EL JUEGO DE ENDER crítica: Jugándosela a O.S.C.

Jugándosela a O.S.C. Ender matamoscas y mosquitos, mata los aliens Insectores que amenazan la Tierra bien muertos Por Víctor Parkas

<Que me haya gustado El juego de Ender (película a la que llegué ajeno a su hype y al libro que la da título) es una rara avis incluso para mí mismo: una impersonal vuelta al maniqueo ciclo del héroe donde las batallas que se suceden son virtuales y por ello no encaja en ninguno de los terrenos cinematográficos propicios para mi comodidad como espectador; aun así, como todos los buenos films de ciencia ficción, la película de Gavin Hood habla del presente mejor que cualquier otra cinta asentada en la actualidad: el ensayo virtual permanente de Ender es el mismo que el que practicamos ignorando una conversación real mediante otra vía WhatsApp o las pintadas reivindicativas que ahora sólo nos atrevemos a cometer en Twitter. El juego, por lo tanto, es tan nuestro como de Ender.

   Los estadios o set pieces de la película son igual de fronterizos que los de un videojuego: la cinta comienza como una película de bullies versus nerds, sigue como la versión para todas las edades de La chaqueta metálica y alcanza su clímax con (sic) el último de los numerosos juegos que inundan el metraje. Durante el mismo, las referencias localizables van de los X-Men (el lugar de entreno de los críos nos evoca a la sala de peligro donde hacen lo propio los pupilos de Xavier), a Minority Report (y su juego no-manual con las pantallas), pasando por District 9 (la fisonomía de los extraterrestres a batir es más que cercana a los de la película de Blomkamp).

"Tranquilo, no la cagaremos como en After Earth porque no somos padre e hijo"

   Si el gran cebo para atraer al público a verla es colocarle la etiqueta de “la-nueva-de-Harrison-Ford-en-el-espacio”, la presencia del protagonista de Blade Runner es escasa en minutaje y brillantez; es Asa Butterfield el que levanta y mantiene el interés de la película, con un derroche de carisma que -atención- consigue superar al de su compañero de reparto Ben Kingsley. Realmente, en su viaje no sólo se gana el respeto de sus compañeros de empresa tanto como para liderarlos, sino que a nosotros también nos tiene en el bolsillo desde su primera sentencia. Y el traje espacial es mucho, mucho más chulo que el maldito pijama rallado.

   El juego de Ender reivindica la ciencia ficción de línea más dura en todo momento, sin flirtear con ningún otro género para aligerar la cinta en sus casi dos horas de duración. En maneras, los títulos que se le podrían asemejar van de lo apolíneo de 2001: Una odisea en el espacio a lo dionisíaco de Yo, robot; en alardes, el carácter mesiánico con el que tiene que lidiar Ender por imposición del mundo adulto es el mismo que padece -por poner un ejemplo de los miles aplicables al ciclo del héroe ya mentado arriba- Luke Skywalker en Star Wars: abandono del hogar, entreno y vuelta al equilibrio de lo que demonios sea en cada caso.

"Que sea la última vez que trabajas con Martin Scorsese y no nos dices nada"

   Es bastante paradójico que la obra de Orson Scott Card haya acabado transformada con esta película en una oda a la empatía para con lo desconocido, cuando es bien sabido que el autor es un homófobo reconocido y practicante. No podemos jalear “gol” sin, como ya he dicho, conocer la fuente original de la que parte la película, pero que el abrazo con el mainstream que O.S.C. da y recibe (uhm) con El juego de Ender anote resultados como los que trazan sus últimos veinte minutos es de una justicia poética que sólo podría superar un morreo entre Ford y Kingsley mientras votan a los demócratas en las primarias.

   Desvelar lo que hace grande a El juego de Ender sería como abrir la caja empaquetada por Kevin Spacey en Seven antes de comprar la entrada en taquilla, y más de lo que una vulgar reseña como la que leen tiene en su lista de cometidos. Sí que podemos cantar las alabanzas por su intachable actitud de película sci-fi que no se avergüenza de ser eso y nada más que eso, el magnífico trabajo que en ella desempeña Asa Butterfield/Ender sin el balbuceo condescendiente que haga referencia a su juventud, y al acierto de hacer una peli de teens que no trata a los mismos ni a nosotros como alumnos de diversidad. Gavin Hood ha ganado la partida y, además, para convertir la película en saga le sobran algunas monedas que relucen brillantes al final de la misma. Insert coin, Gavin./>

INFORME VENUSVILLE
		Sentencia Quaid: Copas de yate
		Recomendada por Kuato a: fans de la ciencia ficción pura y pristina
		No recomendada por Kuato a: padres acompañados por sus retoños que piensen en el film como la versión sci-fi de la saga Harry Potter.
		Ego-Tour de luxe por: un Asa Butterfield que crece, como actor, largometraje a largometraje.
		Atmósfera turbínea por: la voz nasal que fuerza Harrison Ford durante toda la película.

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