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LA LEYENDA DEL SAMURÁI. 47 RONIN crítica: De Kurosawa a Harryhausen

   

De Kurosawa a Harryhausen

Keanu Reeves demuestra que Tom Cruise
no era el último samurái ni mucho menos

Por Chema Pamundi

 

<Resulta una sensación curiosa cuando el cuerpo te pide defender una película a la que la crítica está masacrando de manera casi unánime. Es un poco como cuidar de un pájaro que tiene el ala rota, generas una suerte de empatía espontánea por el débil. En mi descargo, y en el de la supuesta credibilidad de esta crítica, déjenme decir que yo es que soy muy agradecido con el género “chanbara”. Para mí, ver unas katanas y unos kimonos y empezar a salivar, es todo uno. Los samuráis me ponen borrico, qué quieren que les diga.

   Aún así, aparte de mis filias personales, creo de veras que La leyenda del samurái. 47 Ronin atesora los suficientes méritos como para sostenerse por sí misma y ser un divertimento la mar de estimable; por desgracia, la mayoría de reseñas parecen estar menos interesadas en analizar dichos méritos con cierta objetividad, que en destacar de manera ventajista las carencias de una película que, al fin y al cabo, no deja de ser una serie B de manual. De hecho la cosa es aún peor, pues se trata de una película que iba para blockbuster pero que acabó reducida a serie B debido a los numerosos problemas acumulados durante su rodaje: broncas entre el director y el estudio, retrasos constantes, reescrituras de guión a punta pala, la contratación de un segundo director para “arreglar” la película con escenas adicionales… Total, un saco roto que acabó engullendo un presupuesto de 175 millones de dólares, y que incluso estuvo a punto de embarrancar la producción por completo. Una ruina.

 

"Si te raparas la cocorota igual podríamos colar como El último samurái 2 y tener mejores críticas"

 

   Al final, milagrosamente, se ha acabado estrenando. Tarde, mal y con unas expectativas muy alejadas de las que se tenían en un principio, pero el caso es que se ha estrenado. Y no, no es la superproducción rompetaquillas que la Universal esperaba, pero tiene bastantes bazas para llegar a ser película de culto. O sea, que buscando imitar a El señor de los anillos se ha convertido en algo que mola incluso más: una especie de versión oriental (y con unos FX y un diseño de producción de lujo) de las viejas películas de Ray Harryhausen.

   La leyenda del samurái. 47 Ronin relata una versión muy libre del que quizás sea el episodio real más famoso en la historia del Japón feudal: a principios del siglo XVIII, un grupo de 47 samuráis perdieron a su señor, obligado por ley a cometer seppuku tras haber ofendido a un noble rival. Los 47 tipos, ahora convertidos en ronin (samuráis sin amo), tramaron y ejecutaron un plan maestro de venganza para liquidar al culpable del entuerto, aún sabiendo que con ello se estaban saltando todas las leyes de su casta y con toda probabilidad acabarían siendo ajusticiados. Con el paso de los siglos, esa historia se ha convertido entre los japoneses en una fábula moral sobre la lealtad, el honor y la capacidad de sacrificio. La película que nos ocupa la convierte en un cuento legendario con elementos tan bizarros como un antihéroe (Keanu Reeves) criado por demonios, un dragón volador, combates contra bestias gigantes y brujas cambiaformas, una persecución en un puerto lleno de piratas occidentales, la visita a unos monjes sobrenaturales para conseguir espadas mágicas... O sea, un festival.

 

  "Buscando imitar a El señor de los anillos se ha convertido en algo que mola incluso más: una especie de versión oriental de las viejas películas de Ray Harryhausen"  

 

   Antes de seguir aclaremos que, efectivamente, esta película comparte título con el clásico dirigido por Kenji Mizoguchi en 1941, pero que ahí acaban todas las similitudes entre ambas. Los 47 Ronin de Mizoguchi era un ejercicio de teatralización de 4 horas, tan meticuloso en su reconstrucción histórica como moralmente maniqueo (no en vano fue producido por el ministerio de guerra japonés y se estrenó una semana antes del ataque a Pearl Harbor), además de absolutamente árido a nivel narrativo (una manera elegante de decir que era un ladrillo): interminables planos secuencia con personajes hablándose a gritos, arrodillados y con la cabeza gacha, sin que allí nadie desenfundara una jodida katana ni por error (la gran batalla final ni siquiera se mostraba en pantalla; te la explicaban en off y arreando). Esta nueva película, en cambio, es una cinta de espadazos a diestro y siniestro sin más pretensiones que divertir al respetable. Es mil veces menos relevante a nivel cinematográfico que la versión de Mizoguchi, sí, pero también es mil veces más divertida. ¿Es un sacrilegio decir algo así? Sinceramente, me la rempampinfla.

   El filme cuenta con un amplio elenco de personajes (están todos los actores japoneses afincados en Hollywood; nada más faltaría Ken Watanabe), pero en realidad solo le alcanza para centrar su mirada en dos de los ronin: uno es el mestizo Kai, interpretado por Keanu Reeves con su habitual cara de madera (que no obstante aquí pega bien, porque su personaje es un amarguras de cuidado), un héroe trágico de pasado misterioso y que bebe los vientos por la hija de su señor (amor imposible al canto); el otro es el lugarteniente del señor feudal asesinado, interpretado por el siempre creíble Hiroyuki Sanada, que personifica la rectitud y el sentido del deber llevados hasta el límite. A estos dos fulanos cabría sumar a la hijaputa bruja cambiaformas Mizuki (Rinku Kikuchi), de largo el personaje más divertido y especial de la película, una supervillana de lo mejorcito que ha dado el cine reciente de fantasía. O sea, que aunque sea a trancas y barrancas, entre estos tres se las arreglan para sostener la película a nivel dramático.

 

"Piensa que Tom Cruise en El último samurái no era más que un borracho luchando con palos"

 

   Lo demás, ya lo he dicho más arriba, es una verbena de cine palomitero de sábado por la tarde, colorista y entretenidísima. ¿Quién decía que en estos tiempos de trilogías abotargadas los cineastas habían perdido la capacidad de contar una buena historia de espada y brujería en dos horas de las de toda la vida? Sí, creo que fui yo mismo quien lo dijo. Hará cosa de un año, en la crítica de El Hobbit: un viaje inesperado. Pues mira, estoy la mar de contento de tener que retractarme, porque La leyenda del samurái. 47 Ronin, demuestra que en 120 minutos cabe toda la épica que uno pueda desear, incluyendo batallas desesperadas (y que duran lo que tienen que durar), decorados y escenarios naturales despampanantes, malos tan odiosos como sugerentes, y subtramas diversas sobre traiciones, venganzas, seres demoniacos y amores arrebatados.

   A finales de los 80 se estrenó Willow, una superproducción plagada de problemas de rodaje, que fue machacada por la crítica e ignorada por el público. Hoy, 25 años después, se la considera un clásico que sale bien parado en la mayoría de comparaciones con películas de su misma cuerda. ¿Alcanzará La leyenda del samurái. 47 Ronin el mismo estatus de aquí a dos décadas y media? Es complicado saberlo, pero me juego algo a que si un día estamos zapeando en la tele y nos encontramos cualquier parte de El Hobbit, lo primero que haremos será contar mentalmente cuánto metraje le queda, y valorar si tenemos algo mejor que hacer con todo ese tiempo de vida. En cambio, si nos topamos con La leyenda del samurái. 47 Ronin no habrá dudas: a repantingarse y a disfrutar. De eso va el cine de aventuras.../>

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Copas de yate
     
     
 

Recomendada por Kuato a: quien busque una película de fantasía épica con la ligereza e inmediatez de Willow, John Carter o Jasón y los argonautas.

     
 

No recomendada por Kuato a: quien busque una película de fantasía épica con la rimbombancia de piedra pómez de El Hobbit o Star Wars Episodio I: La amenaza fantasma.

     
  Ego-Tour de luxe por: el trabajo del debutante director Carl Rinsch, que se maneja con soltura tanto en las complicadas coreografías de lucha como en los momentos que exigen mayor majestuosidad visual.
     
  Atmósfera turbínea por: que los productores necesitaran enterrar casi 200 millones de dólares antes de darse cuenta de que lo que tenían entre manos estaba más cerca de Takashi Miike que de Peter Jackson.

 

 

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