientras que la otra consigue huir y se refugia en la cabaña de un huraño tipo (Biehn, protagonista de la cinta además de haberla escrito y dirigido), que vive aislado en medio del bosque y que aceptará ayudar a la joven a escapar de los dos polis, quienes no quieren dejar vivo a ningún testigo de sus fechorías.

 

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"¡Cu-cu! ¿Quién soy?"

 

   Vi no hace mucho en internet una entrevista con Michael Biehn, en la que hablaba de su debut como director exudando la misma alegría que un niño con un Scalextric nuevo. Y no era solo que el hombre estuviera feliz por poder dirigir su primera película, sino que lo estaba por haber dirigido EXACTAMENTE la película que quería hacer (al parecer, quien le convenció de lanzarse a la piscina fue su amigo Robert Rodriguez, que durante el rodaje de Planet Terror le soltó algo del estilo de "no me cuentes que tienes una idea para hacer una película. Si quieres hacerla, deja de hablar y hazla, no busques excusas; simplemente escríbela y fílmala, es así de simple". Y Michael se arremangó, y la hizo.

   Toda esa ilusión, ese cariño por el proyecto, se nota en cada uno de los planos de The Victim, que por lo demás no es (ni pretende ser) otra cosa que una pieza "grindhouse" de manual. Y lo consigue, y lo hace bien, de manera muy sencilla pero notablemente efectiva. The Victim, que nadie se confunda, no es una autoparodia del género como lo era Machete, sino una obra genuina que se circunscribe de manera voluntaria dentro de los límites del cine exploitation más puro (violencia rozando en lo sádico, desnudos femeninos gratuitos, tíos muy machos y diálogos muy baratos).

   The Victim es una película de bajísimo presupuesto, rodada y producida entre amiguetes (el director agradece ese esfuerzo homenajeando en los créditos a todo el equipo, desde el director de fotografía hasta la última maquilladora). Michael Biehn tardó tres semanas en escribir el guión y apenas un mes en filmarla, aportando una energía de “do it yourself” que se ha traspasado a la pantalla y le ha dado al producto una agradable frescura. Ya, claro, no es Christopher Nolan… pero va que se estrella.

 

 

The Divide (Xavier Gens. Alemania-E.U.A-Canadá, 2011)

   Tras el visionado de The Victim hago tiempo en el hall del hotel escribiendo parte de esta crónica (enfrente mío Daniel Bruhl fuma como un carretero; veo pasar a Bigas Luna con una trolley; y al fondo, se oye a Carlos Pumares quejarse de algo en su permanente estado de cabreo con el mundo). A las seis de la tarde me meto de vuelta en el Auditori para ver la última del día: The Divide, film de ciencia-ficción post-holocáustico (el primero de muchos de dicha temática que se proyectarán durante esta edición del Festival).

   Del director Xavier Gens ya había visto un par de ediciones atrás Frontier(s), esquizofrénico y extremo ejercicio de torture porn (los franceses llevan unos cuantos años convertidos en la cinematografía más bestia del planeta), que me recordó a mil películas anteriores y no me gustó demasiado (incluso mantuve cierto rifi-rafe al respecto con el director durante la rueda de prensa). Por tanto, ni yo mismo doy crédito al verme obligado a reconocer que The Divide es, de largo, lo puto mejor que se ha proyectado en los dos primeros días de festival.

   ¿Fue Cecil B. DeMille quien dijo aquello de “empieza tu película con un terremoto, y de ahí ve para arriba”? No me acuerdo, pero en todo caso así es ni más ni menos como se pone en marcha The Divide. La cosa va de que se desata el fin del mundo (una verbena nuclear total, provocada por no se sabe quién), y varios vecinos de un edificio se ponen a cubierto en un refugio atómico situado en el subsuelo del inmueble. El aislamiento total y la paulatina falta de víveres irán haciendo mella en el grupo, que poco a poco se polariza y deshumaniza hasta unos niveles que ríete tú de los concursantes de Gran Hermano cuando fallan la prueba semanal (y se quedan sin presupuesto para comprar Cola-Cao).

 

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"No por favor, una retrospectiva de Gran Hermano presentada por Mercedes Milá, no"

 

   El problema que tenía Frontiere(s), aparte de plagiar con muy poca vergüenza y bastante mala folla a Las colinas tienen ojos, Hostel y The Descent (entre una larga lista), es que carecía de pausa, era una película sin paciencia. The Divide, por suerte, es todo lo contrario. Gens parece haberse dado cuenta de que menos es más, de que la paulatina acumulación de tensión es un proceso necesario para implicar emocionalmente al espectador.

   No es que la película explore territorios demasiado novedosos, pero tiene la contundencia de un martillo pilón, despliega una puesta en escena que es la economía de medios hecha talento (el director dice que los decorados se crearon en una semana; me cuesta creerlo), y goza de un casting de actores simplemente inmejorable, en el que aparte de Michael Biehn (un no-villano sensacional) destacan Milo Ventimiglia (el Peter Petrelli de la serie Heroes, aquí en un papel muy poco heróico), Rosanna Arquette (verla degenerar de madre responsable a insaciable putón es un espectáculo en sí mismo), y sobre todo Michael Eklund, que roba cada plano en el que aparece.

   The Divide es un estudio sobre la vileza del carácter humano, camuflado de película de horror survivalista. Es como El señor de las moscas con adultos psicópatas, o como aquella viñeta del cómic “Maus” en la que el protagonista le decía a su nieto “¿Tus amigos? ¡Enciérralos juntos en una habitación sin comida durante una semana, y entonces entenderás lo que son los amigos!” Pues eso. El horror no es el apocalipsis nuclear. El horror es lo que nos haremos los unos a los otros si logramos sobrevivir al apocalipsis nuclear.

   Y con esto listos por hoy. Nasnoches a todos, y nos leemos de nuevo mañana./>

 

 

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Primer día de festival: Eva; Inteligencia
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Por Chema Pamundi


 

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