THE INNOCENTS crítica: Cuando la maldad infantil sale a relucir

Niños con superpoderores, algunos angelitos, algunos cabroncetes, pero niños con superpoderes

Cuando llega el verano noruego a una ciudad dormitorio, donde la gente tiene poca capacidad económica para marcharse de vacaciones al sur, los críos aprovechan las largas horas de luz solar para campar sin control familiar por los alrededores. Largos momentos sin actividades concretas en que concentrarse dan para que esos niños echen su imaginación a volar. “¡Fantástico!”, afirmaría cualquier psicólogo infantil, salvo que, en ocasiones, esas pequeñas mentes desarrollen los pensamientos más atroces. Precisamente ese es el entorno en que suceden los acontecimientos de la película The Innocents del director Eskil Vogt. En ella, algunos infantes descubren que su mente dispone de un poder sobrenatural, lo que no augura nada bueno.

Obviamente, The Innocents es una película del género fantástico, ya que desde los años del doblador mental de cucharas Uri Geller, todo el mundo sabe que las hazañas de los magos tienen truco. Pero también es una película con pinceladas de terror, pues es sabido que en la mente de los niños habitan pequeños seres diabólicos que aún no tienen el contrapeso adulto de los pequeños seres bondadosos. Además, la película tiene un fuerte carácter social por la descripción de los ambientes familiares en una barriada de gente humilde. Por último, y no menos trascendente, la película realiza una aproximación de los problemas y complejidades que significa para una familia que uno de sus miembros juveniles sufra de autismo.

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La mayor virtud de la película es que genera una atmósfera inquietante y es descarnada en la recreación de diferentes situaciones en las que intervienen los niños. Y la clave es precisamente que son niños los protagonistas. De niños te esperas pequeñas travesuras, algunas con cierta maldad, eso sí, pero verlos realizar actos tan reprobables, incluso para una persona mayor, cuesta de asimilarlo al espectador. Y si esos actos se producen en un entorno normal, en situaciones corrientes, el espectador no puede agarrarse a los clichés del cine fantástico o de terror que le permitan relativizar las imágenes que está viendo. En definitiva, le película lleva a un estado de desasosiego considerable.

“The Innocents lleva a un estado de desasosiego considerable”

El éxito de la producción no sólo se debe al guion y dirección, sino que el casting ha sido fundamental. Siendo una película noruega resulta comprensible que encontrar una niña rubia platino, con mirada de hielo y aspecto turbador fuera relativamente fácil. Más complicado se antoja haber encontrado una actriz joven capaz de representar a una niña con trastorno autista importante (también rubia, claro está). En cualquier caso, la escogida lo borda. En cambio, encontrar un niño inmigrante asiático para el personaje de la mente poderosa habrá sido más complicado y es la clave de que la película funcione. Su oscilación entre momentos de maldad destructiva hacia los demás y momentos de fragilidad interior es perfecta. El resto del elenco en papeles secundarios cumple bien, aunque con algún altibajo.

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La parte menos convincente de la película es cuando ésta se adentra claramente en el terreno del terror. Esas escenas no acaban de estar al mismo nivel que el resto y los efectos visuales son pobres. Por suerte no abundan y no distorsionan el conjunto. Quizás hubiera sido mejor filmarlas únicamente desde un punto de vista externo y no intercalar imágenes desde la perspectiva interna de los personajes poseídos. La película incluye momentos terroríficos, pero clasificarla como una película de terror es absurdo.

Un clásico que se repite a menudo es que el ser humano no utiliza más que una pequeña parte de su capacidad mental. Pero bastante desaguisados lleva a cabo usando esa pequeña parte como para pensar que usando el resto la cosa iría le iría mejor a la humanidad. Además, por suerte, es dudoso que entre esas capacidades infrautilizadas esté la de mover objetos a distancia, poseer mentes ajenas o incluso la de matar. Lo que sí es realista, es que en la mente de la gente con trastorno autista haya un gran potencial que, por alguna razón, no tenga la posibilidad de expresarse. En la película, ese potencial aflora de manera temporal y conduce al reconfortante desenlace.

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