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LOS ODIOSOS OCHO crítica: El western de la marmota

Los odiosos ocho, western con las tarantinadas habituales elevadas a la máxima potencia

CHEMA PAMUNDI

La colisión entre Quentin Tarantino y el western, es decir la colisión entre el género cinematográfico más icónico y el director actual más dotado para crear iconos, parecía algo natural, orgánico. Al fin y al cabo Tarantino ha estado toda su carrera rodando westerns, sólo que en los últimos tiempos ha dejado de preocuparse por camuflarlos bajo la estética de otros géneros y ha abrazado sin coartadas los sombreros de ala, los revólveres de seis tiros y el tabaco de mascar.

Y sin embargo, lo primero que pensé cuando llevaba vista más o menos la primera hora de metraje de Los odiosos ocho no fue en el western como género. Lo primero que me vino a la cabeza fue la frase “¡La madre que lo parió, ha hecho un remake de La Cosa!”. Porque si la reduces a su narrativa esencial, a una sinopsis de una sola frase, ¿qué tenemos? La respuesta es un grupo de personas reunidas en un espacio aislado en medio de la nieve que son presa de la paranoia unas contra otras a medida que van muriendo de forma violenta. Hay incluso guiños a escenas muy concretas del peliculón de John Carpenter, y hasta la banda sonora de Ennio Morricone toma prestados motivos musicales de dicha obra. Vamos, que esto es un remake de La Cosa sin monstruo (bueno, con ocho monstruos en realidad, ocho personajes que dan mal nombre al término “ser humano”), más una novela de Agatha Christie, más la escena de la taberna de Malditos bastardos estirada durante 167 minutos; o durante 187 si uno ha visto la versión íntegra que se ha estrenado en algunos pases especiales. Es decir, Tarantino entrando en un nivel de referencias ya no sutil, sino en cierto modo alucinado. Megalomanía desatada.

Porque para bien y para mal, se vea la versión que se vea, Los odiosos ocho es la obra de un narrador omnisciente (la voz en off que va recapitulando la acción es la del propio Tarantino) haciendo lo que le da la puñetera gana, rompiendo las convenciones y la lógica cinematográfica por la vía del exceso a todos los niveles, siempre con una vuelta de tuerca más de las que recomendaría el sentido común. Me gustó una explicación que le oí hace un tiempo al cómico Ignatius Farray, según la cuál hacer cine de género es “mear DENTRO del tiesto”, y que uno puede jugar sobre seguro meando en el centro del tiesto (o sea, ceñirse al canon), o arriesgarse a mear cerca del borde pero sin salirse (o sea, experimentar). Bien, pues a Quentin Tarantino le gusta orinar en los márgenes del tiesto de género, aunque de vez en cuando unas cuantas gotas caigan fuera. Por supuesto habrá quien diga que en Los odiosos ocho a ratos pierde el control de la meada.

 

Los odiosos ocho: western Tarantino

"Recita el versículo de Ezequiel para probar que eres Samuel L. Jackson y no la Cosa"

 

De hecho, más que una meada la película es una paja. Es Tarantino masturbándose narrativamente y eyaculando celuloide en la cara de los espectadores, la mitad de ellos encantados, la otra mitad mortalmente aburridos. Ponedme en la lista de los primeros, aunque entiendo a los segundos y no voy a intentar convencerles de que no tienen razón. Los odiosos ocho es un sabor adquirido, el “sabor Tarantino” sin conservantes ni colorantes. O más bien al revés, pues el cine de este chalado cojonudo siempre ha sido una orgía de artificio, cartón piedra y pastiche. Es lo que hay.

La trama, ambientada durante un periodo indeterminado justo tras la Guerra de Secesión americana, narra las horas fatídicas que compartirá el octeto de hijos de puta del título en un refugio de montaña en medio de la nada, con una tormenta de nieve azotando en el exterior. La colección de personajes es de lo más heterogénea: un cazarrecompensas (Kurt Rusell) que escolta a una delincuente peligrosa para que sea ajusticiada (Jennifer Jason Leigh), el nuevo sheriff del pueblo al que se dirigen ambos, el verdugo que será el encargado de ahorcarla (Tim Roth), un ex-general del ejército nordista (Samuel L. Jackson), otro ex-general del ejército sudista (Bruce Dern), y algunas otras coincidencias de lo más pintorescas. ¿Coincidencias? Bueno, obviamente, no tanto...

"Los odiosos ocho es Tarantino masturbándose narrativamente y eyaculando celuloide en la cara de los espectadores"

La mayoría de los protagonistas disfrutan de metraje de sobras y el guión se explaya presentándolos y desarrollándolos, aunque el filme sea sobre todo un vehículo de lucimiento para Kurt Rusell y Samuel L. Jackson. Los diálogos explicativos son tan prolijos como impostados en el buen sentido, lo que da a los personajes un tono grotesco, mítico e irreal, como si más que personas fuesen conceptos, aspectos sublimados del mal: la codicia desmedida, el odio, la sed de venganza, la mentira... y la violencia, por supuesto. Como era de esperar, en cuanto la sangre empieza a correr, corre a base de bien. A borbotones, en escenas explícitas y contundentes que bordean el gore y que buscan divertir y provocar a partes iguales (resultan especialmente turbadoras las constantes hostias finas que recibe el personaje de Jennifer Jason Leigh, y cómo Tarantino fuerza la nota haciendo que mantenga casi toda la película la cara ensangrentada, sin limpiársela; en una época de debates interminables sobre el machirulismo en el cine, el director vuelve a hurgar en el tabú con toda la mala gaita de la que es capaz).

La película tiene trazas muy descaradas tanto teatrales como novelescas, lo cual supone un retorno del director a sus orígenes, a Reservoir Dogs, pero también un aviso de que se acerca al final de su carrera. Tarantino sigue en sus trece de dejar el cine tras facturar su décimo título (este es el octavo, contando las dos entregas deKill Bill como uno solo). Ha manifestado en varias ocasiones que quiere escribir ficción y dirigir teatro y Los odiosos ocho, con sus casi tres horas de verborrea y su aprovechamiento del decorado principal, parece un ensayo general de todo eso. De hecho en Broadway ya suenan rumores de adaptación. El material no es precisamente Tennessee Williams, pero no cuesta imaginar que funcionaría bien sobre un escenario.

 

Los odiosos ocho: western Tarantino

"Lo mejor de esta peli es que Christoph Waltz no está para hacernos sombra"

 

Lo peor que se le puede achacar a Los odiosos ocho, y no es poco, es que se estire con una duración inhumana, abusando de elementos en un guión que no resulta lo bastante complejo, inteligente ni estimulante como para sustentarlos durante tanto rato (de hecho, algunas salidas argumentales parecen bastante tontorronas). Es un “Quién mató a quién” desproporcionado, una mera sucesión de set-pieces concatenadas en las que varios personajes hablan, y entonces uno de ellos muere, y los que quedan siguen hablando un poco más, y entonces muere otro, y vuelven a hablar... hay sensación de progreso narrativo, pero no tanto de progreso dramático. Es el western de la marmota.

Sin embargo, tomados por separado todos esos elementos son excelentes (diálogos, dibujo de personajes, actores, fotografía, montaje, puesta en escena, elipsis, narrativa desordenada...). El mismo formato fotográfico de Ultra Panavision 70 con el que ha sido rodada la cinta, que nadie empleaba desde hacía medio siglo (en concreto desde Khartoum, de 1966) y al que Tarantino da carta de fetiche en los títulos de crédito demuestra que, al menos en el plano técnico, el director sabe al dedillo lo que se hace: los planos super-panorámicos añaden profundidad y “aire vacío” por todas partes, enfatizando la sensación opresiva de los personajes encerrados en un único espacio. Visualmente es Tarantino en plena forma... salvo por el hecho de que casi todo lo que intenta hacer en Los odiosos ocho ya se lo hemos visto hacer antes, y diría que mejor.

Así pues, lo que tenemos aquí es un estándar que entusiasmará a los conversos y exasperará a los detractores habituales. Una buena película que, sencillamente, es peor que la suma de sus partes. Si hubiera que ordenar la filmografía de Tarantino en base a la calidad, Los odiosos ocho se situaría en la parte baja, lejos de la perfección fondo/forma de Pulp Fiction. Sin embargo, uno no sale del cine con el sabor de boca amargo que dejaba Death Proof, sino quizás con una sensación de “bistec excesivo” similar a ver los dos volúmenes de Kill Bill de una sola sentada. Es a la vez demasiado Tarantino y demasiado poco. Pero es Tarantino, el maldito bastardo de siempre.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: quienes sólo necesitan que una peli de Tarantino esté llena de “tarantinadas” para disfrutarla, se van a zampar el equivalente fílmico a una comilona de treinta platos.

No recomendada por Kuato a: quien crea que el cine de Tarantino hasta ahora era afectado, pesado y auto-indulgente, se descubrirá revisando mentalmente su definición del concepto de “ladrillo”.

Ego-Tour de luxe por: la concepción “de autor”, experimental y provocativa que Tarantino tiene del blockbuster. A día de hoy, sigue sin haber otro director con los huevos más gordos.

Atmósfera turbínea por: un par de giros de guión algo cutres, que demuestran que en esta ocasión la ambición de Tarantino estaba centrada casi por entero en la factura técnica del invento, y que lo demás le daba un poco igual.

 

LOS ODIOSOS OCHO. Estreno en Venusville: 15/01/2016

 

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