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SITGES 2014 crónica día 4: Demonios interiores

Demonios interiores

Cuarto día: Starry Eyes; A Girl Walks
Home Alone at Night; Cold in July; `71

Por Chema Pamundi

 

<¿Decía ayer que hasta el accidente más nimio puede acabar influyendo en la selección de títulos que uno se acaba tragando en el festival? Pues tal cual. Hoy me he equivocado de tren y en vez de irme a Sitges he acabado en el aeropuerto de El Prat, como el perfecto idiota que soy. Iba tan ensimismado tomando notas para la crónica y consultando el programa de mano, que no me he dado cuenta de la cagada hasta que he levantado la cabeza y he empezado a ver por la ventanilla aviones de pasajeros aparcados a derecha e izquierda ("coño, cómo ha cambiado el puerto del Aiguadolç"). En ese momento he sido consciente de que mi primera película del día empezaba en cuestión de diez minutos, y mi mente afectada por la falta de sueño (llevo durmiendo una media de 4 horas al día desde el viernes) ha llegado a preguntarse por un microsegundo si en el Prat habría algún servicio de helicópteros de alquiler, que me pudiera llevar hasta Sitges y dejarme caer a la entrada del Auditori en paracaídas. Como os lo cuento.

   Total, que he acabado perdiéndome dos de las películas que tenía previstas para hoy, y a fin de recuperarlas voy a tener que tirar de tickets y hacer encaje de bolillos con parte de la programación de los próximos tres días. Por suerte, en el festival de Sitges siempre hay algo que merece la pena ser visto...

 

 

Starry Eyes (Kevin Kölsch, Dennis Widmyer. EE.UU., 2014)

> STARRY EYES ficha, fotos y tráiler

 

<Starry Eyes me ha puesto de mal rollo ya desde la primera escena, sin necesidad de construir mucha narrativa ni dibujo de personajes. Me ha bastado con ver a la protagonista Sarah, una aspirante a actriz cinematográfica sin demasiado talento, perder los nervios durante una audición (la escena es verdaderamente angustiosa: la muchacha tartamudea, se hiperventila hasta el punto de ni siquiera poder leer su hoja de diálogos, se queda en blanco, lloriquea... y para acabarlo de adobar, cuando ha pasado todo se auto-castiga tirándose del pelo hasta arrancarse mechones enteros). Está claro que Sarah no tiene madera para triunfar Hollywood, pero también está claro que va a llegar hasta donde sea necesario para lograrlo. Sí, hasta donde sea necesario. Incluyendo soportar vejaciones diversas para hacerse con el papel protagonista en "The Silver Scream", película de terror de serie B de una extraña productora que tiene pinta de ser una tapadera para algo infinítamente más oscuro, peligroso y... demoníaco.

   Starry Eyes guarda muchos paralelismos con Contracted, cinta que vimos en Sitges 2013. En ambos casos asistimos a la paulatina degradación física y psicológica de la protagonista, con todo lujo de detalles gruesos (descomposiciones corporales varias) y altas dosis de patetismo. Pero si acaso, Starry Eyes es una especie de versión mejorada de esa misma idea, con un tono más uniforme (aunque sea más loca, lo es desde el principio) y un final mucho más redondo (Contracted descarrilaba de mala manera en sus últimos diez minutos).

 

"Ahora sé por qué para dormir cuento ovejas mutantes en vez de corderitos"

 

   Aparte de su capacidad para generar dentera, de su estupenda cinematografía (pocas veces Los Angeles ha lucido como una ciudad tan inhóspita, amenazadora y fea), y de su feroz discurso sobre el precio de la fama en una profesión en la que fracasar equivale a ser rechazado a todos los niveles (los amigos de Sarah son una caterva de hijos de puta que se dedican a ningunearla en vez de darle apoyo moral), la película aporta una nueva vuelta de tuerca al cine de pactos diabólicos: en la mayoría de estas películas pagas un precio (generalmente tu alma) y a cambio obtienes una recompensa. En Starry Eyes la cosa es bastante más jodida: si Sarah quiere acabar con la agonía que literalmente le está pudriendo las entrañas, no le va a quedar más remedio que aceptar el trato que le proponen los acólitos del maligno. "Pague ahora y lléveselo después". Esto ya es lo último, no te puedes fiar ni de Satanás...

 

 

Sentencia Quaid: Copas de yate

 

 

 

A Girl Walks Home Alone at Night (Ana Lily Amirpour. EE.UU., 2014)

> A GIRL WALKS HOME ALONE AT NIGHT ficha, fotos y tráiler

 

   En la ficticia ciudad iraní de Bad City, una joven vampira ataviada con una especie de capa-hiyab y montada en un monopatín recorre cada noche las calles, en busca de cuellos que churrupar. Paralelamente, un muchacho con aspecto de James Dean musulmán vive hostigado por un mafioso local al que no puede pagar la deuda contraída por su padre, un yonqui bastante incurable. Una noche el chico sale de una fiesta de disfraces, borracho y vestido de vampiro, y se encuentra con la vampira auténtica. Evidentemente, estaban condenados a hacerse tilín el uno al otro...

   Tengo una noticia mala y una buena sobre A Girl Walks Home Alone at Night. La mala es que, sintiéndolo mucho, no es ni por asomo la película que vaya a salvar el cine de vampiros moderno (si digo esto es porque lo he leído en más de una crítica). La buena noticia es que no lo pretende en absoluto. Lo único que pretende, y que consigue sobradamente, es contar una sencillísima historia de amor entre dos personajes que se sienten tan vacíos y tan solos, que el hecho de que él sea un humano y ella una vampira les parece un escollo perfectamente salvable. "Bueno, nadie es perfecto", que diría Billy Wilder. Ya se las arreglarán, oye. El caso es quererse.

 

"Pónganme un par de orejas puntiagudas y seré Batman versión vampira"

 

   Todo esto está contado desde unos postulados indies de presupuesto absolutamente precario: fotografía en blanco y negro muy contrastada (que no solo disimula austeridades de puesta en escena sino que da a la historia una textura de novela gráfica que le sienta como un guante), cuatro actores (más un gato), un coche, un par de localizaciones y arreando. A Girl Walks Home Alone at Night es la obra de una directora de guerrilla, empeñada en hacer cine como sea. Probablemente se habrá visto Down by Law y La ley de la calle doscientas veces, pero simplemente las utiliza como inspiración estética desde la cual crear algo lo más personal posible. A partir de aquí, la película no tiene la culpa de que el hipsterismo militante se haya puesto a enredar tratando de elevarla a la obra maestra que no es. Es una buena primera película, un debut prometedor. Nada más y nada menos.

   Eso sí, la escena en la que ambos personajes tontean por primera vez, en el piso de ella, con la canción "Death" de los White Lies sonando de fondo, es seguramente el momento de pasión amorosa más bonico que he visto en una sala de cine en todo el 2014. Ahí, durante cuatro minutos, se para el tiempo. Ahí sí que Ana Lily Amirpour muestra síntomas de ser un verdadero diamante en bruto como directora. Mierda, después de todo puede que yo también sea un puñetero hipster...

 

 

Sentencia Quaid: Copas de yate

 

 

 

Cold in July (Jim Mickle, EE.UU., 2014)

> COLD IN JULY ficha, fotos y tráiler

 

   A veces, la mejor forma de ser original es ceñirse lo más posible a los patrones de toda la vida. El director Jim Mickle lo sabe bien, y así Cold in July empieza como un home invasion de manual, pero bien pronto empieza a esquivar los tópicos de dicho subgénero mutando en drama costumbrista, en thriller de venganza, en buddy-buddy movie y en comedia negra. Todo desde una óptica muy clásica, sí, pero es en la ajustada mezcla de todos esos elementos en donde Cold in July consigue encontrar una voz propia.

   En fin, dejémonos de leches: básicamente, Cold in July es un thriller rural de ambientación tardo-ochentera, secamente violento, muy bien narrado y fotografiado, y fantásticamente interpretado por un sudoroso Michael C. Hall (conocido por ser el psicópata televisivo Dexter), un Sam Shepard cincelado en piedra y un Don Johnson que prolonga la vena sardónica ya vista en títulos como Machete o Django desencadenado, y que está pidiendo a gritos que reevaluemos su talento como actor de reparto.

 

"Listos para rodar Dos duros sobre ruedas 2 cuando gusten"

 

   La historia de Cold in July arranca con el protagonista Richard Dane, un esposo y padre de familia de lo más normal (regenta una tienda de marcos en un pequeño pueblo de Texas), convertido en una especie de héroe local tras liquidar casi por accidente a un ladrón que entra a robar en su casa, y con el padre de éste, un peligroso ex-convicto, apareciendo de la nada para vengarse de Richard y su familia. Sin embargo, lo que en otras películas daría para llenar 90 minutos con el típico juego entre el gato y el ratón (todos hemos visto El cabo del miedo, ¿no? Pues eso) aquí es solo el planteamiento, a partir del cual la historia pega un volantazo tras otro, a cual más sorprendente pero todos perfectamente integrados en una trama que nunca aburre, se estanca ni se hace implausible, hasta culminar en el previsible baño de sangre final. Mafiosos, polis corruptos, middle-men obligados a tomar las armas porque alguien tiene que impartir justicia en este puñetero mundo, y un montón de arquetipos más sacados de todo un siglo de películas de cine negro. Cold in July tiene algo de la peculiaridad tarantiniana de Jackie Brown, de la gélida introspección de Fargo y de la violencia alienante de Perros de paja.

   Jim Mickle se está labrando una primorosa filmografía de serie B, sin obras maestras pero sin un solo patinazo, que hasta ahora siempre se había mantenido en el género de terror dando elegantes vueltas de tuerca a temas como los zombies/infectados (Mulberry Street), los vampiros (Stakeland) o los caníbales (We Are What We Are), siempre destapando las miserias que se esconden bajo la engañosa manta del sueño americano. Ahora, demuestra una mano igual de firme en el cine negro con Cold in July, su película más pulida hasta la fecha, otro peldaño en su camino hacia la obra de referencia que (me apostaría algo) acabará pariendo algún día.

 

 

Sentencia Quaid: Copas de yate

 

 

 

‘71 (Yan Demange. Gran Bretaña, 2014)

> `71 ficha, fotos y tráiler

 

   ’71 es la historia de un joven soldado del ejército británico que, con una sola noche de bautismo de fuego, tiene suficiente para hacerse adulto de golpe y darse cuenta de hasta qué punto es cierta la frase de Samuel Johnson “El patriotismo es el último refugio de los canallas”. La película está ambientada en el Ulster, año 1971 (de ahí el título), durante uno de los estallidos de violencia más extremos del conflicto nor-irlandés. Pero con los debidos cambios de puesta en escena podría estar ambientada en cualquier otra refriega moderna, porque al fin y al cabo lo que vemos en pantalla es a dos comunidades vecinas matándose por sus convicciones religiosas, uniendo eslabones a una cadena de agravios que ya nadie recuerda cuándo ni cómo empezó, pero que sirven para mantener encendido el odio.

   La película arranca con el soldado protagonista, Gary Hook, recibiendo las fases finales de su instrucción y luego jugando con su hermano pequeño, un niño que vive en un centro de acogida (ambos son huérfanos), e informándole de que le han destinado a Belfast. Enseguida, el primer marrón: su unidad es desplegada de urgencia en un barrio muy peligroso de la ciudad, en primera línea de las hostias entre Católicos y Protestantes, para servir de apoyo en el registro de una casa que se sospecha es un escondite de armas del IRA. Cuando los policías británicos empiezan a interrogar gente a palo limpio (con un salvajismo estilo nazis en un gueto judío), la situación degenera en un disturbio ciudadano en toda regla, con los vecinos empujando a los soldados, tirándoles piedras y tratando de robarles las armas. En plena confusión Gary se queda en medio de la turba, aislado de su unidad. La cosa se sale de madre y el sargento da orden de evacuar cagando leches, sin darse cuenta de que está dejando atrás a uno de sus hombres. Para sobrevivir, Gary tendrá que atravesar la zona más letal de Belfast durante una noche de sangre y fuego, mientras el IRA (y lo que no es el IRA) intenta darle caza.

 

"Sólo me faltaría que encima saliera Owen Wilson como en Tras la línea enemiga"

 

   ’71 no es una obra de denuncia política, es puro survival horror con trasfondo histórico (por algún motivo me ha recordado a la entretenidísima Bruc, el desafío). Pero joder, menudo trasfondo. El diseño de producción es sensacional, con esa atención por el detalle típicamente inglesa y unas localizaciones que te meten por completo en la historia, el ritmo es tenso de narices, el casting de actores es fenomenal (el actor principal, Jack O’Connell, consigue transmitirnos toda su vulnerabilidad y su pánico sin apenas diálogos), el guión es sencillo pero sólido (y con espacio suficiente para ahondar en la psicología de los personajes o incluso plantear una subtrama conspirativa), y algunas escenas, sobre todo la del registro que dispara todo el drama, están rodadas con un brío y una sensación de realidad que recuerdan al Spielberg de Salvar al soldado Ryan. Aunque mejor en su primera mitad que en la segunda (donde se ciñe más a los tópicos del thriller, incluyendo el climático tiroteo final), el resultado global está muy cerca del peliculón.

 

 

Sentencia Quaid: Copas de yate

 

 

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2 Respuestas

  1. Anónimo
    roso23<br />Estoy de acuerdo contigo Erre, peli de postalita para hacer bonito de cara a la galería
  2. Anónimo
    Erre el bondadoso<br /> Ayer vi, A Girl walk...., y tengo que decir que me pareció demasiado posturera. Para colmo me entero que no es realemente irani, es californiana con equipo Irani. La escena que usted destaca es sin duda la mejor de la película y rezuma poesía, pero el resto.... esa vampiro que mata más por aburrimiento y acoso que por otra cosa.... un 6 / 10 como mucho y porque tiene imágenes muy potentes.

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