MISTERIO EN VENECIA crítica: Quiero comprarme un jersey a rayas

Tercera incursión de Kenneth Branagh como Poirot, ahora pasando de la mafia y bañándose en la playa

Poco nos imaginábamos tras el estreno de tapadillo de Muerte en el Nilo, a raíz de la polémica en la que se vio envuelta la peli por las acusaciones a Armie Hammer de abusos sexuales, violación, e incluso fetichismo sexual con canibalismo (ahí es ná), que llegaríamos a ver a Kenneth Branagh como Hércules Poirot por tercera vez. A pesar de la polémica, la peli no fracasó gracias al mercado no norteamericano, y aunque lejos de igualar el éxito de Asesinato en el Orient Express, Muerte en el Nilo salvó los muebles en taquilla (Asesinato en el Orient Express costó 55 millones de dólares y recaudó más de 350; Muerte en el Nilo costó 90 y recaudó sólo 137), lo que sumado al amor que siente Kenneth Branagh por el mostacho de este personaje, ha sido suficiente para impulsar una tercera parte.

Una tercera parte, Misterio en Venecia, más comedida y discreta en todos sus aspectos que las dos entregas anteriores, mandada a modo de globo sonda para estudiar cómo acoge el público la continuación de la saga poirotiana, antes que liarse a tirar la casa por el balcón con nuevos episodios más grandes, más espectaculares, más digitalizados y más caros. Guión original más libre (cualquier parecido con la novela de Agatha Christie “Las manzanas” parece pura coincidencia, pues ni siquiera acontece en Venecia), más barata (presupuesto de 20 millones), menos espectacular (toda la acción transcurre en el interior de una casa, que tanto podría ser Venecia como Pozal de las Gallinas), y menos estelar (tras dos repartos cargados de estrellas como Willem Dafoe, Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Judi Dench, Penélope Cruz, Gal Gadot y Annette Bening, Misterio en Venecia debe conformarse con Tina Fey, Jamie Dornan y una Michelle Yeoh pre-Oscar).

"Por su manera de dar las gracias, deduzco que está preparando un discurso de agradecimiento"

¿Y saben qué? Que a pesar, o gracias a ello, Misterio en Venecia se beneficia de todas estas reducciones y se revela como la mejor de la trilogía de la saga, aunque sólo sea por comparación (eso de que el tuerto en el país de los ciegos, es el rey). Porque Kenneth Branagh nunca ha sido un buen director de grandes producciones comerciales. Siempre se le han dado mejor las películas de pequeño formato como sus adaptaciones shakesperianas, Los amigos de Peter, En lo más crudo del crudo invierno o Belfast, que las grandes cintas de acción como Frankenstein de Mary Shelley, Thor o Jack Ryan: Juego de sombras, liga en la que se movían Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo. Por eso Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo no pasaron del simple aprobado al no saber conjuntar la espectacularidad de los medios con la acción.

“Misterio en Venecia se beneficia de todas estas reducciones y se revela como la mejor de la trilogía de la saga, aunque sólo sea por comparación”

En cambio, en Misterio en Venecia, al tratarse de un reducido grupo de personajes en un único espacio, con un presupuesto más que ajustado, y prevaleciendo el guión por encima de la acción, Kenneth Branagh se mueve como pez en el agua. Aquí no tiene que rodar en espectaculares paisajes nevados o en majestuosos parajes desérticos (o simularlo, que tanto Asesinato en el Orient Express como Muerte en el Nilo acumulan más cgi que un episodio de Avatar), aquí delega los planos generales de Venecia a la segunda unidad, encierra a los personajes en una casa, y hala, no sale de ella hasta que se resuelve el whodunit, dirigiendo a sus actores como si estuviera ensayando para una obra de la Royal Shakespeare Company, igual que en los tiempos que compartía escenario con Emma Thompson, Judi Dench y Derek Jacobi.

"Ahora es cuando levito y canto la Banana Boat Song"

Tan suelto se siente Branagh en Misterio en Venecia, que aprovecha la poca fidelidad que procesa el guión hacia la novela original, para ir más allá de un whodunit al uso y facturar un thriller sobrenatural en toda regla con toques de terror. Los interrogatorios de manual se alternan así con siluetas misteriosas, imágenes distorsionadas, ruidos estridentes, y hasta fantasmas infantiles de clara tradición japonesa, componiendo una combinación de géneros que haría las delicias del agente Mulder de Expediente X y pondría a prueba las convicciones de la agente Scully, como ponen a prueba las del mismísimo Poirot. Hasta ahora, la saga del sagaz detective había transitado por la senda del cine policíaco más clásico, pero Misterio en Venecia abre la puerta al elemento fantástico, y todos los habitantes de Venusville la cruzamos encantados haciendo la Conga.

Puerta que esperamos se mantenga abierta en las siguientes entregas, si Kenneth Branagh decide seguir aireando el mostacho poirotiano en más incursiones cinematográficas. ¿Acaso los episodios de Indiana Jones no tienen todos su elemento fantástico? Pues a partir de ahora queremos que los de Hércules Poirot también lo tenga, con Poirot convertido en un miembro más de Misterios S.A. Porque lo que son las cosas, cuando menos dábamos por la saga por la decepción que supuso la supermaquillada y emperifollada Muerte en el Nilo, ha llegado Misterio en Venecia con la cara lavada luciendo belleza natural, y nos ha encandilado hasta el punto de querer seguir teniendo más citas para seguir viendo más misterios sobrenaturales de Hércules Poirot, aunque el verdadero misterio sea cómo su enorme mostacho ha ido mutando de cano a rubio con el transcurso de los años.

INFORME VENUSVILLE

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