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LOS MERCENARIOS 3 comentario: 1 x 1 trimercenario

   

1 x 1 trimercenario

Repaso concienzudo y contrastado a cada
uno de los nuevos fichajes mercenarios

Por Ray Zeta

 

<Será que la fórmula mercenaria a nivel personal de cada uno de ellos empieza a agotarse y por eso se tira más de los nuevos fichajes para llenar metraje. En esta tercera entrega Sylvester Stallone y Jason Statham no se tiran tantas puyitas como en las anteriores, con Arnold Schwarzenegger no parodian frases míticas de sus respectivas filmografías, Dolph Lundgren ya no es el mercenario que quieren hacer pasar por psyco primero y graciosillo después, y fijos hasta ahora como Jet Li y Terry Crews apenas salen (otros como Bruce Willis ya no salen directamente), mientras que a otros que sí salen, como a Randy Couture, apenas les dan diálogo. Aún así, Los mercenarios 3 es el mejor episodio de los tres existentes. ¿El secreto? Si decía Alfred Hitchcock que para realizar una buena película era necesario un buen guión, un buen guión y un buen guión, en este caso Stallone y el director Patrick Hugues, han conseguido una muy buena acción, una muy buena acción y una muy buena acción, aunque los nuevos fichajes sean bastante irregularcillos. Veámoslos:

 

 

Wesley Snipes

   Por mucho que también aparezcan en la peli Harrison Ford, Mel Gibson, Antonio Banderas, y toda la retahíla de actores jovenzuelos liderados por Kellan Lutz como principales novedades, Wesley Snipes es el gran fichaje de esta entrega, igual que Jean-Claude Van Damme y Chuck Norris lo fueron de la anterior. Otro cromo más que añadir a la colección de action heroes que en su día llenaron las salas a golpe de músculo, patadones y municiones, que son la arzón de ser de esta iniciativa cinematográfica, y que ahora viven un nuevo momento de gloria fuera del asilo como mercenario a cargo del gran corazón de oro del buen amigo Sly. Pasajero 57, Demolition Man, Salto al peligro, Asalto al tren del dinero y U.S. Marshals, fueron los vehículos de Snipes en los 90 para demostrar que era la gran esperanza negra del cine del mamporro, antes de enfundarse los colmillos en la trilogía de Blade.

 

 

   Todo un lujo tenerlo a bordo pues para Sly, y todo un regalazo para nosotros, más aún cuando su estancia en prisión por evasión de impuestos (de 2010 a 2013) lo ha tenido o bien apartado del cine o bien relegado a productos de carne de estantería polvorienta de videoclub periférico. Ya su presentación es toda una autoparodia al ser presentado como preso en un tren penitenciario del que es rescatado por el equipo. Parodia que riza el rizo cuando al ser preguntado por los motivos de su reclusión, responde: “Evasión de impuestos”. Tras la gran secuencia accionera que viene a continuación para su lucimiento, en la que es descrito como un experto en el arte del cuchillo, razón por la cual entra en pique con Jason Statham, nos hubiera gustado que se hubiera explotado más esta rivalidad en vez de pasar de puntillas por ella y saldarla tan inofensivamente en el plano final de la película. Quizás en Los mercenarios 4

 

 

Harrison Ford

   Bruce Willis pedía nada menos que 4 millones de dólares por rodar cuatro días fuera de Estados Unidos (sí, han calculado bien: un millón por día), por eso Sly le dijo que ni hablar del peluquín (nunca mejor dicho), y contrató a Harrison Ford en menos de 48 horas. Así que exclamen un sentido “oooooh” como si hubieran perdido el apartamento en Torrevieja, Alicante del “Un, dos, tres”, porque hemos perdido algo mucho mejor: al Sr. Iglesia. Adiós a esa sonrisa socarrona, a ese levantamiento de ceja, a esos diálogos chulescos, y adiós sobre todo a esas escenas tan vacilonas entre Willis, Sly y Arnie, en las que sólo faltaba que se la sacaran para ver quién la tiene más larga.

 

 

   Harrison Ford es un pseudo Sr. Iglesia mucho más serio, mucho más sobrio y mucho más comedido, por eso canta tanto como mercenario como Hellboy disfrazado de pitufo, y por eso sencillamente no te lo crees cuando entra en la misión en forma de piloto de helicóptero. Lástima, porque la pérdida es doble: perdemos lo que aportaba Buce Willis, y perdemos lo que no ha sabido aportar Harrison Ford. Los mercenarios es despimporre, exageración y sano cahondeo testosterónico, por eso si hubiera interpretado a un alto cargo de la CIA pasado de vueltas en vez de con una escoba en el culo, otro gallo mercenario nos hubiera cantado. Pero claro, hay que recordar que el hombre no ha tenido un éxito en quince años (Lo que la verdad esconde fue el último, y bueno, venga va, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal), quince años en los que ha encadenado truños que ni les sonarán como Territorio prohibido, Medidas extraordinarias o 42, hasta convertirse en un gafe para la taquilla. Por eso no es de extrañar que su temor a gafar también esta entrega mercenaria le haya hecho interpretar a su personaje con el culo prieto aguantándose la caquita los cuatro días que duraron sus sesiones de rodaje.

 

 

Antonio Banderas

   Vamos de mal en peor, porque si Harrison Ford no molesta aunque no te creas su personaje, el de Antonio Banderas sobra directamente. Será por el guión, por la mala dirección que ha tenido, o porque la presencia de Sly funciona con Antoñito como un imán a la sobreactuación, porque lo cierto es que de las veces que ha estado tan sobreactuado como para darle de hostias, una ha sido en Asesinos y otra ahora en Los mercenarios 3, y los dos casos, miren qué casualidad, ha ido de la manita de Stallone. ¿Hace falta gesticular tanto, vociferar lo indecible y hacerse el gracioso de manera tan cargante? Será que tanto doblar al Gato con botas ha hecho que Banderas olvide lo que es interpretar y por eso haya hecho aquí delante de la cámara lo mismo que hace detrás del micrófono en las Shrek y su spin off.

 

 

   ¿Alguien se lo cree pegando tiros al lado de bestiajos como Jason Statham, Dolph Lundgren y Wesley Snipes? Y aún pregunto más: ¿alguien se lo creería aguantándoles un sopapo a alguno de los citados? No, por supuesto que no, tendríamos la impresión que se echaría a llorar y se iría corriendo a meterse bajo las faldas de su papito Almodóvar… Antonio Banderas quedó genial como mariachi desperado disparando con su melena l’Oreal ondenado al viento en la saga de Robert Rodriguez, pero esto es otra cosa. Esto es tíos feos, cromañones y australopitecus como Jason Statham, Randy Couture y Terry Crews, y no pistoleros guapetones, graciosos y parlanchines. Puestos a interpretar a un secundario cómico, debía haber figurado alguien que no es soldado y que se mete en el combate por error o por accidente, no alguien que representa que es un soldado curtido en mil batallas, mil bares y mil catres. Para eso ya tenemos a los otros, que como el sargento de hierro comen alambre de espino y mean napalm, y por eso no necesitamos un héroe romántico agaylonado como el Zorro. Pero claro, cumple los dos requisitos que todo buen mercenario debe tener: ser amiguete de Sly y no haber tenido un éxito en los últimos quince años (La piel que habito no cuenta porque hablamos de Estados Unidos).

 

 

Mel Gibson

   Toda una sorpresa, un acierto y un bocato di cardinale como villano. Jean-Claude Van Damme dejó el listón muy alto en la entrega anterior, pero Mel Gibson lo supera sin esfuerzo. Van Damme nos gustó porque es Van Damme, Gibson nos gusta porque es Gibson y porque además lo hace bien, no en vano si una vez estuvo en lo más alto del podio cinematográfico con éxitos como las Mad Max, las Armas letales o Braveheart, no fue por casualidad. Pero eso fue antes de ser crucificado como su Jesucristo por prensa, crítica y público, por encadenar escándalos por detención por conducción ebria, desacato a la autoridad, lanzar improperios xenófobos y sexistas, y denuncias por malos tratos a su pareja. Ahora sobrevive ofreciendo sus servicios como villano a horas convenidas.

 

 

   Mientras en Machete Kills compone un villano claramente de tebeo, este de Los mercenarios 3 tiene el punto justo de seriedad, sobriedad y elegancia, como para convertirlo en uno de los puntos más fuertes, sólidos y consistentes de la obra, así que vayan tomando nota Barbara Broccoli y Michael G. Wilson para las futuras entregas de James Bond. A este villano encarnado por Gibson te lo crees y lo disfrutas. ¿Un ex-mercenario mutado en traficantes de armas internacional por estar resentido con su gobierno? ¡Lo compramos! Un solo punto ennegrece su curriculum, y es que se repite la fórmula del duelo final cuerpo a cuerpo con Sly, tal como hizo Van Damme en la segunda parte. Van Damme es Van Damme y por ello exigíamos ese combate final, de la misma manera que exigíamos el de Vin Diesel y Dwayne Johsnon en Fast & Furious 5. Pero Gibson no es Van Damme, así que ante todo un Sly no tendría ni media hostia, por lo que esa resolución no resulta creíble, y menos aún cuando es él quien lo quiere (en la 2 era al revés, era Sly quien le daba la oportunidad a Van Damme). Igualmente se lo perdonamos, todo sea para que levante definitivamente cabeza y dirija su ansiado proyecto sobre vikingos de una puñetera vez.

 

 

Kelsey Grammer

   Fue el nombre que más nos costó relacionar con la peli cuando leímos su fichaje, y a la postre ha sido uno de los más acertados. ¿El Dr. Fresier en Los mercenarios? Será que como Quentin Tarantino en Desperado saldrá sólo para contar un chiste y recibir un balazo en la frente… Pues no, Kelsey Grammer tiene un corto papel, pero es un papel importante y uno de los personajes mejor descritos, un ex-mercenario que sobrevive como “conseguidor” y a quien Sly acude cuando necesita hombres, y además gracias a él asistimos a una concatenación de escenas que es de lo más divertido de la peli.

 

 

   ¿Saben cuando se va fichando a los miembros de un equipo uno a uno, y se les va a buscar allí donde están? Seguro que sí, lo llevamos viendo desde Los siete magníficos. Se podría llamar por teléfono a los candidatos, pero claro, de esta forma no molaría tanto y el contratante perdería la oportunidad de verlos en acción, porque esa es otra, oh casualidades de la vida, siempre se les encuentra allí donde deben estar (podría ser que hubieran salido a por tabaco en ese momento, pero no, eso nunca sucede) y siempre junto cuando están a punto de hacer gala de sus aptitudes. Bien por Grammer pues, que saca el personaje adelante con personalidad y oficio, y que con X-Men: Días del futuro pasado (es la versión adulta de Hank McCoy la Bestia), Transformers: La era de la extinción y estos mercenarios, completa un triplete que ya lo quisiera cualquiera de sus compañeros de reparto mercenario.

   Bien también por el look que nos lleva de pasotilla, con chalequito de cazador y sombrerito, que recuerda la guisa de Joe Don Baker cuando interpretaba en los James Bond de Pierce Brosnan al contacto americano que el agente 007 tenía, de nombre Jack Wade. Por cierto, por si no lo sabían, este personaje debía haberlo interpretado Nicolas Cage, así que a diferencia del caso Bruce Willis / Harrison Ford, hemos salido ganando. Que a Nicolas Cage lo saquen pegando tiros en la cuarta, y para conseguir lo inconseguible nos pongan a Kelsey Grammer.

 

 

Kellan Lutz

   De toda la nueva caterva de jovenzuelos mercenarios que Sly fiha para lo ocasión, incluyo en este 1 x 1 a Kellan Lutz como representante de todos ellos por ser quien tiene más papel. Entrados Vin Diesel y Dwayne Johnson en la madurez, Kellan Lutz tiene puntos para convertirse en nuevo candidato número uno a suceder a Sly y Arnie como rey del mamporro, si es que sigue por ese camino. De momento el músculo ya lo tiene, y de qué manera, ya que en Hércules: El origen de la leyenda está tan hipertrofiado e hinchado que parece el muñeco de los neumáticos Michelin. Quién lo hubiera dicho cuando salió como uno de lo vampiritos de Crepúsculo, ahora sólo le falta hacer alguna de tiros.

 

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   Y si no ya tiene Los mercenarios 3, donde pega unos cuantos. Al igual que Liam Hemsworth en la 2, Lutz representa a las nuevas generaciones y ejerce de contraste con la vieja escuela que conforman los mercenarios originales, descritos como unos dinosaurios que no saben de tecnología ni para interpretar un GPS. Es de agradecer que Sly no le haya dado a Lutz el personaje de guapito chulito, pues hubiera sido para darle de hostias, en su lugar interpreta al joven con un drama personal en su pasado, y eso mira, como tampoco insisten demasiado en ello, se hace más llevadero. A destacar las secuencias de lucimiento disparando sobre una moto en la batalla final, recordando muy mucho al Steve McQueen de La gran evasión. Si Lutz piere un par de kilos (de decenas de kilos, se entiende), deja de hacerse retoques pese a su joven edad (aún no cuenta los 30), y elige bien sus proyectos a partir de ahora (lo que significa no hacer más péplums con Renny Harlin, en cambio con Tarsem Singh que haga los que quiera), podría llegar a ser un actor a tener en cuenta. Los mercenarios 3 es un buen comienzo, esperamos que no sea también el final./>

 

 

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