LA SAGA CREPÚSCULO: ECLIPSE artículo: David Slade se baja los pantalones

David Slade se baja los pantalones

O cómo ha pasado de los vampiros cabrones de 30 días de oscuridad a los vampiros moñoncitos de Crepúsculo

Por Ray Zeta

<“Sólo filmaré la película de vampiros 30 días de oscuridad si las productoras Ghost House y Columbia Pictures aceptan que sea clasificada no apta para menores”. Declaraciones de David Slade, el hoy director de Eclipse, realizadas durante el Festival de Sitges de 2005.

Uno de los muchos atractivos del Festival de Sitges es que puedes conocer y entablar cierta relación con actores y directores poco conocidos en ese momento que luego con el paso del tiempo se convierten en estrellas. Cuando no son nadie están encantados y agradecidos de que se les dedique atención, ya sea fotografiándolos, entrevistándolos, simplemente acercándote a charlar con ellos sobre su trabajo, o incluso llevándotelos a tomar una birra al bar del hotel.

Ya les he contado la anécdota que protagonizó Jamie Campbell, el vampiro borrachito, cuando vino a presentar Luna nueva la edición pasada. Ahora nos remontaremos aún más lejos en el tiempo, concretamente al año 2005, edición en la que tuvimos la oportunidad de conocer y charlar en diversas ocasiones con un desconocido David Slade, en un momento de su vida que poco imaginaba que cinco años después protagonizaría una de las mayores bajadas de pantalones en la historia del cine fantástico.

David Slade antes y después de triunfar con Hard Candy y con el Diario de Venusville

David Slade, un tipo super afable que aparentaba mucha más edad de la que realmente contaba por ser una joven versión inglesa de Constantino Romero (o sea bajito, regordete, calvito y con barba), presentó ese año su ópera prima Hard Candy, una libre actualización de la Caperucita Roja tan sádica y morbosa que bien hubiera podido titularse la Caperucita Zorra, y con la que ganó tres premios: el de Mejor película, Mejor guión, y el del público. Slade demostró con ella que era un buen director que como diría Torpedo 1936 no se andaba con chiquitas porque las prefería bien rollizas y jamonas.

Hard Candy era toda una declaración de principios y una manera de entender el cine dura y sin concesiones, que estaba a punto de hacer extensible al proyecto con el que se le relacionaba en ese momento, la adaptación del cómic de Steve Niles y Ben Templesmith “30 días de noche”, la historia de un grupo de vampiros que acuden a una localidad de Alaska que está sumida en la más estricta oscuridad durante seis semanas, para poder alimentarse a destajo de la población.

"Sorprende que un tío de convicciones tan fuertes y con los huevos tan bien puestos, haya aceptado dirigir la saga vampírica más edulcorada, ñoña y ramplona de todos los tiempos"

Lo dijo oficialmente en rueda de prensa, y nos lo confirmó charlando amistosamente el día que ganó los tres premios por su película. Él sólo concebía los vampiros como monstruos asesinos carniceros, por lo que esa era la única manera de la que estaba dispuesto a mostrarlos en caso de que finalmente le otorgaran la dirección del cómic de Niles y Templesmith, para lo que impuso la condición ya citada de que le dejaran realizar una peli de vampiros adulta, violenta y sangrienta.

Lo que como todos sabemos así fue. 30 días de oscuridad se realizó, y Slade fue fiel a sus principios y describió a los vampiros como sádicas criaturas carniceras, monstruos sedientos de sangre capaces de partir a un tío en dos de una dentellada, devorarle las entrañas y utilizar el dedo meñique de la víctima como mondadientes.

Tanto fue así que el film recibió más de una crítica en contra por su “innecesaria violencia”, por lo que David Slade se defendió en más de una ocasión con declaraciones como ésta: “Es lógico que en 30 días de oscuridad haya sangre y carne despedazada en abundancia. Se trata de una película de vampiros, ¿no?” (Ya lo ven, genio y figura hasta la sepultura…).

De sanguinarios a moñoncitos: el antes y el después de los vampiros de David Slade

30 días de oscuridad no pasará a la historia como la mejor película de vampiros, pero no se puede negar que el director cumplió a rajatabla lo que nos prometió en Sitges. La jugada además no le salió nada mal económicamente. Partiendo de un presupuesto de 32 millones de dólares, sólo en los Estados Unidos ya recaudó más de 40, demostrando que se puede ganar dinero mostrando a vampiros feos y desagradables, en vez de atractivos y guapos como se venía haciendo mayoritariamente desde el Drácula de Bram Stoker (Entrevista con el vampiro y Dracula 2001 a la cabeza del ránking).

Sorprende pues que un tío de convicciones tan fuertes y con los huevos tan bien puestos, haya aceptado dirigir una de las entregas de la saga vampírica más edulcorada, ñoña y ramplona de todos los tiempos, por muchos ceros que tuviera el cheque que le ofrecieron. De los vampiros monstruosos que tanto predicaba, ha pasado a vampiros jovenzuelos, guapitos y blanditos como merengues, con vocación de producto para público femenino pre-adolescente. De fotos con las que ilustrar las paredes del cuartel general de una secta demoníaca, ha pasado a las que copan las portadas de las revistas de cotilleos para quinceañeras. De inspirarse en el gore más sanguinolento, ha pasado a realizar una versión vampírica de la serie Sensación de vivir…

Ni jartos de vino nos lo hubiéramos creído si nos lo hubieran dicho cuando lo conocimos hace cinco años en Sitges… Una de dos: o se ha bajado los pantalones por un cheque con más ceros que los del sistema binario, o en Summit disponen de una información secreta acerca de su vida privada, y le han chantajeado amenazándole con hacerla pública dándole a elegir entre dos opciones: dirigir Eclipse, o concederle sus favores sexuales a la escritora mormona creadora de “Crepúsculo” Stephenie Meyer./>