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SITGES 2018 crónica 5: Donde viven los monstruos

Dragged Across Concrete; Freaks; Tumbbad; The House that Jack Built

CHEMA PAMUNDI

La sala Tramuntana existe desde hace cinco o seis ediciones del festival de Sitges, como una buena idea implementada de manera regulera. Esa buena idea consistía, originalmente, en habilitar una sala extra de proyecciones exclusiva para la prensa en las propias tripas del hotel Melià, con sesiones adicionales que permitieran a los medios acreditados complementar los pases del Auditori, el Retiro y el Prado, y cubrir así el certamen de manera más ordenada, más completa y menos sacrificada. La implementación regulera viene porque, tras una primera edición de prueba, la organización empezó a preguntarse qué ocurriría si abriese la Tramuntana al público, con entradas a la venta un euro más baratas que en el Auditori. La respuesta fue el llenazo en muchas de las sesiones, lo cual significó más ingresos para el festival (que siempre ha vivido obsesionado por hacer caja para cuadrar sus cuentas), lo cual a su vez devolvió a los acreditados al punto en el que estábamos antes de que existiera la Tramuntana: carreras, madrugones y películas con tickets agotados.

Hay que decir, de todos modos, que la Tramuntana nunca ha sido un espacio óptimo para proyectar cine. Es una sala de actos estándar, con el suelo a nivel, una grada elevada al fondo y una pantalla tan mini que los subtítulos tienen que ponerse arriba para que no queden tapados por las cabezas. La visibilidad y el sonido son justitos, las butacas crujen cosa mala, y a menudo se oye al personal del hotel hablando al otro lado de los plafones de la pared. Este año, además, hay que sumarle un nuevo factor brasa: la presencia de acomodadores de la organización que guían a la gente hasta los asientos vacíos una vez apagadas las luces. Porque, en efecto, el festival ha decidido saltarse esa norma propia que hasta ahora prohibía acceder a las salas con la sesión ya empezada. Es decir, que los primeros quince minutos de cualquier película proyectada en la Tramuntana los ves rodeado de peña moviéndose arriba y abajo en la oscuridad, con linternas, que parece que estén buscando al puto E.T. La diferencia entre la sala Tramuntana que nos prometieron cuando sólo era un proyecto y la que hemos acabado teniendo en realidad, serviría para ilustrar ese meme de “Cuando lo pides por Ali-Express vs. Cuando te llega a casa”.

Las cuatro películas de hoy:

 

DRAGGED ACROSS CONCRETE (S. Craig Zahler, EUA, 2018)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Dos policías a los que acaban de suspender (Mel Gibson y Vince Vaughn) deciden dar un palo a unos hampones que están preparando algo gordo, y quedarse con el botín. Obviamente, la cosa se acaba saliendo de madre en todas direcciones. El problema es que tarda 100 minutos de metraje en hacerlo. En una edición de Sitges a la que ya podríamos empezar a referirnos como “el año de las películas demasiado largas”, Dragged Across Concrete se lleva la palma. En el caso del director S. Craig Zahler eso ya es un sabor adquirido, porque ni Bone Tomahawk ni Brawl in Cell Block 99 eran precisamente ligeritas. Es decir, que o te gusta su propuesta o no te gusta, pero no entras al cine engañado. Aquí vuelve a insistir en el mismo universo de cine negro moderno que ya exploró en Brawl in Cell Block 99, lleno de gentuza dispuesta a aplicar la violencia más contundente para lograr sus fines. Es un mundo duro y eminentemente masculino, en el que las mujeres no tienen cabida salvo como víctimas colaterales de esa violencia. En Dragged Across Concrete hay un ejemplo de manual de “estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado”. Toda la película, en realidad, habla de las decisiones equivocadas y de lo hijo de puta que puede llegar a ser el destino.

 

SITGES 2018

"Así me quito la espina de no haber hecho Arma letal 5"

 

Dragged Across Concrete es, ya lo he dicho, muy prolija. Lo es para lo bueno y para lo malo. Lo malo son unos diálogos sobre sándwiches y teorías de porcentajes que ya son demasiado marca blanca de Tarantino (hay que ver el daño que ha hecho al cine negro, sin pretenderlo, el “tarantinismo”), y un patrón dramático que empieza a parece un pelín previsible: si has visto la filmografía previa del director, te imaginarás cómo va a acabar la cosa a los diez minutos de que empiece. Lo bueno, un Mel Gibson descomunal en un papel tan a su medida que no tiene ni que esforzarse en interpretarlo, y que tras hora y media de planteamiento metódico (que si bien no molesta sí que se podría haber recortado tranquilamente a la mitad), Zhaler es igual de metódico narrando la cojonudísima escena-clímax. Dragged Across Concrete es quizás su propuesta menos interesante hasta la fecha, pero sigue siendo un sólido thriller de polis y cacos de la vieja escuela.

 

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

 

FREAKS (Zach Lipovsky y Adam B. Stein, Canadá, 2018)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Un padre y su hija viven encerrados en una destartalada casa en medio del que, por lo demás, parece ser un barrio residencial la mar de cuco. La cría, de siete años, nunca ha salido a la calle. El padre sólo sale cuando le resulta imprescindible para conseguir víveres, y se pasa el resto del tiempo entrenando a su churumbela en el recitado de una biografía ficticia que le ha obligado a memorizar, a la espera de que llegue el día en que pueda salir a la calle haciéndose pasar por “normal”. ¿Qué está ocurriendo en Freaks? ¿Es una pandemia zombie? ¿Es una invasión alienígena? ¿Es todo la ilusión de un padre esquizofrénico? ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? Como suele decirse en los clickbaits, “La respuesta te sorprenderá”.

 

SITGES 2018

"Que vaya preparándose Jean Grey en la nueva de X-Men, que voy"

 

Alguien debería comprarles a Zach Lipovsky y Adam B. Stein la idea genial que da sentido a Freaks, y hacer con ella la película como dios manda que Freaks no consigue ser. No lo consigue porque trata de compensar sus limitaciones presupuestarias dando la chapa al espectador con personajes que no se callan ni debajo del agua (sale más barato que un actor cuente lo que está pasando, que tener que mostrarlo en pantalla), porque su decorado casi único aburre, porque el guión da demasiadas vueltas sobre sí mismo y porque la idea genial a la que me refería antes no se revela por completo hasta que a la película le quedan veinte minutos para acabarse. Una pena, porque esos veinte minutos molan mucho, y porque la niña protagonista, Lexy Kolker, se casca un tour de force interpretativo notable (incluso cuando comparte escenas con Bruce Dern, la miras todo el rato a ella). En una edición más floja del festival de Sitges, Freaks podría ser un título a destacar, pero con el nivel tan alto que estamos teniendo, las comparaciones la acaban desluciendo.

 

Venusentencia: Dos Caras Harvey

INF VNV 3

 

TUMBBAD (Rahil Anil Barve y Adesh Prasad, India, 2018)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

En la villa de Tumbbad, en un recóndito rincón de la India, viven una madre viuda y sus dos pequeños hijos, en un estado de pobreza bastante alarmante. Uno de los chavales está empeñado en encontrar un tesoro de monedas de oro que, según las leyendas, se encuentra en “las entrañas de la Madre Tierra” y está custodiado por una criatura mitológica, el hijo de una diosa de la antigüedad. El chaval pasará el resto de su vida visitando el “dungeon” a fin de irse llevando poco a poco el tesoro, haciéndose cada vez más rico y depurando sus métodos para evitar los peligros que acechan allí abajo, pero al mismo tiempo obsesionándose de manera creciente con el asunto.

Con todas las limitaciones que cabe esperar de una pareja de directores debutantes y de una filmografía como la hindú, que cuando se mete en el territorio del fantástico suele producir comedias involuntarias difíciles de soportar en estado sobrio, Tumbbad es una mañosa historia de fantasía/terror/pulp/leyendas hindúes (o sea, no podemos quejarnos de que “esto ya esté muy visto”), con una mitología interesante, una puesta en escena notable y unos efectos especiales sencillos pero atmosféricos.

 

SITGES 2018

"Cada día lo ponen más difícil para llegar a la casa de putas"

 

Uno de los principales aciertos de la película es que la acción transcurra a lo largo de 30 o 40 años, en los que vemos al protagonista pasar de niño miserable a adulto potentado, que incluso acaba poniendo a trabajar a su servicio al usurero que en su juventud le compró las primeras monedas extraídas de la cripta.  Eso le da al relato una profundidad adicional y cierto tono épico que le vienen muy bien. Si algo le falta a Tumbbad es algún tipo de reflexión, parábola o enseñanza que eleve el conjunto. Es como un cuento de "Las mil y una noches" sin moraleja. Aún así, y si uno se la mira con las expectativas adecuadamente bajas, descubrirá una historia de ladrones de tumbas simpática y con un clímax final de lo más resultón.

 

Venusentencia: Dos Caras Harvey

INF VNV 3

 

THE HOUSE THAT JACK BUILT (Lars von Trier, EUA, 2018)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Hay dos opciones a la hora de enfrentarse a The House that Jack Built: la “opción A” es tomársela simplemente como la exposición pública de las tripas del director Lars von Trier, incluyendo su supuesta misoginia, su condición autoimpuesta de demiurgo (y por lo tanto de pedante extremo), su amplia colección de fobias, sus devaneos ideológicos con el nazismo y esa fama de ogro social que tanto rechazo provoca entre muchos de sus colegas. Si la vemos así, no hay nada que discutir sobre ella, porque es von Trier diciéndote “Este soy yo, y si no te gusta te jodes”. La “opción B” es verla como un slasher con mensaje (aunque en realidad sea lo contrario: un manifiesto con rebozado de slasher), en cuyo caso podríamos hablar un poquito de cine. Dado que a mí personalmente el ser humano/personaje público von Trier me importa tres cojones, pues en esta reseña voy a intentar hablar de cine.

The House That Jack Built cuenta la historia de Jack (Matt Dillon, más allá de lo impecable), un asesino en serie tan brutal como caótico, una especie de “perfeccionista espontáneo” capaz de limpiar la escena de un crimen una docena de veces para asegurarse de no dejar ni una huella, y acto seguido llevarse el cadáver atado a una cuerda, arrastrándolo por las calles con su furgoneta porque, mira, se le acaba de ocurrir. La peli se estructura a partir de cinco pasajes biográficos de la vida de Jack, teóricamente elegidos por él al azar (ni de coña; Jack es el típico “narrador sospechoso” que cuenta en todo momento lo que le conviene), gracias a los cuales tenemos acceso directo a su mente y sus ideas sobre el asesinato visto como un pasatiempo cuya planificación, ejecución y detalles podrían convertirlo (en opinión del protagonista), en una forma de arte, o como mínimo en un comportamiento tan naturalmente humano como pintar un cuadro. Jack dialoga durante toda la cinta con otra voz en off, a la que conocemos como “Verge”, que le rebate constantemente su visión autoexculpatoria, poniéndole ante los morros la realidad de sus aberrantes actos.

 

SITGES 2018

"Hasta que Lars von Trier no acabe de explicar la diferencia entre cerca y lejos, no salgo"

 

La acción se detiene a menudo para escuchar las digresiones de Jack ligando temas como la arquitectura, los diversos métodos de producción del vino dulce o el terror psicológico que causaban los aviones stuka durante la 2º Guerra Mundial. Esto, lejos de ser un elemento novedoso, ya se ha utilizado en obras similares como la novela "American Psycho" (en la que el protagonista, entre crimen y crimen, podía cascarse un capítulo entero comentando la discografía de Whitney Houston). The House that Jack Built discute hasta qué punto nuestras barreras morales son constructos arbitrarios, lo cual parece quedar curiosamente reforzado por algunas escenas que ponen en evidencia al propio espectador: pese a todo el sadismo que vemos en pantalla, el único momento en que la platea del Melià ha expresado angustia ha sido cuando el psicópata, siendo niño, le corta la pata a un polluelo de pato con unas tijeras de podar. Con el resto de las muertes, aplausos cómplices. De hecho la mayoría de los crímenes de Jack causan extrañeza, más que otra cosa (incluso cuando cruza la línea roja del mal gusto, matando niños). Sólo uno de ellos, en el que Jack está más implicado emocionalmente con la víctima, llega a generar verdadera angustia. Siendo Von Trier el cabronazo que es, cuesta pensar que esto sea casual.

La película se cierra con un descenso a los infiernos (y no precisamente metafórico), en el que Jack parece concluir que lo único que cuenta es seguir adelante, que no va a pedir perdón por ser quien es y que se mea en quien no le entienda. O sea, como el director danés, del cual Jack no es otra cosa que un avatar de trazo expresamente grueso y autoparódico. Mierda, al final he acabado reseñando la película según la “opción A”. El puto von Trier me ha vuelto a llevar exactamente por donde él quería...

 

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

 

SITGES 2018

 

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