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SITGES 2009 reportaje: Así lo hemos visto, así lo contamos

   

Así lo hemos visto, así lo contamos

Y con la valoración global nos despedimos hasta el año que viene. ¡Por fin podremos dejar de aplicarnos colirios!

Por Beto

 

<El Festival de Sitges de este año ha traído, como se dice de la botica, un poco de todo. Globalmente sin duda ha estado a un nivel más elevado que el del año anterior, aunque no nos pensemos que ha sido la madre de todos los festivales. Hay que mejorar la calidad, que no la cantidad, ya que precisamente el hecho de que en esta edición haya habido menos películas ha permitido que se pueda seleccionar mejor qué ver.

   A pesar de todo, seguimos encontrando películas, independientemente de la sección en la que se presenten, que cantan más que Cocodrilo Dundee en la gran urbe. Ya se sabe, la presión de las distribuidoras, intereses comerciales, y bla, bla, bla. Pero que me pasen una película de artificieros militares con trasfondo psicológico como En tierra hostil, o películas como Hierro (aunque sea una buena peli) o Ingrid (una bazofia), que se deben presentar por justificar la cuota de cine español de turno, le resta credibilidad al festival. A ver se van puliendo poco a poco estos detalles y conseguimos que el festival acabe presentando películas exclusivamente de cine fantástico, de terror y de acción.

   Otra característica observada en esta edición es que el presupuesto de varios largometrajes presentados ha sido bajo comparado con ediciones anteriores. Vamos, que la crisis mundial se ha notado en el mundo del celuloide. A pesar de ello, hemos visto productos muy interesantes como Cargo, Moon, The Children y Grace, entre otras.

 

 

Los niños cabrones molan

 

   Es cierto. Desde que Chicho Ibáñez Serrador sorprendiese con ¿Quién puede matar a un niño?, las películas de niños asesinos y con instintos retorcidos atraen, qué quieren que les diga. Un claro ejemplo del camino marcado por Chicho es The Children, de Tom Shankland, una inquietante película donde los hijos de un par de matrimonios contraen un virus contagioso sólo entre mocosos que los vuelve unos asesinos a la altura de Ted Bundy, vamos. Lo mejor, la sensación de indefensión en el paraje solitario donde se desarrolla la película y la Lolita de buen ver de turno (Hannah Tointon) que ve cómo sus hermanos pequeños se vuelven unos cabronazos de tomo y lomo. Lo peor, que sea una idea ya puesta en práctica anteriormente, aunque sigue resultando interesante.

   Otra película inquietante, aunque en este caso el protagonista no sea propiamente un niño, sino su madre, es Grace, del irreverente Paul Solet. En este caso, una mujer da luz a un recién nacido supuestamente muerto debido a un accidente anterior, que sobrevive a base de mantenerse de ricos biberones… de sangre. La atmósfera de angustia que rodea al niño y al entorno en el que lo mantiene oculto su madre consigue hacer que esta película sea una de las sorpresas agradables del festival. Lo más cachondo de la película, los esfuerzos de la abuela paterna que a la vejez viruela lucha por hacerse cargo del niño para intentar amamantarlo ella.

   Para finalizar este apartado, no nos olvidaremos de La huérfana, de Jaume Collet-Serra, película que ha funcionado bastante bien en U.S.A. donde una niña adoptada por un matrimonio con dos hijos quiere acaparar la atención de los padres (especialmente de su daddy), cueste lo que cueste. Lo mejor, sin duda, la sorpresa final de la película. Lo peor, que a pesar de la sorpresa, el resto de la película es bastante previsible, aunque eso sí, es muy entretenida. Muy bien Isabelle Fuhrman en el papel de huérfana cabronceta.

 

 

El poder de la sangre

 

  Qué sería de un festival de cine de terror sin películas de vampiros. De todas formas, el género vampírico busca nuevas opciones con las que sorprender al espectador. Y a ciencia cierta que Park-Chan-wook con Thirst lo consigue. Con la vitola del premio del Jurado del festival de Cannes, Park nos muestra la historia de un sacerdote que debido a una extraña enfermedad se convierte en vampiro. Para complicar la historia el cura-vampiro se enamora de la mujer de un conocido, que al final resulta ser una arpía de narices (genial Kim-Ok-bin en el papel de mujer infiel que induce al asesinato a nuestro chupasangres). Desarrollo lento, como en la mayoría de películas de Park, pero con una buena combinación de terror y humor. Abstenerse los que esperen ver una película de vampiros a la antigua usanza.

   Totalmente diferente es la propuesta de Julie Delpy con The Countess, donde refleja desde un punto de vista histórico la vida y horrores de la condesa rumana Báthory, que para mantenerse joven sacrificó a cientos de jóvenes vírgenes para utilizar su sangre como elixir de eterna juventud. Daniel Brühl y William Hurt colboran en el segundo largometraje dirigido por Delpy. Estamos ante una película interesante desde el punto de vista histórico, pero poco inquietante y a ratos tediosa.

 

 

Los zombies no pasan de moda

   Y este hecho lo demuestra el amplio abanico de películas relacionadas con el género que nos ha ofrecido el festival. Cómo no, había que empezar esta parte del artículo por el último trabajo de George A. Romero, Survival of the Death. Y qué quieren que les diga: creo que al bueno de Romero se le han acabado ya las ideas en lo referente a la temática zombie. Lo que empezaron siendo unas películas excepcionales (La noche de los muertos vivientes, Zombie, El día de los muertos) han degenerado en una serie de películas que rozan el esperpento.

   Si bien, en su reciente El diario de los muertos se conseguía una atmósfera ligeramente inquietante, en este último trabajo nos muestran a los habitantes de una isla, enfrentados cual western baratillo, que están divididos entre los pro-vida zombie y los anti-zombie total. Los primeros prefieren tener encadenados a los zombies realizando las tareas que su cerebro les recuerda que realizaban mientras estaban vivos. Esta innovación ya la vimos en La Tierra de los Muertos, así que no se aporta nada nuevo. Además, la lentitud con que se mueven los muertos ya no asusta. Esta vía ya está agotada y espantan más los zombies que corren y te ponen en verdaderos apuros que no éstos a los que una abuela de geriátrico esquivaría con una facilidad pasmosa. En resumen: retírate ya. George.

   El caso contrario lo encontramos en La Horde, película francesa de Yannick Dahan y Benjamin Rocher, donde un grupo de narcotraficantes y policías tiene que enfrentarse juntos en una lucha a vida o  muerte en un edificio en ruinas contra una infinidad de zombies furiosos y, a diferencia de los de Romero, muy fuertes y rápidos. Vamos, un infierno del cual es misión imposible salir con vida.

 

 

   Una de las grandes sorpresas del Festival, sin duda. De Rec 2 qué comentar, que estamos ante más de lo mismo. Una película con intensidad, sensación de realismo y acción continua (sobran algunos personajes, como los niños que se cuelan en la finca, pero en fin…). El problema, que la historia ya nos la conocemos y no nos revela nada nuevo.

   También ha habido espacio para los zombies nazis, como en Dead Snow. Para finalizar con las películas de muertos vivientes, una de cal y otra de arena: Zombieland, de Ruben Fleischer es una comedia de zombies con ritmo, un reparto adecuado (me encantó Woody Harrelson como un cowboy obsesionado por encontrar unos pastelitos tipo Tigretón), muchas escenas divertidas y un cameo excepcional de Bill Murray. Por cierto, en esta película los zombies corren (al contrario de lo comentado antes de las películas de Romero). Muy divertidas las normas de supervivencia explicadas al principio de la película.

   En cambio, Doghouse, de Jake West, es otra comedia de zombies (británica en este caso), al estilo de Zombies Party, pero en malo. Un grupo de jóvenes se van de juerga a un pueblucho de mala muerte donde un virus ha transformado a las mujeres en zombies. Unos zombies ridículos, combinados con unos gags penosos hacen totalmente prescindible esta película. Y no voy a perder más tiempo hablando de Doghouse.

 

 

Vuelve la ciencia-ficción romántica

   No me estoy refiriendo a que los astronautas se den besitos y paseen alrededor de los anillos de Saturno cogiditos de la mano mientras descubren un nuevo amanecer, no. Me refiero a que vuelven las películas del género fantástico por excelencia de bajo presupuesto (supongo que debido a la crisis mundial tan comentada en todos el mundo). Este hecho, en lugar de representar un hándicap, supone el prescindir de esos efectos tan ostentosos que hacen poco creíble este tipo de películas. Se vuelve al uso de maquetas (tan denostadas últimamente), al incremento de diálogo entre personajes para tener que suplir de alguna forma tanta parafernalia que acostumbra a llenar más del 50% de este tipo de películas, a agudizar el ingenio. En resumen, vuelve el espíritu romántico e introspectivo de la ciencia-ficción (2001, Naves misteriosas, etc.)

   Como ejemplo más claro tenemos a Moon, de Duncan Jones, donde un colono contratado por 3 años en una base lunar sufre un accidente a consecuencia del cual se encuentra a si mismo clonado en la base. Una puesta en escena excepcional, unos efectos especiales alejados de películas tipo Transformers (referenciada por el mismo director en la rueda de prensa como mal ejemplo de lo que es el cine de ciencia-ficción actual), pero que cumplen su papel dignamente. El trabajo de los actores recupera el puesto que nunca debieron perder (genial actuación de Sam Rockwell), una banda sonora envolvente y un montón de escenas en las que no hace falta que haya nada espectacular para llamar la atención, sino que sólo hay que dejarse llevar por la atmósfera creada por Duncan Jones y disfrutar de la soledad del espacio. Totalmente recomendable.

 

 

   También muy interesante, sin llegar al nivel de Moon es la suiza Cargo, de Ivan Engler, una película con un presupuesto de sólo 4 millones de euros hecha de forma artesanal que tardó más de cinco años en finalizarse. Una tripulación que lleva una mercancía desconocida en un largo viaje, una serie de asesinatos que se suceden en la nave y una atmósfera sombría convierten esta sencilla película en un referente para el  cine de ciencia-ficción europeo. Con reminiscencias de Atmósfera Cero, Horizonte Final o la mismísima Alien, Engler ha dirigido, producido y escrito una aceptable película, eso sí, con un final un poco atropellado.

   Algo alejada de las anteriores, Christian Alvart nos presentó Pandorum, una película que nos muestra una nave pseudo-gótica, al estilo de Alien, donde el horror está presente en forma de criaturas devoradoras de pobres colonos que se van encontrando por los pasadizos de la nave. Acción y suspense se entremezclan sin pausa. Un puro entretenimiento que cumple su cometido. Interesante la propuesta de Alvart, ya que a medida que avanza la película la trama se va esclareciendo poco a poco hasta comprender finalmente qué sucedió con la nave y de donde salen esos aprendices de Hannibal Lecter en plan alienígena. Especialmente espeluznante la escena en que el protagonista camina entre los cuerpos dormidos de centenares de estas criaturas. Esperemos que Pandorum funcione, si no, para ver las otras dos partes de que se compone la trilogía ideada por Alvart, tendremos que leer el cómic que haga de ellas, ya que es la idea que tiene en mente en caso de no prosperar su propuesta cinematográfica.

 

 

Vendería mi alma al diablo

   Esto es lo que los protagonistas de Dorian Gray y Heartless pensaron antes de darse cuenta de su error. La primera, es un remake del clásico de 1945. Sabida es la historia del joven Gray que permanece joven e inmortal mientras sus excesos y abominaciones realizados en su larga vida se reflejan en un retrato suyo. Mala elección de Ben Barnes, que no da el callo en el papel del depravado Gray. Muy blandito, más que Timothy Dalton como 007, que ya es decir. Grandes aportaciones en cambio de Ben Chaplin y sobre todo de Colin Firth como el amigo de Gray que le induce al mundo de la lujuria (pecadorrrrrr). Una muy correcta adaptación pues, con una puesta en escena más que aceptable.

   Por lo que respecta a Heartless, de Philip Ridley, es una de las sorpresas agradables del festival, con un Jim Sturgess que parece el rey Midas, ya que convierte en oro (hasta el momento) todas las interpretaciones que realiza (Across the Universe, 21 Blackjack, 50 hombres muertos...). En esta cinta, un joven traumatizado por una extraña pigmentación en la cara (o sea, unas manchas feas del carajo), y rodeado de una atmósfera violenta en su barrio, se cruza con el Diablo, que le propone cambiar su vida (vamos, quitarle las manchas de la jeta), a cambio de que le realice un “favorcillo” de nada: pelar a un pobre infeliz un día y hora determinados. No diré más, sencillamente recomendable.

 

 

 

Oriente sigue teniendo su peso

   Ya hemos hablado de Thirst, pero no podemos olvidarnos de hablar de otros grandes maestros del cine asiático como Takashi Miike, que hizo doblete presentando la segunda parte de su película de pandilleros Crows II. Más acción si cabe, con escenas de lucha espectaculares. Por otro lado, nos sorprendió con la esperada Yatterman, adaptación de una serie animada japonesa, donde Takashi Miike nos deleitó con su faceta más divertida. Una recreación muy lograda, con una cascada de luces y fantasía, consiguiendo hacer sentir al espectador que está frente a un anime con personajes reales, incluyendo el toque picarón característico de ciertos personajes.

   Por lo que respecta al cine oriental de acción, destacar por encima de todas a Vengeance, de Johnny Too. El éxito de la película se vislumbró desde el inicio del pase, con un público entregado ante cualquier atisbo de acción. El argumento simple pero efectivo: un hombre con pasado oscuro (Johnny Hallyday) contrata a una banda de asesinos a sueldo para vengar la muerte de su yerno y sus nietos a manos de un mafioso. Escenas de acción combinadas como si fuesen una coreografía estudiada a fondo y unas buenas dosis de tiros conforman el menú que Too nos presentó con un éxito indudable.

 

 

Recomendables e inclasificables

 

   Mr. Nobody, de Jaco Van Dormael nos muestra los diversos caminos que hubiese seguido la vida del protagonista (un gran Jared Leto) si, en el momento de la separación de sus padres, hubiese decidido irse con uno o con otro. El único pero: se nos muestra un abanico tan grande de posibilidades que nos llega a marear. Aún así, estamos ante una historia entrañable y a ratos divertida.

   Totalmente sorprendente y transgresora es Canino, o conocida en el festival también como “la película griega” (será porque ver una peli griega en Sitges es más difícil que Richard Chamberlain vuelva a encarnar a Alan Quatermain, digo). La historia es alucinante: un padre de familia mantiene encerrados, en connivencia con su mujer, a sus tres hijos ya peluditos en casa. Desde pequeños les ha hecho creer que fuera de la finca donde viven existe un mundo feroz al cual no pueden salir hasta que no se les caiga el diente canino y se entretienen en casa a base de premios y juegos absurdos, ya que no tienen ningún contacto con el mundo exterior (tele, radio, etc.). La sumisión a sus padres es tal que el hijo mayor, que ya está en edad de chingar, mantiene relaciones sexuales con una mujer que el padre trae expresamente a casa, echa el polvete de turno y se las pira. Por mucho que comente de esta cinta, lo mejor es verla y juzgar por uno mismo.

 

 

Si puedes, no las veas

   Como en todo festival hay películas que decepcionan, y en esta edición no podía ser de otra forma. Y mira por dónde, una de ellas ha sido premiada a la mejor dirección. Estamos hablando de Kinatay, de Brillante Mendoza, que repite premio a la mejor dirección, ya que también lo ganó en Cannes. Fácil de resumir: un pringadillo aprendiz de policía filipino acompaña a un grupo de narcotraficantes a apalizar y descuartizar a una prostituta que les debía dinero. El muchacho mira con cara embobada toda la secuencia de acciones brutales, no hace nada por evitarlo, y al finalizar la tarea se marcha a casa. Fin. La mitad de la película se la pasan viajando en furgoneta, de noche y sin hablar. Creo que como decía Bernd Schuster: “No hace falta decir nada más…”.

   Tampoco hace falta perder tiempo viendo Ne te retourne pas, por mucha Mónica Bellucci i Sophie Marceau que salgan. No entraré en detalles, pero la historia gira en torno a la transformación del entorno y de la fisonomía de la protagonista a lo largo de una cinta interminable. ¡Vaya paliza, por dios!

   Otra que tal baila es Timer, de Jack Schaffer, una comedia de las tontas en la que lo único fantástico es un brazalete que llevan las personas en la muñeca que les indica la facha exacta en la que conocerán al amor de su vida. La tía está muy buena, sí, pero qué quieren que les diga, para ver tías buenas me cojo una peli porno y ya está, que además saldrán ligeritas de ropa, ¿no?

 

 

   También decepcionó Cold Souls, de Sophie Barthes, donde Paul Giamatti se interpreta a sí mismo como John Malkovich hizo en Cómo ser John Malkovich. No nos engañemos, estamos delante de otra comedia, ya que la historia gira en torno a la pérdida del alma de Giamatti, que la había depositado previamente en una especie de banco de almas para no tener que soportar el peso que le suponía llevarla encima.

   Personalmente creo que se tendría que hilar más fino a la hora de seleccionar películas en el festival. Un ligero componente fantástico que encubre una comedieta del tres al cuarto no puede justificar su inclusión en el festival, y menos en horarios de máxima asistencia.

   Me dejo para el final a un gran bluff como Actividad paranormal. Vaya campaña de márketing más engañosa, con esas imágenes de gente cagada de miedo mientras ve la película, o por las declaraciones del director, cuando en realidad NO PASA NADA durante toda la película. Cuatro cosas que se mueven, tres ruidos indecentes (todo grabado al estilo Bruja de Blair pero sin la angustia ni originalidad de ésta) y un susto final ridículo. Mención especial para el parapsicólogo que huye como una nenaza al ver que el tema le supera. De pena. Como resumió un espectador al final del pase de la cinta a grito pelado: ¡Vaya forma de vender humo!/>

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