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ESPÍAS artículo: Mi nombre es Hunt, Ethan Hunt

O Austin Powers o incluso Johnny English... Todo el que tenga licencia para matar sirve

DA II

Desde la caída del muro de Berlín anda convulso el mundo del espionaje; no había nada más frío, malo y socorrido para los guionistas que un coronel del KGB o un agente de la Stassi. Además, con tanta vigilancia electrónica y pinchazo informático hay poco hueco para aquel espía escondido en las frías noches de Berlín a la espera de su contacto.

Tampoco vamos a armar un lamento de esos de cualquier tiempo pasado fue mejor porque realmente no se han dejado de producir películas del género, además de todos los colores. Desde cierta proliferación de parodias (Espía como puedas, Johnny English o Austin Powers) a ese pseudo subgénero de los espías infantiles, con Antoñito forrándose el bolsillo con Spy Kids. Incluso adolescentes, con DEBS, espías en acción, un grupito de colegialas ejerciendo de agentes secretos, encabezadas por Lucy Diamond, y que aquí solo ha aparecido en DVD (recomendable pasearse por internet para ver la carátula de la cinta, aunque sea; sí, con coletita y minifalda, la leche).

También hemos tenido intentos de camorrización del espía con xXx, con un pasable Van “Diesel” y un insoportable Ice Cube en uno de esos personajes de negro chillón tan de moda, que habla y habla y sólo dice chorradas o tacos. O las televisivas y frías agentes femeninas de Nikita (fallida la película La asesina sobre todo porque Bridget Fonda no daba en el papel), Alias(J.J, Abrams) o el trío de She Spies (creo que no estrenada aquí pero con tanto canal uno ya se lía); Y por supuesto algunas aproximaciones de corte realista en las que cabe destacar las notables Spy Game y Syriana.

 

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Desde la caída del muro de Berlín, los espías practican el pluriempleo

 

Quizá cabría destacar, por número de películas más que nada, el familiar e insufrible analista Jack Ryan, una revisión del fascistoide Tom Clancy del espía contemporáneo para convertirlo en una especie de funcionario agobiado porque le obligan a hacer horas extras. Un pesado que ha sido interpretado desde el guapo Alec Baldwin al no menos guapo, y aun más inexpresivo, Ben Affleck.

Claro que ha sido Harrison Ford el que le ha aportado ese careto tan suyo entre angustiado y perdido, de qué hace un chico como yo en un sitio como éste (o quizá solo sea una mueca de  estreñimiento y lo único que necesita, urgentemente -eso sí-, es un lavabo). De todas formas en esta especie de saga, de nuevo, el mejor vuelve a ser Connery –no hay nada como las tablas- con su papel de capitán de submarino en A la caza del octubre rojo, la mejor con diferencia (impresionante el momento en que los marineros enarbolan el himno ruso).

Sin embargo, todavía las pautas de este género siguen ancladas en aquel mundo de la guerra fría y el telón de acero. Ya sea en la comedía con Austin Powers, o con los mismos Spy Kids, basados en el exceso de gadgets imposibles, característica típica de los agentes de toda la vida. O siguen destacando como en los viejos tiempos las adaptaciones de las novelas de John Le Carré (que son ya más grandes reservas que clásicos) como La Casa Rusia o El sastre de Panamá, que tienen la gracia de ser interpretadas por los dos mejores Bond de la historia: Sir Connery y Don Brosnan, historias algo crepusculares sobre un mundo en decadencia.

"Ha sido Harrison Ford quien ha aportado ese careto tan suyo, o quizá solo sea una mueca de  estreñimiento y lo único que necesita es un lavabo"

El mismo Jason Bourne, que no hay que olvidar que es una adaptación de una novela de los años ochenta, si en vez de Matt Damon nos pusieran a Michael Caine y quitaran las dos escenas de acción, pues como que no notaríamos la diferencia.

Posiblemente donde más patente se hace esta evidencia es en lo referente a los agentes más fantásticos o imaginarios, donde todavía resplandece Mr. James Bond. La verdad es que la industria norteamericana siempre ha tenido la espinita clavada de generar algún espía o grupo de espías que pudiera hacer la competencia al británico, que claro, aunque aliado no es lo mismo. En esa neura patriotera es donde tenemos a Misión imposible, tanto la serie como su recuperación posterior para la gran pantalla. Y, de nuevo, no lo han conseguido. Si bien la primera entrega apuntaba cierta ilusión, el desarrollo de la serie ha resultado decepcionante.

Bien que la tercera entrega es mucho mejor que la segunda y que las claves de este tipo de películas (un malo de cierta importancia y alcance globalizado, escenarios por los lugares más llamativos del planeta y una serie de gadgets imaginativos) suelen funcionar por mal planteados que estén. El primer problema de las Misiones más o menos imposibles es que apenas consiguen amalgamar en tres películas unos cuantos rasgos más allá del mensajito que se autodestruye y las caretas trasformistas, y como resulta que las utilizan tanto los del equipo, como los malos, como el vecino del quinto cuarta, pues acaban perdiendo su gracia.

 

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¿Seguro que quien va estreñido es Jack Ryan y no Ethan Hunt?

 

Y es que la serie se mueve en un profundo desvarío, ya a  la hora de elegir directores (a cada cual más dispar) o el inexorable avance de la patología mental de Tom Cruise (vamos, chaladura, con esa mirada de pillado que se le está poniendo y que ya no consigue disimular ni interpretando –para mí está más para una nueva versión de Alguien voló sobre el nido del cuco que de una cuarta entrega).

Quizá el rasgo más diferenciador (respecto a Bond, claro) es la idea de un equipo, compenetrado y milimétrico, pero el excesivo afán protagonista de Tom “taponcito” Cruise ha ido desdibujando (desde la primera, donde aún tenían un ligero peso) a sus compañeros a simples comparsas de sus andanzas (en la dos no pintan un pimiento). Y para espías yanquis zafios y de una chulería más que soez ya hay suficientes en las pelis de Bond, con camisa hawaiana y sombrero de paja.

Me parece acertada la elección de unos malos menos espectaculares, si se quiere más creíbles, que los megalómanos rivales de Bond. Claro que si uno repasa la serie, al final hay tal concentración y repetición de agentes, o jefes, traidores o renegados, que uno acaba por considerar más fiable a Mortadelo y Filemón y la T.I.A. Y ojo, que es habitual lo del agente renegado, pero al menos en Bond, pues te lo adornan, por ejemplo si es un cosaco vengativo te construyen mínimamente el motivo de la traición; es que aquí te los plantan por la cara. Por último, para agente con familia y el consiguiente conflicto de mantener oculta la parte secreta (es que de verdad a Tom se le chirrían los goznes) es infinitamente mejor Mentiras arriesgadas.

 

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