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EL INFIERNO VERDE crítica: Welcome to the Jungle

Por fin llega El infierno verde, la sabrosa barbacoa de Eli Roth con una carne muy especial

CHEMA PAMUNDI

El infierno verde nos llega después de tantos retrasos (más de tres años de marear la perdiz) y tantos problemas (desde las estrecheces financieras de su productora hasta cierto miedo a que el salvajismo extremo de la peli les diese una imagen negativa, lo cual llevó a estrenarla de manera sesgada en plataformas digitales y países extraños como Filipinas), que el chiste ha perdido buena parte de su gracia. Para el público común, Eli Roth es ya un recuerdo vago.

Bueno, se le sigue recordando como el tío que dirigió Hostel hace más de una década (desde luego, quienes lo apuntamos como “the next big thing” del cine de terror indie nos cubrimos de gloria), y que salía en Malditos bastardos haciendo de soldado judío con muy mala leche y un enorme bate de baseball. Aparte de eso, poco más (y ya les avisamos de que su próximo estreno, la muy mediocre Toc Toc, tampoco va a mejorar las cosas); y es una lástima porque El infierno verde, homenaje más que directo a Holocausto caníbal, merece ser destacada como lo mejor que ha dirigido hasta la fecha.

 

El infierno verde: cine de terror

"Es la última vez que celebro una Tomatina en Sudamérica"

 

El asunto va de que una docena de jóvenes activistas americanos, tan entusiastas como naïf, se adentran en el Amazonas peruano con intención de montar una protesta contra una empresa constructora que está deforestando esa zona (y que amenaza con aniquilar a los indígenas locales). La operación, que al principio parecerá tener éxito, degenerará rápidamente en catástrofe cuando los chiquines tengan un accidente y caigan en manos de una tribu de famélicos caníbales dispuestos a hacerse una barbacoa fina con ellos.

El primer tercio de El infierno verde es poco menos que un libelo en el que Roth se chotea con bastante mala baba de la cultura buenrollista de las ONGs, la hipocresía de los activistas de salón, el paternalismo progre y, en general, todo lo relacionado con “el negocio del medio ambiente”. En su segundo y tercer acto, el filme muta en el festival de horror ultra-cafre que cabría esperar, con un elevado nivel de casquería gráfica, muy pocas cortapisas morales y buena mano para jugar con algunos de nuestros miedos primordiales (perderse en la naturaleza, estar encerrado sin escapatoria esperando a que te maten, ser mutilado y comido vivo…).

“En su segundo y tercer acto, El infierno verde muta en el festival de horror ultra-cafre que cabría esperar, con un elevado nivel de casquería gráfica”

Ambas caras de la película funcionan la mar de bien, tanto por separado como en conjunto, pues ese metraje inicial que se ha invertido en dar profundidad a los personajes obra maravillas para que, cuando luego empiecen a ser pasados a cuchillo, se nos pongan los cataplines por corbata. En realidad es casi la misma estrategia que el director ya utilizó en Hostel, pero aquí está más depurada.

En el plano narrativo El infierno verde es simple como el mecanismo de un sonajero, pero por suerte Roth no se limita a explotar una fórmula que funciona, sino que muestra auténtica pasión de aficionado al género. La cinta puede entenderse como un canto de amor al cine exploitation con el que creció, y transmite una especie de euforia cinéfila contagiosa. Tiene cosas (bastantes) del Ruggero Deodato de la ya mentada Holocausto caníbal, del Umberto Lenzi de Canibal Ferox, del Sergio Martino de La montaña del dios caníbal y de muchos otros títulos… pero a la vez tampoco se limita a fotocopiar referentes.

 

El infierno verde: cine de terror

"El colmo de un progre vegano, ser el plato principal de una barbacoa"

 

Roth sabe darles una vuelta de tuerca a las situaciones para adaptarlas a su personalidad como cineasta, a menudo por la vía de la comedia burra. No es un director sutil (no sabría encontrar la sutileza ni aunque le mordiese en el culo), pero es como ese chiste de pedos que te hace reír antes de que te des cuenta de que te estás riendo. Resulta tan políticamente incorrecta, tan zafia y chusta a sabiendas, tiene potencial para mosquear a tanto defensor del buen gusto, que sólo por eso ya cae simpática.

De habernos llegado hace tres años y con la atención que requería, El infierno verde podría haber sido elevada a pequeño clásico del gore moderno (un subgénero que por lo demás lleva más de una década sin producir apenas nada relevante), y quizás ello hubiese ayudado a que la carrera de Eli Roth tomase derroteros interesantes. En las actuales circunstancias, se queda en un divertimento y un testimonio de lo que pudo haber sido y ya nunca será.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: quienes quieran aprovechar la ocasión de cascarse en pantalla grande una salvajada que ya parecía condenada al mercado de DVD.

No recomendada por Kuato a: quien sea de ir al cine y luego a cenar. Otra cosa no tendrá la peli, pero desde luego te quita las ganas de comer (y no, la solución tampoco es cenar primero y luego ir a verla...).

Ego-Tour de luxe por: la “filmografía recomendada” de pelis de caníbales que Roth incluye en los créditos finales. Bien por él.

Atmósfera turbínea por: la actitud de los distribuidores de la película, estrenándola tan a traición, de forma tan cutre e irrespetuosa, que han conseguido que ni siquiera su público potencial vaya a verla.

 

EL INFIERNO VERDE. Estreno en Venusville: 01/04/2016

 

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