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EL TOPO crítica: Sonrisas o lágrimas

   

Sonrisas o lágrimas

¿Recuerdan la serie Calderero, sastre, soldado, espía?
Pues ahora es Gary Oldman quien hace de Smiley

Por Da II

 

<“El topo está impregnada de toda la tristeza de Le Carré”, afirma el amigo Boyero en su crítica. No deja de ser un mal augurio que esta cinta sea alabada por las mismas columnas de opinión que suelen crujir todo el género que se acostumbra a reseñar en esta página. Desde luego no vamos a contradecir a ninguno de los asociados al gremio de dar caña a Almodóvar (ya se sabe que ver quién da más palo al que triunfa es un rasgo de la identidad local, especialmente arraigado en los profesionales de la crítica). Es más, en este aspecto no cabe otra que darle toda la razón. La película transcurre en una atmósfera grave, grisácea y turbia. Es triste, tristísima. De otra forma no se entiende esa cara de amargura profunda de cargar con todas las penas del mundo de la mayoría de los personajes. Como si además de traidores, cornudos e imbéciles, encima, les practicaran una lavativa cada mañana.

   Sin embargo, el concepto que definiría con más exactitud ese espíritu de la obra de Le Carré es desazón, la cual si bien suele acarrear cierta tristeza, no es exactamente lo mismo, ya que si bien la tristeza es un estado del ánimo la desazón casi siempre es un estado de reflexión. La reflexión, la observación y la intriga pueden configurar por sí mismos buenas novelas, en el cine manejar los mismos elementos requiere como poco de cierta maestría. Desde luego, nadie que haya leído alguna de las novelas del agente “sonrisas” saldrá decepcionado con la película, al menos del todo. Parece que la gran preocupación del director ha sido justamente esa: no decepcionar a sus lectores. Lo consigue. Es una cinta evocadora. Pero esa ansia evocadora no termina de cuadrar el resto de los pilares donde se debería sostener la película.

 

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"No me chulees, que yo ya vi a Alec Guinness como Smiley antes que tú en la serie del 79"

 

   Así, nadie podrá objetar el logro en la caracterización del agente Smiley, un Gary Oldman contenido y con cierto aire de funcionario resabiado. Pero se queda ahí, en una buena caracterización, porque acción pues bien poca, y cuando no me refiero a acción no es que se pegue una carrera persiguiendo a los malos o salte en paracaídas sino a cosas más simples como levantar un brazo, una mueca o caminar deprisa. Sin duda, el Smiley literario era un tipo lento, por decirlo de alguna manera, reflexivo y observador, y quizá estar pasmado en un rinconcito sea la mejor manera de interpretar a un tipo de esas características, pero también sirve para dar vida a un jubilado que se pasa las mañanas contemplando las obras al lado de su casa (claro que en este caso debería tener una expresión todavía más triste ante la falta de obras por la crisis).

   El pequeño problema es que el agente Smiley es en teoría el personaje principal. La gran gracia del personaje literario, además de su caracterización que lo lleva a ser una especie de antihéroe, es su manera de observar y reflexionar el mundo. Siempre es un problema trasladar la vida interior al cine (o cómo demonios quiera uno llamarle a ese hecho tan simple de pensar). Es difícil, muy difícil. En esta tipo de películas de espías, o en las clásicas de investigación policíaca (género más cercano que el de espías de acción tipo Bond) para resolver las deducciones y las lógicas de la intriga se suele recurrir a una voz en off o al dialogo. Aquí no hay ni lo uno ni lo otro (al menos teniendo como sujeto al personaje en teoría principal). Lo que lleva al bueno de Smiley a convertirse en una especie de testigo pasmado de lo que va pasando a su alrededor. Sin reflexión alguna, porque entre otras resulta que el mundo, tal como lo vería el Smiley literario, pasa a ser el mundo real en la película, como si la cámara fueran los ojos de Smiley. Claro que no cabe otra que preguntarse qué pensaría el agente británico de un mundo que fuera tal como él lo ve.

 

  "Desde luego, nadie que haya leído alguna de las novelas del agente `sonrisas` saldrá decepcionado con la película, al menos del todo"  

 

   Esa falta de las reflexiones de los personajes, ya sea en modo dialogo o en versión voz en off (solo el flashblack del agente Tarr aporta algunas reflexiones) nos lleva a un desarrollo de la trama complicado, que no es lo mismo que complejo; que se complica todavía más en cuestiones que hubieran requerido soluciones más sencillas. Lo que lleva en algunas momentos a una película lenta como ésta (es lo que tiene que sea europea) a tambalearse en la línea de la pesadez, en exceso espesa. Sobre todo cuando la trama en sí ya tiene suficientes alicientes para enroscarla en giros, casi siempre cinéfilos, innecesarios. Esta confusión entre la lentitud y la pesadez es la gran carga de buena parte del cine europeo, demasiado encorsetado en esos matices cinéfilos que olvidan la razón principal de este business o arte que no es otra que el cine mismo. Y el cine es en buena medida ritmo, como la música, ya sea éste pausado o rápido; un ritmo lento no deja de ser un ritmo; y desde luego gastar la mitad del metraje en la presentación de la trama no es una buena solución para conseguirlo.

   No vamos a negar que la película esta llena de símbolos, y que hay un esfuerzo notable y muchas veces conseguido en mostrar los sentimientos y las reflexiones con imágenes, como bien nos  indica el canon narrativo, pero también que repetir y repetir ese montacargas que sube cargado de documentos es una alegoría a no se sabe bien qué, o que el regreso de la mujer a casa se escenifique con una subida de persianas que deja entrar la luz es hasta cierto punto cutre. Como innecesario el pretendido obscurantismo que se supone pretendía el director ocultando el rostro de varios personajes (la mujer de Smiley, el jefe de la KGB, o la primera escena de Tarr). Lo dicho, ganas de complicar por complicar. La sencillez, que no la simplicidad, siempre es una atributo positivo en una exposición narrativa.

 

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"Ahora que los lectores han reconocido no recordar la serie, podemos dejar de disimular"

 

   En descargo del director, es cierto que el novatillo intenta dar una cuádruple pirueta con tirabuzón invertido y encima quiere mantenerse un rato en el aire, a lo Jordan, para liarse un canuto. Y como en la gimnasia, se debe de valorar en función del riesgo que se asume, y por supuesto lo que aquí intenta es casi imposible que no se le descuadren varias costuras. Intentar resolver una trama de intriga fundamentándose en mostrar, sin apenas deducciones explicativas (toda la explicación se sustenta en flashbacks bastante o muy logrados) no deja de ser un intento de envergadura, y casi una locura tratándose de una adaptación de Le Carré.

   Siempre he creído que la obra de Le Carré no es la más adecuada para llevarla al cine (como no lo son tampoco “En busca del tiempo perdido” o “Tiempo de silencio” o el “Ulyses”, cada uno pues en lo suyo). Ya sea prescindiendo de cualquier espíritu de la obra literaria como en El sastre de Panamá o intentando sacarle jugo al alma como en ésta, o incluso en un calco como La Casa Rusia (quizá la obra literaria más fielmente llevada al cine, excepto el final, claro, donde se reproducían sin quitar una coma pasajes y diálogos) pues ninguna termina de cuadrar, y lo peor es que tampoco aportan una nueva visión, un giro personal. Quizá al final el problema de llevar estas obras al cine sea que la impresión como lector genera demasiado respeto en los directores./>

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Copas de yate
     
     
  Recomendada por Kuato a: los gafapastas. Llevar esas gafas no es chic. O en todo caso si quieren ponerse a la moda de los setenta que las complementen con esas camisas con chorreras desorbitadas. Más ridículos no estarán.
     
  No recomendada por Kuato a: en teoría a los no lectores de Le Carré pero, y aunque evocar recuerdos siempre sea bonito, mejor que los admiradores se relean alguna de sus obras y vayan a ver una comedia romántica, por compensar.
     
  Ego-Tour de luxe por: el himno ruso cantado por la sección de contraespionaje del MI6, qué le vamos a hacer, es que a uno le encanta ese himno (ya en A la caza del Octubre Rojo, los pelos como escarpias). Aunque el que hubieran tenido que cantar sería la Internacional.
     
  Atmósfera turbínea por: el papel pintado de la sala de reuniones de la Cúpula. Si bien es propio de la época (como las gafas de Smiley, aunque ahora sean de modernos) no deja de ser feo de echar para atrás.

 

 

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