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JOHN CARTER crítica: En un planeta muy, muy cercano…

   

En un planeta muy, muy cercano…

Nada de Tarzán de los monos de cuatro brazos. John
Carter: aventurero de Virginia y caballero marciano

Por Chema Pamundi

 

<100 años. Un siglo exacto. Ese es el tiempo que ha tardado Hollywood en reunir el dinero, el valor, el interés o lo que fuera necesario para llevar a la gran pantalla las aventuras de John Carter, el aventurero interplanetario creado por Edgar Rice Burroughs en 1912 con “Una princesa de Marte”, primer título de una saga que, capítulo a capítulo y libro a libro (se publicaba por entregas en revistas pulp de la época) llegaría hasta los once volúmenes. Y sin embargo, en cierto modo podríamos decir que a lo largo de estos cien años John Carter se ha adaptado muchísimas veces, no solo al cine sino a casi todos los medios narrativos que han recurrido a la ciencia-ficción como fuente de inspiración. La larga sombra de la serie de Barsoom (que es como se llama al planeta Marte en las novelas) puede verse no solo en personajes clásicos como Flash Gordon o Buck Rogers, sino en obras modernas como La guerra de las galaxias (toda la hexalogía fusila a Burroughs sin piedad), Stargate o Avatar. Burroughs, uno de los escritores de imaginación más desbocada que ha dado el siglo XX, no solo creó una saga de aventuras, sino que el tío se inventó un género entero (se lo conoce indistintamente como “romance planetario” o “espada y planeta” por su fusión de componentes de fantasía, ciencia ficción y aventuras alocadas). Si uno piensa en la creación más famosa de Burroughs, la respuesta es automática: Tarzán. Sin embargo, si se trata de decir cuál ha sido su obra más importante, influyente y duradera, tampoco cabe duda alguna: John Carter, caballero de Virginia y aventurero marciano.

   Total, que tenemos peli de John Carter. Superprodución de Disney para más señas, dirigida por Andrew Stanton, debutante en el cine “con personas de carne y hueso” tras habernos maravillado a todos con opus magnas de la animación como Wall-E o Buscando a Nemo. John Carter se ciñe (más o menos) al primer libro de la serie (el ya mencionado “Una princesa de Marte”), y narra la historia de un ex-militar confederado que por circunstancias (ahí lo dejamos) viaja accidentalmente a Marte, un planeta que al parecer no es la roca inerte que nos enseñaron en clase de ciencias, sino un mundo lleno de vida, subrazas de marcianos a cual más extraña, monos gigantes de cuatro brazos, ruinas de civilizaciones perdidas, una guerra civil en ciernes, y un look general que parece una versión psicodélica de la era hibórea de Conan el bárbaro (otra obra sobre la que John Carter influyó de manera decisiva).

 

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"Estás tan tirillas que de Conan nada, Jorge Sanz conancito y gracias"

 

   John Carter es una película de aventuras de máxima ambición (se han gastado un pastizal en hacerla, y está diseñada con toda la mala idea para convertirse en el inicio de una franquicia), pero a la vez con mínimas pretensiones. O sea, que sus creadores tienen claro que no es Shakespeare, sino un entretenimiento de temporada cuya principal función es hacer que el espectador pase una tarde divertida. Esto, que puede parecer una perogrullada, no lo es tanto: ése es justo el espíritu con el que Burroughs creó a su personaje, y ése es el tono que, por ejemplo, no supo aplicar George Lucas con su nueva trilogía galáctica (un ridículo ladrillo mesiánico: Hamlet con espadas láser), ni tampoco James Cameron con la pedantería de denuncia ecológica que fue Avatar.

   Habrá quien pueda criticarle a la película su trama simplona y su tono de tebeo inverosímil (sin darse cuenta de que ahí está la gracia, precisamente), pero ése es un debate estéril. ¿Merece la pena ponerse cínico con John Carter, y acusarla de ser una abanderada más de la infantilización de la ciencia-ficción en el cine? Pues no, la verdad. Hay gente incapaz de disfrutar de las cosas sencillas sin caer en un frenesí de análisis, y ponerse a criticar los problemas de lógica interna de este tronado mega-espectáculo pulp es como criticar a La guerra de las galaxias por las explosiones con sonido en el espacio, o a Superman porque nadie se cree que un tipo pueda volar.

 

  "La larga sombra de la serie de Barsoom puede verse en personajes clásicos como Flash Gordon o Buck Rogers, y en obras modernas como La guerra de las galaxias o Avatar"  

 

   La película funciona bien a todos los niveles, sobre todo en lo visual. El departamento artístico logra transmitir la sensación de un mundo vivo y una sociedad plural, llena de razas distintas (los choques entre civilizaciones son uno de los temas que más le interesó desarrollar a Burroughs a lo largo de su carrera). Es un entorno que, aunque delirante, tiene personalidad y resulta “creíble”. Durante dos horas el espectador se olvida de lo que dicen los documentales del Discovery Channel y se sumerje en lo que propone la cinta, dispuesto a creer que en Marte hay naves voladoras, marcianos verdes, marcianos rojos y tipos calvos con poderes psiónicos.

   Buscando fijar un hilo narrativo cerrado y comprensible para el público del siglo XXI, los guionistas han tomado algunas decisiones de adaptación que, si bien podrían dar pie a la polémica, acaban por estar ejecutadas con bastante buena mano. Así, se han cercenado algunos elementos relevantes del libro (la subtrama sobre el planeta moribundo y la falta de aire), otros se han simplificado mucho (el culebrón familiar de los marcianos Tars Tarkas y Sola tenía más chicha), y se ha añadido algo de matraca de cosecha propia (se nos pormenoriza con mayor detalle el “cómo” y el “por qué” el protagonista acaba en Marte, y se incluye un “villano principal” que no aparecía en el libro, y que supone una amenaza más concreta y fácil de identificar por parte del espectador neófito). El resultado general es satisfactorio.

 

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"Puestos a copiar Star Wars, tenía que ser el circo de El ataque de los clones..."

 

   Especialmente notable resulta el trabajo realizado para dar profundidad al protagonista (en las novelas es un héroe de una pieza, infalible y perfecto hasta el punto de hacerse un tanto odioso), con ese arranque de western que nos lo muestra como una especie de renegado en plan Jeremías Johnson o Josey Wales. Si en su día pusimos a parir los intentos fallidos de otras adaptaciones pulp (Solomon Kane, Conan…) por convertir a sus héroes en vengadores torturados, en este caso está todo muy bien ligado. El trasfondo añadido a John Carter no resulta cargante, y le da la suficiente textura como para que la audiencia conecte con él. Taylor Kitsch sabe aportar a esto una interpretación carismática, muy física pero con el punto justo de vulnerabilidad y socarronería de anti-héroe. El reto no era fácil, pero no hay duda de que el muchacho sabe llenar la pantalla. Los demás personajes lo arropan de forma adecuada: todos tienen su gracia, desde los bichos digitales (solo hace falta comparar a los molones thark con los insufribles gungan de La amenaza fantasma, por ejemplo), hasta la princesa Dejah Thoris (Lynn Collins), convenientemente modernizada como enérgica heroína de acción (en el libro era un florero cuya única función era que la rescataran cada diez o veinte páginas) pero que conserva todo su ángel, su arrebatadora fascinación y su sensualidad soterrada.

   Si algo negativo cabe achacarle a John Carter es un ritmo algo irregular y cierto aturullamiento del guión en su parte central (uno puede llegar a perderse con la secuencia de alianzas y conspiraciones entre las diversas partes implicadas en la guerra). En todo caso, quejas menores para una película de este tipo. John Carter ofrece justo el tipo de espectáculo lujoso y desenfadado que prometía, sin demasiados complejos y respetando el material original de partida, que se muestra plenamente reconocible para cualquiera que se haya leído “Una princesa de Marte”. No estamos ante una obra del calado de El señor de los anillos, claro, pero Burroughs se sentiría orgulloso de ver lo bien que se lo pasa la gente en el cine con los personajes que él ideó. Y de verdad, no se me ocurre un mejor elogio que ése./>

 

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Copas de yate
     
     
 

Recomendada por Kuato a: fans del space-opera interesados en saber dónde empezó TODO.

     
 

No recomendada por Kuato a: cualquiera demasiado cazurro como para hacerse a la idea de que está viendo un tebeo.

     
  Ego-Tour de luxe por: la ocurrencia genial de inserir en la narración al propio autor de la novela, Edgar Rice Burroughs. Era una idea que se apuntaba de manera muy breve en la intro del libro, y que aquí está desarrollada enriqueciendo la historia con un tono aún más épico.
     
  Atmósfera turbínea por: que ninguna editorial española haya querido aprovechar este estreno para reeditar la IMPRESCINDIBLE obra de Burroughs, inencontrable en castellano desde hace una década.

 

 

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Que nos lo expliquen, si no creeremos que es una
mezcla de Prince of Persia, Flash Gordon y Zardoz

Walt Disney


   

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Con todo el grueso del reparto porque al
ser inglés les pilla más cerquita de casa

Londres


 

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3 Respuestas

  1. Anónimo
    Jordi Marín Castelló<br /><p>Gran comentari!</p>
  2. Anónimo
    CR9<br />Pues a mi me parecio sencillamente ridicula
  3. Anónimo
    Elsorro<br /><p>La ficsion deste author es bien bonita, yo la lei. El filme es destinto, pero tamien bello a su manera. Yo se las recomiendo a todos ustedes amigos españoles.</p>

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