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BARBIE crítica: La vida en rosa

La muñeca Barbie cobra vida tanto para lucir vestiditos rosas como para denunciar el patriarcado

CHEMA PAMUNDI

Tremendo, lo de Barbie. Mientras escribo esto, ya ha pasado a la Historia como la película de más éxito jamás dirigida por una mujer (el anterior récord lo tenía, desde 2017, la Wonder Woman de Patty Jenkins), y también como la película que ha “salvado” el 2023 de la barrena de taquilla a la que parecía abocado; y no ha sido solo por su propio éxito, tomado como algo puntual, sino porque ha devuelto a la gente cierta ilusión por ir al cine como gran evento. Veremos lo que dura la fiesta, pero por ahora el “efecto rebote” de Barbie está llenando también las salas donde se proyecta Oppenheimer, un estreno que hasta hace solo un par de meses era percibido como un probable tostón de tres horas que tendría suerte si recuperaba la inversión (tanto decir que Warner Brothers estrenaba Barbie el mismo fin de semana que Oppenheimer para fastidiar a Christopher Nolan por haberse ido a Universal… y al final resulta que le han hecho el favor de su vida).

Hay algo a la vez muy divertido y muy mosqueante en el exitazo de Barbie. Lo divertido es que una película sobre un juguete de Mattel, cuya popularidad había pasado su mejor momento hacía ya varias décadas, se convierta de repente en icono de modernidad, en la cinta más cool y experimental del año y en referente común para una nueva generación de adolescentes (las colas de chicas vestidas de rosa a la entrada de los cines han sido lo más refrescante que le ha pasado al fandom en mucho tiempo).

Lo mosqueante es que en 2023 aún haya que pedir perdón por algo como Barbie. Que siga habiendo que justificar un cine fantástico que utilice el formato y los medios de un blockbuster no solo para entretenerte mientras tragas palomitas a dos carrillos, sino también para reflexionar y romper moldes de género (y digo “género” en todas las acepciones del término). O sea, que según algunos, Oppenheimer sí que puede darnos la tabarra moralizante sobre temas políticos y sociales, porque claro, es cine de café, copa y puro. Qué diantres, incluso a las obras de animación de Pixar se les aplaude que mediten sobre la vejez, la muerte, la soledad… pero a Barbie no. Barbie, por lo visto, debería limitarse a ser una comedia idiota y sin pretensiones. Porque habla de manera abierta y radical sobre feminismo; y el feminismo, parece mentira, sigue tocando las pelotas.

 

"La Barbie divorciada es más cara porque viene con la casa de Ken"

 

La protagonista de Barbie es, claro, Barbie (Margot Robbie), una “Barbie estereotípica” y quizás por eso la más célebre de los centenares de Barbies (todas ellas llamadas asimismo “Barbie”) que habitan en Barbieland, una tierra de fantasía estilo Brigadoon, de tonos pastel, texturas de plástico y dominada por un matriarcado benévolo, fiestero y superficial, en el que las Barbies ocupan todos los puestos de responsabilidad, mientras que los Ken… sólo son Ken (lo cual consiste en pasearse por la playa haciendo estampas y poco más). Un buen día, Barbie empieza de repente a pensar en la muerte y eso la lleva a sufrir una crisis existencial, durante la cual va perdiendo sus características de muñeca perfecta y “humanizándose”. Pronto deducirá que, tal vez, lo que le ocurre tenga que ver con algún problema que sufre la niña (o el niño) que está jugando con ella en el mundo real; así que se irá para allá a intentar arreglar las cosas, acompañada por “su” Ken (Ryan Gosling), porque lo único que da sentido a la vida de un Ken es seguir a todas partes a la Barbie que le corresponde, tratando de llamar su atención.

Si esta trama básica no parece original, es porque no lo es. Se pueden encontrar en ella trazas de un montón de títulos sobre personajes que descubren estar viviendo en un mundo postizo y encapsulado (El Show de Truman, Matrix, Pleasantville), y que se ven obligados a salir de él para vérselas con la realidad, (Encantada: La historia de Giselle, El último gran héroe, Monstruos S.A.). Por suerte, el argumento de Barbie no se queda clavado en eso, sino que el enredo inicial se resuelve rapidito y a partir de ahí la cosa vira hacia algo más interesante: analizar los cambios chungos que provoca en Barbieland la intromisión del mundo real, con su patriarcado de lluvia fina asumido como estado natural de las cosas, sobre todo en cuanto los Ken descubren todo lo que se habían estado perdiendo.

Barbie es una fusión estupenda de fondo y forma. Por supuesto, lo que más boquiabierto te deja de primeras es su potentísima imaginería visual. El vestuario, los complementos, los muebles, las casitas, los vehículos… todo parece haber salido de una caja de juguetes recién estrenada. La atención por el detalle es tan bestia que probablemente solo pueda admirarse en toda su dimensión tras múltiples visionados. Lejos de ser una mera sucesión de pesebres, Barbie utiliza todos estos elementos para mostrarnos un mundo que parece vivo y tiene coherencia interna (dentro del absurdo). Pero además, es que la película es una ametralladora de gags divertidos. Los más finos suelen ser de puesta en escena (ese sensacional prólogo al estilo 2001, una odisea del espacio) o bien de diálogo, con una ironía que a ratos recuerda incluso al primer Woody Allen, lo cual no es sorprendente teniendo en cuenta que el guion está firmado por la propia Greta Gerwig y Noah Baumbach, quienes tienen a sus espaldas una interesante carrera en el cine indie como herederos espirituales de ese humor neoyorquino agudo que caracteriza al director de Annie Hall.

Barbie se convierte de repente en icono de modernidad, en la cinta más cool y experimental del año, y en referente común para una nueva generación de adolescentes”

Y luego, a otro nivel, Barbie es todo lo creíble que puede llegar a ser como sátira sobre la desigualdad, el techo de cristal y el machismo cotidiano… teniendo en cuenta, claro, que estamos ante un producto cuyo objetivo último no deja de ser venderte entradas (y muñecas) aprovechando el sentir de los tiempos. Pero bueno, lo mismo podríamos decir de cualquier otra superproducción actual. Lo importante aquí es que este tipo de discursos reivindicativos se hayan ido colando poco a poco en el cine de gran formato, que las productoras se hayan visto obligadas a abrir las ventanas para airear el oro a rancio. ¿Que lo hacen solo porque así apelan a un segmento nuevo de público que les hace ganar más pasta? Lo que sea. El caso es avanzar.

Obviamente, es inevitable que la película blanquee hasta cierto punto el “concepto Barbie”, poniendo en primer plano su cara positiva como icono feminista (lejos de ser una muñeca genérica, infantil y sin personalidad, Barbie es una mujer adulta independiente y capaz de asumir cualquier profesión que le dé la gana; baste recordar que hubo una Barbie astronauta casi 15 años antes de que hubiese una mujer astronauta en la NASA), y en cambio ocultando o matizando sus aspectos problemáticos, como el culto al consumismo extremo y la glorificación de unos cánones estéticos que pueden llegar a resultar bastante tóxicos para las niñas. En favor de Greta Gerwig hay que decir que plantea ese debate y que lanza unas cuantas puyas a Mattel (blanditas, eso sí); y en favor de la propia película reitero lo ya dicho: llevamos toda la vida viendo estrenos que intentan vendernos juguetitos (por no irme muy lejos, en lo que va de 2023 hemos tenido Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones, Supermario Bros. y Transformers: el despertar e las bestias). Si hasta ahora no nos había molestado, no vale juzgar a Barbie por un rasero distinto.

Barbie no funcionaría tan bien sin una pareja protagonista que lo clavase, y afortunadamente tanto Margot Robbie como Ryan Gosling están perfectos, en sendos papeles mucho más exigentes y con muchos más matices de lo que podría parecer. Son dos intérpretes que siempre han irradiado luz con su mera presencia, pero aquí además demuestran que pueden bascular de la pantomima más exagerada hasta la introspección dramática más contenida sin dejar de resultar creíbles. Durante dos horas se dedican a robarse escenas entre sí, y no sería nada descabellada una nominación al Oscar para ambos (sería la monda, vamos). Entre los personajes secundarios, la cosa ya se vuelve más irregular, aunque sea un problema muy menor. Michael Cera tiene gracia como Allan (una especie de Ken defectuoso que no sabe qué narices hace en Barbieland), al igual que Issa Rae como la Barbie Presidenta y Simu Liu como otro de los Ken.

 

"Quien pierda el duelo se queda con una Nancy"

 

En cambio, a Kate McKinnon, que encarna a la “Barbie rara” (una Barbie ya retirada, llena de sabiduría pero también un tanto mochales después de que la niña que jugaba con ella le hiciese todo tipo de perrerías), le pasa un poco lo de siempre: su empeño en mantener todo el rato la misma intensidad que durante un sketch del Saturday Night Live acaba cansando; y Will Ferrell quizás componga uno de los peores papeles de su carrera como dueño de Mattel, un personaje que tiene razón de ser como alivio satírico, pero que está escrito e interpretado de manera tan fofa que podrían haberlo eliminado por completo y nadie lo lloraría (curioso que, en una comedia, los dos actores a los que se ve más fuera del agua sean justamente los dos cómicos profesionales).

Y bueno, por echarle todas las patatas al caldo, hay que reconocer que Barbie sufre de cierto bache de ritmo en su parte central, cierta reiteración machacona de ideas (si juegas a verla tomándote un chupito cada vez que algún personaje dice “patriarcado”, pillas cogorza segura) y sobre todo un par de momentos demasiado discursivos, en los que la acción se frena en seco. Por mucho que lo que se dice en dichas escenas acerca de la carga mental y la presión social que arrastran las mujeres esté cargado de razón, la película demuestra funcionar muchísimo mejor cuando transmite sus mensajes a base de retranca, de narrativa y de imágenes.

Pero vamos, que estoy sacando excesiva punta a una cinta que en conjunto es fantástica, a la que le salen bien muchísimas de las cosas que intenta (muchas más de las que cabía esperar, desde luego), algunas de ellas tan arriesgadas que se mueven en la fina línea entre la genialidad y la vergüenza ajena. Estás todo el rato temiendo que descarrile… y no lo hace. Es un derroche de inteligencia, talento y carisma en todos los apartados; y eso es mucho decir para una obra con semejante nivel de ambición y desvergüenza visual y temática. Dice verdades como puños sobre la insidiosa normalidad con la que el machismo domina todas las esferas de nuestra vida cotidiana, pero no lo hace enfadada, ni a gritos, ni buscando enemigos, ni humillando a ninguno de sus personajes, sino con mentalidad lúdica y en positivo. Por eso es tan efectiva y por eso ha abierto un debate que se ha extendido más allá de los 114 minutos que dura. Lo que ha logrado Greta Gerwig con Barbie es una absoluta proeza.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: cualquiera que esté de acuerdo con la famosa frase de Emma Goldman “Si no puedo bailar, no es mi revolución”.

No recomendada por Kuato a: Geypermans de la vida.

Ego-Tour de luxe por: el desparpajo gamberro de Greta Gerwig para jugar con referencias culturales que dinamitan las barreras artificiales entre alta y baja cultura y refuerzan su discurso. Que Barbie parodie/homenajee hasta tres películas de un director tan masculino como Stanley Kubrick (2001: una odisea del espacio, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú y El resplandor) es un sartenazo de ironía afinadísimo.

Atmósfera turbínea por: el anuncio de que Mattel está preparando otros 45 largometrajes ambientados en el “Mattelverso” (¡45!). Lo de siempre, han logrado algo especial y ahora toca convertirlo en megafranquicia y estropearlo.

 

BARBIE. Estreno en Venusville: 21/07/2023.

 

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