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SITGES 2012 crónica día 9: Zombies bajo la lluvia

   

Zombies bajo la lluvia

9º día de festival: Ahí va El Diablo; Hotel
Transilvania; Seven Psychopaths; V/H/S

Por Chema Pamundi

 

<Dicen que uno de los mejores estudios que se han escrito sobre Salinger es “En busca de J.D. Salinger”, de Ian Hamilton. Hamilton no logró escribir la biografía que pretendía sobre el autor de “El guardián entre el centeno” (que entorpeció el proceso todo lo que pudo, llegando a llevarlo a los tribunales), y la acabó convirtiendo en un libro si cabe más interesante sobre la imposibilidad de escribir la susodicha biografía. A ver si yo consigo lo mismo con esta introducción, porque se suponía que tenía que versar sobre la Zombie Walk, pero a última hora la han suspendido (para un año que me quedo a verla, tócate las narices).

   La Zombie Walk es un colorista desfile de fans que recorren el pueblo disfrazados de muertos vivientes, y con los años se ha convertido en la actividad paralela más popular del festival. La organización propone el trazado por el que pasará la comitiva, y en las horas previas establece un punto gratuito de maquillaje, donde diversos voluntarios te pintarrajean la cara y te echan talco por encima para que parezcas recién no-muerto. Además, al final del recorrido suele haber una fiesta con música en directo. Si estás por Sitges ese día y no tienes películas que ver a partir de las ocho de la tarde, no hay excusa para saltárselo.

 

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Zombies de la Zombie Walk dirigiéndose a por paraguas

 

   Lamentablemente, durante todo el día de hoy han descargado lluvias torrenciales en Sitges, casi sin pausa. La cosa pintaba mal ya desde el mediodía, porque los accesos del Auditori estaban tan anegados que no se podía entrar ni salir sin empaparte los pies hasta los tobillos (a mí se me ha ocurrido hacer la gracia de bajar al pueblo a tomarme un té, y he acabado pasando la tarde en los lavabos del hotel Melià, escurriendo los calcetines bajo el secamanos). Poco a poco el hall del Melià se ha ido llenando con “zombie walkers” que entraban a guarecerse del tormentón. El lugar ha acabado convertido en un improvisado campo de refugiados para docenas de personas, que se acurrucaban en los sofás como pollos mojados, con todo el maquillaje de zombi corrido. Más que muertos vivientes parecían payasos tristes.

   Hacia las 9 de la noche, la organización ha decidido suspender definitivamente el evento, y aprovechando que el temporal amainaba un poco me he acercado al pueblo a ver el paisaje tras la batalla. Desolador. Lo más parecido que he visto a una Zombie Walk ha sido un constante desfilar de pequeños grupos de zombies con paraguas por la calle del Pecat, lo cual me ha parecido una contradicción visual de lo más pintoresca, casi metafísica: no hay nada que defina mejor la desintegración de la civilización que un zombie, y no hay nada más civilizado que un paraguas.

   En general, ha sido un esperpento adecuadamente apocalíptico para una edición del festival cuyo leit motiv es el fin del mundo. No podría haberles quedado mejor ni hecho expresamente.

   Películas, please:

 

 

Ahí va El Diablo (Adrián García Bogliano. México, 2012)

> AHÍ VA EL DIABLO web del festival

   A veces en el festival de Sitges uno cree estar esquivando una bala y se pasa de listo. Verbigracia: me he saltado el pase de la producción catalana El bosc a las ocho de la mañana en el Auditori, para irme al Retiro a ver a esa misma hora el filme mejicano Ahí va El Diablo, que prometía terror psicológico con niños endemoniados y ha resultado ser un subproducto cutre a más no poder, y deficiente en todos los aspectos dramáticos que quepa imaginar.

   La historia va de dos hermanitos (niño y niña) de entre 9 y 12 años más o menos, que desaparecen durante un día entero en unas cuevas. Cuando finalmente vuelven a casa sus padres notan que los críos empiezan a hacer cosas raras (y no hablo de fumar a escondidas o escuchar música emo, sino de poner los ojos en blanco y levitar tres palmos sobre el nivel del suelo). La madre se huele la tostada y se pone a investigar (yo no sé qué pasa en las pelis de niños cabrones, que el padre siempre es un tontolaba que está en la parra sin enterarse de nada hasta que empiezan a haber muertos). Evidentemente, el asunto acaba en drama.

 

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"Ni diablos ni porras... esta maría, que es la monda"

 

   Si a Ahí va El Diablo le cortaran 70 minutos de inanes diálogos explicativos y una innecesaria escena de masturbación en un coche, el cuarto de hora restante daría para una mala copia de un episodio flojo de The Twilight Zone. Poco más se puede decir de una película fea y mala de cojones, que no tiene los mínimos de calidad exigibles para ocupar una franja de sección oficial en el Retiro, y en vez de eso debería haber sido ubicada en el “desgüace” del Brigadoon. Por supuesto, el karma se ha tomado cumplida venganza conmigo: al volver al Auditori me han dicho que El bosc era la monda lironda. Me lo tengo bien merecido, por gracioso.

 

 
Sentencia Quaid:
Condenada a alforfones

 

 

Hotel Transilvania (Genndy Tartakovsky. E.U.A., 2012)

> HOTEL TRANSILVANIA web del festival

   El conde Drácula ha convertido su castillo en un exitoso hotel de lujo para monstruos, un lugar en el que momias, vampiros, licántropos y demás criaturas de la noche puedan disfrutar de sus vacaciones, seguros y a salvo de los malvados humanos (unos violentos intolerantes, que en cuanto ven un monstruo quieren pegarle fuego o clavarle una estaca). La vida del conde empezará a complicarse cuando su hija Mavis, a punto de cumplir 118 años (el equivalente vampírico a la mayoría de edad, por lo que se ve), insista en largarse de casa de papá a conocer el mundo exterior (“quiero relacionarme con gente de mi edad”, le dice). Y el lío ya será tremendo con la llegada accidental al hotel de un humano, un joven mochilero del que la chavala queda prendada al instante.

   Genndy Tartakovsky es el creador de maravillas de la animación televisiva como Las guerras clon, El laboratorio de Dexter o (mi favorita) Samurai Jack. Por eso escuece especialmente que su debut en el largometraje de animación sea una tontuna tan ramplona y falta de carisma como este Hotel Transilvania en 3D. Y no es porque Tartakovsky haya dado a su película una estructura de sitcom de enredo, ni porque haya decidido dirigirla a un público muy joven. Hay sitcoms muy buenas y películas para niños pequeños muy buenas. Pero Hotel Transilvania no es ni una cosa ni otra. Sus referentes están muy claros: cosas como Monstruos contra Alienígenas, Abbott y Costello contra los fantasmas, Los Munsters, La familia Addams o Mad Monster Party (una olvidada película de marionetas de los sesenta). Sin embargo, el resultado final es decepcionante.

 

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"Es que Christina Ricci no me gusta, prefiero inspirarme en Yvonne De Carlo"

 

   Para empezar, el diseño de personajes no convence. Parece simplón, carente de imaginación y desaprovechado, teniendo en cuenta que podía jugar con toda la pléyade de monstruos clásicos que ha dado el cine de terror, desde zombies hasta brujas, pasando por Frankenstein (y señora), la criatura de la Laguna Negra, Quasimodo, la momia, etc. Da la sensación de que los sencillos esbozos de Tartakovsky, que tan bien quedan en sus series televisivas de línea clara, pierden buena parte de su fuerza al trasplantarse a la mayor complejidad y nivel de detalle que exige una producción de cine por ordenador.

   De todos modos, lo realmente grave de Hotel Transilvania es lo plano que resulta su guión, y la poca gracia que tienen muchos de sus chistes. Pixar ya ha demostrado sobradas veces que se pueden hacer películas infantiles que trasciendan la barrera del mero entretenimiento de consumo para ser algo más, ser simplemente buen cine con independencia de la franja de edad a la que van dirigidas (¿se estrenaron en el 2008 muchos largometrajes mejores que Wall-E? No lo creo). Pero no, Hotel Transilvania prefiere la inmediatez de las comedias estilo Dreamworks (Ice Age, Madagascar y compañía), pobladas por un humor facilón (el chiste de pedos, que no falte) y tramas que son pura gaseosa.

   Salvo por alguna que otra referencia simpática (hay un buen gag sobre Crepúsculo), y una innegable perfección técnica, la cosa no remonta. Desde luego, entre la mediocre ñoñería de Hotel Transilvania y el gamberrismo inteligente de El alucinante mundo de Norman, que pudimos ver hace dos o tres días, no hay color.

 

 
Sentencia Quaid:
Congelada en carbonita

 

 

Seven Psycopaths (Martin McDonaugh. E.U.A., 2012)

> SEVEN PSYCOPATHS web del festival

   Desde luego, en este Sitges 2012 nos estamos hinchando a ver películas que mezclan realidad y ficción, que se tiran de cabeza al surrealismo y nadan en él sin problemas (Wrong, Holy Motors, Berberian Sound Studio…). El tiempo dirá si es mera casualidad, o si supone el inicio de una nueva tendencia en un modo de expresión artística cuyos formatos narrativos más estándar parecen dar síntomas de agotamiento creativo.

   ¿Qué coño trata de contarnos Seven Psychopaths? No tengo ni pajolera idea, pero sí que puedo decir que me lo pasé bomba tratando de descubrirlo. La sinopsis de la película se resume diciendo que va sobre Marty (Collin Farrell), un guionista de Hollywood con tendencia al alcoholismo que está recopilando notas para escribir una película llamada “Seven Psychopaths (Siete psicópatas)”. El tipo anda algo bloqueado, porque no quiere que sea la típica peli violenta y sin alma sino una historia sobre paz y amor universal. Por suerte tiene a un amigo, Billy (Sam Rockwell), con la cabeza llena de buenas ideas sobre la personalidad que podrían tener los siete asesinos del título. La coña es que Billy no se los inventa, sino que los describe a partir de auténticos asesinos a los que conoce (o algo así). De hecho, él mismo es uno de dichos asesinos (o algo así). Cuando los siete psicópatas empiecen a interactuar con Marty y Billy, a vueltas con el secuestro del perrito de uno de ellos (Charlie, un desalmado gangster interpretado por Woody Harrelson), realidad y ficción empezarán a confundirse e invadir la una el terreno de la otra, dando lugar a una meta-trama de lo más delirante.

 

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"No fardéis tanto de Daredevil y Batman vuelve que yo también he salido en Iron Man 2"

 

   La película está dirigida por Martin McDonagh, tras su debut en 2008 con la estupenda Escondidos en Brujas. No creo que Seven Psychopaths sea exactamente un paso adelante ni un paso atrás en su filmografía, sino más bien un “paso hacia un lado”, una gamberrada sobre la ficción dentro de la ficción, que deconstruye los arquetipos y clichés del cine negro hasta dar lugar a una de las películas de asesinos más extrañas y originales que recuerdo. Es como si la hubieran escrito mano a mano entre Tarantino y David Mamet, completamente drogados.

   La trama de Seven Psychopaths no es precisamente fácil de seguir (supongo que esa era la intención), ni puñetera falta que hace: acumula suficientes situaciones divertidas, diálogos con punch y giros argumentales como para mantener entretenido a cualquiera. También tiene a siete personajes muy bien escritos, con personalidad y aristas. A uno de ellos lo interpreta Christopher Walken. Y con eso está todo dicho, en realidad.

 

 
Sentencia Quaid:
Copas de yate

 

 

V/H/S (varios autores. E.U.A., 2011)

> V/H/S web del festival

   V/H/S aúna dos tipos de película de terror que rara vez suelen dar resultados por encima del aprobado: el falso documental a partir de "material encontrado" (ya saben, los protagonistas desaparecieron en extrañas circunstancias y alguien ha encontrado las cintas donde lo grabaron todo), y la antología de historias cortas. Para añadir aún más caos y falta de cohesión al asunto, cada historia ha sido realizada por un director distinto, entre ellos dos “gurús" del cine de terror indie como Ti West (el de House of the Devil, película que ya he recomendado más de una vez) y Adam Wingard (que hace un par de años dirigió una curiosa mezcla de psychokiller y drama de pareja titulado A Horrible Way to Die). Y hay que decir que el resultado global es satisfactorio, con sus lógicos altibajos (algunas de las historias son claramente mejores que otras).

   En total se trata de seis piezas, incluyendo una que sirve como tenue hilo conductor a las demás: unos gamberros callejeros, que suelen grabar en video todas sus fechorías, son contratado para colarse en una casa en plena noche y mangar de allí una cinta de video concreta. La casa resulta estar abandonada, con un tío muerto en el sofá delante de la tele y pilas y pilas de cintas por todas partes. El grupo se separa, y mientras unos exploran el resto de la casa, los demás se dedican a ir probando cintas en el reproductor de video para ver si encuentran la que buscan. Cada una de las cintas que prueban es una de las historias que cuenta la película. No vale la pena entrar a detallar cada segmento por separado. Baste decir que son un cajón de sastre de temas habituales del cine de terror, desde los monstruos estilo súcubo/vampiro hasta psicópatas, sectas satánicas o fantasmas. Además, todas las historias pretenden tener una vuelta de tuerca que pille por sorpresa al espectador.

 

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"Nada, todas las temporadas de Crónicas vampíricas y ni un solo episodio de True Blood"

 

   Obviamente, teniendo en cuenta el formato, es inútil hablar de aspectos técnicos: visualmente V/H/Ses un buñuelo (cortes de imagen, interferencias, desenfoques, encuadres de cualquier manera...), pero de eso es precisamente de lo que se trataba, y en las cinco historias el efecto consigue el nivel de inmersión deseado, similar al de REC. o El proyecto de la bruja de Blair. El resto, claro, ya depende de la calidad particular de cada historia, y aquí hay de todo: la primera y la última son muy buenas, hay un par que no están mal, y otras dos (entre ellas la que sirve de hilo conductor a las demás) flojas de narices. Con todo y eso, V/H/S es una propuesta en conjunto entretenida y curiosa, que puede llegar a generar algún que otro escalofrío y que aporta un par de bienvenidas innovaciones al ya desgastadísimo formato del found footage. Y si la fórmula tiene éxito, la puerta está completamente abierta para crear las secuelas que hagan falta. No sería una mala cosa, pues en muchos casos la duración de 20 minutos por relato parece mucho más idónea para este formato visual que la (a todas luces excesiva) hora y pico del Paranormal Activity de turno.

 

 
Sentencia Quaid:
Dos Caras Harvey

 

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