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SITGES 2012 crónica día 6: Gritos y susurros

   

Gritos y susurros

6º día de festival: Chained; Cosmopolis;
Juego de niños; Berberian Sound Studio

Por Chema Pamundi

 

<Este año me lo estoy montando fetén, y no sé exactamente por qué. He visto casi las mismas películas que el año pasado (24, solo dos menos de las que llevaba entonces a estas alturas), pero voy mucho más descansado y tengo tiempo para casi todo (comer, escribir entre sesiones, e incluso hacer micro-siestas en los sofás del Hotel Melià). Hoy por ejemplo me he saltado el ladrillazo de The Wall (una señora, un perro y una vaca que se quedan aislados por una barrera invisible en medio del campo, rollo El ángel exterminador pero sin gracia y en alemán; me cuentan que a los 20 minutos de proyección había carreras para escapar de la sala), y he decidido pegarme un segundo desayuno estilo Hobbit en la panadería-cafetería Blanca Subur, mi local fetiche de Sitges, un rinconcillo bastante escondido al que intento ir dos o tres veces durante el festival. Se está la mar de tranquilo y hacen una coca de piñones que me provoca experiencias marianas. Qué bien me lo paso, coño.

   Lo de The Wall hubiera supuesto la puntilla en una jornada que cinematográficamente hablando ha sido con diferencia la más floja del festival hasta el momento. Que una majarada como Berberian Sound Studio sea lo único rescatable del día ya lo dice todo:

 

 

Chained (Jennifer Lynch. Canadá, 2012)

> CHAINED web del festival

   ¿Cómo puede llevarse tan bien una película durante cien minutos, y estropearse por completo en solo 10? El caso de Chained sería un buen sujeto de estudio en cualquier taller de escritura de guión. El adjetivo que mejor define esos diez minutos es "embarazosos". Surveillance, anterior película de “la hija de David Lynch”, era un correcto thriller policiaco que conseguía subir la nota media por lo singular y bien trenzado de su sorprendente final. Chained, al contrario, es una buena película que se va al carajo por encasquetarle un cierre sorpresa completamente postizo y chusco (en defensa de la directora, decir que Chained es una película de encargo, y que ya se la ofrecieron con ese final).

   Chained se abre con mucha potencia: tras haber pasado una tarde en el cine, Sarah (Julia Ormond) y su hijo de 9 años (Evan Bird) son secuestrados por el taxista que les ha recogido. Dicho taxista (Vincent D`Onofrio), es en realidad un violador y asesino en serie de mujeres, que se los llevará a ambos a su casa en medio de la nada, matará a la madre y "se quedará" con el niño, encadenándolo y usándolo como esclavo para que le haga las tareas del hogar, que incluyen cocinar, fregar los platos y limpiar la sangre de las nuevas víctimas a las que vaya trayendo. Esta situación se alargará durante diez años, y los confines de la casa se convertirán en los límites del mundo conocido por el muchacho (que al crecer pasa a estar interpretado por Eamon Farren).

 

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"Si no me obedeces te pondré La celda paea que veas lo malo que soy"

 

   Quizás porque está dirigida por una mujer, Chained trata la violencia contra el sexo femenino con bastante más pulcritud que la mayoría de thrillers de psicópatas que se estrenan hoy en día. Jennifer Lynch prefiere centrar su mirada en los "juegos mentales" entre el asesino y su prisionero, en su relación amo/esclavo y en cómo ésta va evolucionando con el paso de los años. Es una mirada interesante y la directora la ejecuta bien, sin efectismos, ayudada por un Vincent D`Onofrio que sostiene la mayor parte del peso dramático con gran aplomo. Chained es una película sin punto de vista (o sea, no está específicamente rodada desde la perspectiva de la víctima ni del asesino), y para que eso funcione hace falta un actor que dé profundidad al personaje de psicópata, pero que al mismo tiempo sepa distanciarnos de él.

   Tiene que producirnos interés y perplejidad, pero no fascinación, porque entonces la equidistancia se perdería. Es un planteamiento radicalmente distinto al de por ejemplo Funny Games, que está contada desde la piel de las víctimas, o al del remake de Maniac (visto en este mismo festival), que se decanta por la figura del asesino y pide hasta cierto punto que nos pongamos de su lado. Los tres planteamientos son igual de válidos si se ejecutan correctamente. Chained lo logra durante un buen rato, pero acaba descarrilando con estrépito. Casi hubiera sido mejor que la película fuese mala desde el principio, y así nos hubiéramos ahorrado el amargo sabor de la decepción por estropear conscientemente algo que estaba funcionando. 

 

 
Sentencia Quaid:
Congelada en carbonita

 

 

Cosmopolis (David Cronenberg. Canadá, 2012)

> COSMOPOLIS web del festival

   No he leído la novela “Cosmopolis”, de Don DeLillo. De hecho, no he leído absolutamente nada de Don DeLillo. Pero si alguien espera que la adaptación cinematográfica que nos ocupa sirva de acicate para que me acerque a la obra de ese escritor, está de cachondeo. ¿De qué va Cosmopolis? No lo tengo muy claro. Entre cabezada y cabezada me ha parecido entender que Robert Pattinson interpreta a un billonario amargado con su vida, que se quiere ir al barbero montado en su limusina, un día en que el tráfico de la ciudad está colapsado por la visita del presidente americano, el funeral de un popular músico, y varias manifestaciones antisistema.

   El protagonista utiliza la mencionada limusina como oficina rodante, y a lo largo de la película va teniendo allí conversaciones con diferentes personajes a cual más pintoresco. Le hacen un tracto rectal (tiene la próstata asimétrica, le dice el médico). Se folla a Juliette Binoche (David Cronenberg, eso sí, sigue siendo el director en activo que filma los polvos más arrebatados y originales; solo hay que recordar películas como Crash, Inseparables o Una historia de violencia). Juega en bolsa contra el Yen y pierde una pasta gansa. Alguien quiere matarle. A la media hora de metraje yo ya me había puesto de parte del asesino, y estaba deseando que actuase cuanto antes para que acabara de una vez esa puñetera tortura.

 

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"Esto es como el taxi de Willy Montesinos en Mujeres al borde... pero en versión limusina"

 

   ¿Qué corcho intenta contarnos Cronenberg en Cosmopolis? ¿Que el mundo post-crisis financiera es un lugar muy jodido? Gracias, ya estábamos al corriente. ¿Qué el dinero no lo es todo? Sí, lo leí el otro día en una galletita de la fortuna. Lo peor de Cosmopolis no obstante no es que su mensaje sea tópico o tontaina, sino que Cronenberg lo transmite de una manera aburridísima, mediante personajes que se sermonean mutuamente en una sucesión de agónicas escenas de diálogos que dan cincuenta mil vueltas sobre lo mismo sin llegar a ninguna parte, con un lenguaje tan obstruso y pedante que cualquier reflexión filosófica que pudieran dejar caer se pierde en el éter sin hacer la menor mella en el espectador. Pattinson no lo hace mal, principalmente porque su papel se limita a poner cara de estatua de sal durante dos horas y recitar parrafadas que rozan el trabalenguas. La palabra “coñazo” se inventó para definir películas como ésta. Cómo te pasas, David Cronenberg.

 

 
Sentencia Quaid:
Condenada a alforfones

 

 

Juego de niños (Makinov. México, 2012)

> JUEGO DE NIÑOS web del festival

   Durante décadas me extrañó que Hollywood no llevara a cabo un remake de la opus magna española de Chicho Ibáñez Serrador ¿Quien puede matar a un niño? En su día la película causó cierto ruido en el circuito de festivales, y su trama siempre me pareció plenamente exportable. Ahora por fin, casi 40 años después de su estreno, son los mexicanos quienes se atreven a recontar esta historia, que trata sobre una pareja de turistas encerrados en una isla a la que le ha salido un brote de chiquitines que asesinan a todo adulto que se les pone a mano. La ha dirigido un tal Makinov, un auténtico morning-singer que va a todas partes con la cara tapada por una máscara de tela roja (dicen que incluso dirige los rodajes de esa guisa), y que en los créditos finales dedica la película ni más ni menos que a “los mártires de Stalingrado”. O sea, lo que se dice un tontolaba. Pero hay que reconocer que el tío sabe cómo mover una cámara.

   Juego de niños (Come Out and Play) calca el desarrollo, los personajes y el look de ¿Quien puede matar a un niño? (las localizaciones son tan buenas como las de la peli del 76), salvo por un par de detalles. No obstante, son dos detalles muy importantes: el primero es que han desaparecido los reivindicativos títulos de crédito de la película original (se entremezclaban con fragmentos de noticias reales sobre masacres que habían afectado sobre todo a los niños). El segundo es que la violencia de esta nueva versión es más gráfica, pues los críos realmente utilizan los cadáveres de sus víctimas como meros juguetes (en la versión de Ibáñez Serrador esto solo se apuntaba en la escalofriante escena de la piñata humana con el viejo, pero en la nueva versión hay de todo, desde una cría que se hace un collar de orejas y dedos, hasta un zagal que pasea una cabeza atada a una cuerda como si fuera un perrito).

 

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"Vámonos antes de que Chicho se ponga de moda y les dé por resucitar el `Un, dos, tres`"

 

   El primero de esos dos cambios (el de los créditos) descontextualiza la película, le quita su componente de parábola social. El segundo cambio (la mayor dosis de gore) rebaja la sensación de otredad que producen los críos, pues ya no son un enigmático ejército vengador (muchos adultos veían ¿Quien puede matar a un niño? en plan “es que los adultos nos lo tenemos merecido”), sino una horda de puros y simples psicópatas que están como una puta cabra. O sea, que todo ha quedado reducido a un mero cuento de terror sin subtexto de ninguna clase.

   Y como mero cuento de terror, Juego de niños (Come Out and Play) no está mal pero llega un poco tarde. El tema de los niños asesinos se ha explotado en el cine del derecho y del revés (no voy a ponerme a citar títulos porque no acabaríamos), y a estas alturas la impresión que causa ya es relativa salvo que sepa aportar algo nuevo (va, sí que pondré un ejemplo reciente: Home Movie). Aún así la película merece existir aunque solo sea para acercar esta historia a las generaciones de aficionados al terror que no han tenido acceso a la cinta original, difícil de encontrar en DVD y casi imposible de ver en celuloide (la mayoría de copias que quedan están en muy mal estado; y en España lo de remasterizar digitalmente nuestro legado cinematográfico parece que no es una prioridad).

 

 
Sentencia Quaid:
Dos Caras Harvey

 

 

Berberian Sound Studio (Peter Strickland. Reino Unido, 2012)

> BERBERIAN SOUND STUDIO web del festival

   Hay películas que nacen para ser entendidas, y otras que nacen para ser simplemente experimentadas. Berberian Sound Studio es de las segundas. El hecho de que su trama mezcle realidad y ensoñación sin dar al espectador pautas lógicas a las que agarrarse, o que se cierre con un no-final que no resuelve nada, no significa que el recorrido de dos horas que te propone no cruce por paisajes acojonantes. En mi opinión, hay que verla con la misma actitud que se tiene ante Un perro andaluz o Carretera perdida (“Ah, ¿qué ahora hay un tío que se llama por teléfono a sí mismo? Sí hombre sí, tira millas”). Solo así es posible disfrutar de una película cuya narrativa se va desintegrando progresivamente a medida que avanza, hasta que la pantalla explota literalmente en una descarga de luz.

   De todos modos, algo habrá que contar sobre la sinopsis, ¿no? Pues probemos: estamos en 1976, y nuestro protagonista es un tal Gilderoy, un apocado y tranquilo ingeniero de sonido de cine y televisión inglés, acostumbrado a trabajar en pastoriles documentales de naturaleza y viajes. Gilderoy es contratado por el cutrecillo estudio italiano del título para mezclar el sonido de su última película, “The Equestrian Vortex”. Gilderoy cree que se trata de un tranquilo film sobre caballos, pero cuál será su sorpresa al descubrir que en realidad es una película de terror giallo. Los días y días generando sonidos de decapitaciones, cuchilladas y señoras gritando a pleno pulmón, unido a las agotadoras sesiones de trabajo y al hecho de que se ronean con él a la hora de pagarle, irán minando primero su paciencia y más tarde su cordura.

 

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"No se emocione señora, que ni esto es Impacto ni yo soy John Travolta"

 

   Desde un punto de vista puramente estético, Berberian Sound Studio es un lujazo, que mezcla una puesta en escena ajustadísima con una paleta de colores que es puro Dario Argento, y un montaje de lo más ocurrente teniendo en cuenta que lo que estamos viendo casi todo el rato es a un señor tocando botones en una mesa de mezclas, a otro aporreando un melón para simular el ruido de una cabeza al partirse, y a una tía chillando en una cabina de sonido.

   Lo otro, la trama, es imposible de definir. Empieza guardando cierta coherencia, con ecos evidentes de Barton Fink (el creador atrapado en un proyecto en el que no cree), o de El castillo de Kafka, pero poco a poco se va volviendo abstracta, lamiendo los márgenes del fantástico más surrealista y esotérico (tiene una escena en la que el prota se despierta a sí mismo y ve en la sala de proyección una película sobre lo que le está pasando en ese mismo momento, que es puro dadaísmo). La única boya a la que el espectador puede agarrarse es la interpretación de Tobi Jones en el papel protagonista. Jones, un actor siempre descomunal, sabe sacar en esta ocasión el mejor partido a su habitual cara de despiste y sus ojos caídos de sabueso tristón.

   Cada espectador debe decidir cómo quiere componer las piezas del puzzle que es Berberian Sound Studio (la otra opción es no entrar en el juego y aburrirse como un muerto). Yo al final creo que me ha gustado. O quizás es que no quiero pasar por tonto. O simplemente que me gusta dar por culo. Nunca lo sabréis, ¡Waaa-ha-ha-haaaa! (risa demente)./>

 

 
Sentencia Quaid:
Copas de yate

 

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