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STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER crítica: El fandom contraataca

Final de la trilogía con J.J. Abrams bajándose los pantalones en Star Wars: El ascenso de Skywalker

CHEMA PAMUNDI

Llegados a este punto, ¿cuántas cosas tiene que hacer bien (a la vez) una película de Star Wars para que los fans la salven de la picota? Introducir personajes nuevos interesantes, recuperar personajes clásicos carismáticos, incluir la proporción justa de Jedis y Sith (ni muchos ni pocos), solidarizarse con colectivos desfavorecidos y dar ejemplo sobre causas sociales relevantes, incluir referencias nostálgicas a tutiplén (ya no sólo a otras pelis de la saga, sino a otras pelis de donde sea: en el Episodio IX hay incluso un homenaje a Los Goonies), respetar hasta lo milimétrico el canon de todas las entregas y spin-offs que la han precedido, acertar con los diseños de las naves y con el rediseño de las armaduras de los soldados de asalto... Es, a todas luces, demasiado peso y demasiada exigencia para algo que, en 1977, nació como una sencilla mezcla de aventuras de fantaciencia y culebrón familiar con batallas espaciales y moñecos alienígenas.

En estos cuarenta años, las expectativas con Star Wars se han ido hinchando hasta un punto en el que colmarlas ya resulta casi imposible, y todos lo sabemos. La “trilogía Abrams”, que ahora se termina, ha demostrado que no dejas de recibir palos ni cuando clonas la cinta original de George Lucas (como hizo el Episodio VII), ni cuando haces algo totalmente fuera de la zona de confort (como intentó el Episodio VIII), ni cuando agachas la cabeza y te pliegas por completo a las exigencias del fan service (como ha hecho sin un atisbo de vergüenza este Episodio IX). El nivel de insultos y burlas que han sufrido a lo largo de cuatro años los diversos responsables creativos de las tres películas ante el más mínimo desliz, está fuera de todo sistema de medición de la calidad de un producto cinematográfico. Disney no ha colaborado precisamente a aliviar la presión, quizás porque el márketing de cualquier título nuevo de semejante epopeya galáctica no tiene ya más remedio que venderlo como un macro-evento que te va a cambiar la vida. Lo cual significa que esos fans a los que has convencido de forma tan eficiente de que tu película era la segunda venida de Cristo la van a juzgar, en efecto, como si lo fuera.

 

STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER

"Rey de reyes"

 

Y no, Star Wars: El ascenso de Skywalker no es la segunda venida de Cristo. No es ni siquiera una obra satisfactoria, y no lo es en gran parte por culpa de toda esa presión de la que llevo dos párrafos hablando. Ojo: a ratos es divertidísima, y tiene varios momentos de dirección visual apabullantes (se diga lo que se diga de J. J. Abrams, sabe mover una cámara y filmar una persecución adrenalítica como pocos en este negocio). En concreto, esos buenos ratos son aquellos en los que se mantiene en el terreno de la aventura space-pulp, sin prestar demasiada atención a su metatrama. Mientras eso ocurre, bastante de lo que propone funciona. Rey muestra una gravitas similar a la de Luke Skywalker en El retorno del Jedi (aunque a ratos caiga, esta vez sí, en el “síndrome Mary Sue”: el personaje femenino idealizado que no tiene ni un defecto y sabe hacer de todo sin explicación, desde navegar un catamarán en medio de un maremoto hasta curar heridas mortales imponiendo las manos), Poe Dameron chorrea mojo de piloto rebelde de super-élite (esa escenaza pilotando el Halcón Milenario, en la que se quita de encima a 12 o 15 cazas Tie a base de encadenar saltos al hiperespacio), Kylo Ren es justo el villano que buscábamos (en realidad los mejores aciertos de la trilogía se han sostenido siempre sobre las anchas espaldas de Adam Driver)... Hasta los chistes entran bien.

Sin embargo, en cuanto la mencionada metatrama se hace con el protagonismo, porque el metraje se acaba y toca ir atando todos los cabos de las ocho cintas anteriores, la cosa pierde frescura y gana plomo. En este sentido, el ritmo de los últimos cuarenta minutos es, más que atropellado, desesperado. “¡Los fans, los fans, corre corre que hay que explicar esto y lo otro para dejar contentos a todos los fans!”; y aquí está justo el problema: en que Abrams y su equipo se han cagado vivos ante las quejas de que el Episodio VIII, dirigido y escrito por Rian Johnson, era un desastre (no, no lo era tanto), de modo que buena parte del IX se centra en enmendarle la plana a lo bruto, ignorando a personajes importantes, reformulando a otros muy por el morro (¿ahora resulta que Leia también recibió entrenamiento Jedi y tenía hasta un sable propio? Va hombre, va), y solucionando la mayoría de giros importantes por el imperativo de la Fuerza.

 

STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER

"Creen que soy una Jedi porque confunden mi Satisfyer con un sable láser"

 

En general, toda esta trilogía ha cometido el error de abusar de la “magia” como Deus Ex Machina para deshacer cualquier entuerto. Las historias de Star Wars siempre se habían resuelto por los actos y decisiones de sus personajes, y en los Episodios VII al IX se han resuelto demasiado a menudo por el uso de algún superpoder sacado de la manga de los guionistas (¿se acuerdan de Leia volando por el espacio?). En este Episodio IX, la cosa alcanza su paroxismo: desde el espectáculo pirotécnico “rayo va, rayo viene” del clímax final (esto ya nos lo esperábamos), hasta atajos narrativos en los que alguien tiene una premonición o teleporta hasta su mano el objeto que necesita para que la trama avance. Es facilón, y es poco imaginativo; y luego está lo de Rose Tyco, sin duda la decisión más vergonzosa de toda la saga...

Star Wars: El ascenso de Skywalker no es la segunda venida de Cristo. No es ni siquiera una obra satisfactoria"

Rose Tyco era uno de los personajes nuevos más importantes del Episodio VIII, compañera accidental de aventuras de Finn con quien finalmente tenía un rollo romántico. No era la subtrama mejor ejecutada (Finn ha sido en conjunto una buena idea de personaje con la que los guionistas nunca han sabido qué hacer), pero tampoco era el problema principal de esa película. No obstante, sí se lo pareció a cierta parte del fandom, un ejército de neonazis, incels, trolls de internet y gilipollas diversos que organizó una salvaje campaña de ciberacoso y humillación en redes sociales contra Kelly Marie Tran, la actriz que encarna a Rose, hasta obligarla a cerrar sus cuentas tras varias amenazas de muerte. ¿Y qué hace el bueno de J. J. Abrams, en el Episodio IX, ante semejante puta mierda? ¿Defender a Rose y, de paso, a su intérprete? Quita quita, todo lo contrario: hacer que desaparezca casi por completo de la trama, eliminando su incipiente relación con Finn (al que le enchufan además una novia nueva de su misma raza, todo ahí bien segregadito) y dejándole decir apenas un par de frases de relleno.

 

STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER

"Con las ganas que tenía yo de marcarme un 'Broke Wars Mountain'"

 

Esa decisión, ese recular cobarde y lamentable para no levantar las iras de los más imbéciles, funde por completo todo el supuesto discurso feminista e inclusivo de la trilogía. De poco sirve tanto empeño en incluir a mujeres interpretando papeles marginales (soldados de asalto o comandantes de la Primera Orden, que aparecen en un único plano de dos segundos diciendo algo en plan “¡Abran fuego!”), si luego resulta que dejas a la intemperie a uno de tus personajes femeninos principales, validando a la horda de matones que han estado hostigando a la actriz que le da vida (y a los que, total, el resultado va a seguir sin gustarles porque les parecerá que aún salen demasiadas tías y demasiados negros). Ni siquiera Lucas se atrevió a tanto con Jar Jar Binks. Lo siento, pero es patético.

No he hablado del argumento de Star Wars: El ascenso de Skywalker, pero no merece la pena gastar demasiado teclado en él, primero porque es todo lo que cabría esperar (los buenos tumban a la Primera Orden en una batalla a cara o cruz, Rey descubre su turbio pasado, a Kylo Ren se le brinda una oportunidad de redención...) y segundo porque, para pocas sorpresas que tiene, mejor no reventarlas. La más relevante de ellas se hace pública ya en la primera frase del texto de introducción (“¡Los muertos hablan!”, toma castaña), y es a la vez un secreto a voces que ya se sugería en los trailers, una idea bastante potente y la demostración definitiva de que a esta trilogía le ha costado horrores despegarse del pasado para desarrollar personalidad propia. Esperemos que todo el guirigay de los Skywalker haya acabado realmente aquí, y que este final sirva para abrir las ventanas y que de una vez por todas entre algo de aire fresco en el universo de Star Wars.

 

STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER

"¡Por fin se ha acabado la trilogía!"

 

En fin, se dirá lo que se quiera de las precuelas de Lucas, y no voy a ser yo ahora quien defienda los espantos digitales de El ataque de los clones o los vergonzosos diálogos Amidala-Anakin (“Soy prisionero del beso que nunca debiste haberme dado”), pero debe reconocerse que al menos aquellas eran inequívocamente obras de George Lucas. Ahí teníamos a un director corriendo riesgos, tratando de crear algo relevante a partir de sus propias convicciones artísticas... y cagándola con estruendo. Pero bueno, al fin y al cabo eso mismo fue lo que hizo originalmente en los Episodios IV al VI, y bien que acertó.

La nueva trilogía, en cambio, ha sido un gigantesco ejercicio de condescendencia-fan, iniciado con un episodio VII que tocaba las teclas adecuadas para reactivar “la vieja magia”, continuado con un Episodio VIII que descarrilaba al intentar innovar sin rumbo claro, y culminado en la triste recogida de cable que es el Episodio IX, una película creada por comité para intentar contentar a todo el mundo y facturar un blockbuster funcional, pulcro y desinfectado. Si uno no es demasiado exigente, le encontrará los suficientes aciertos y chuladas como para pasar una tarde divertida. Pero dado que era el cierre de todo, quizás el título más fundamental de una saga de nueve, es normal que sepa a poco. Del cine te enamoras cuando te sorprende o te cautiva, y poco de eso ocurre en Star Wars: El ascenso de Skywalker, que además nos lanza un mensaje muy jodido: el entretenimiento de masas moderno pertenece a los trolls de internet. Que paren la galaxia, que yo me bajo.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Dos Caras Harvey.

INF VNV 3

Recomendada por Kuato a: quien opine que el cambio de rumbo propuesto por Rian Johnson en el Episodio VIII llevaba a la trilogía de cabeza a la catástrofe. Mucho mejor esta mediocridad, claro que sí.

No recomendada por Kuato a: quien se esté reconciliando con Star Wars gracias a la serie de TV The Mandalorian y crea que aquí se va a encontrar algo parecido.

Ego-Tour de luxe por: el minuto final de la película, el único que logra tocarnos la fibra; y la toca porque, después de todo, es el adios a una galería de personajes irrepetibles, que nos han acompañado durante toda nuestra vida.

Atmósfera turbinea por: dar de comer a los trolls.

 

STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER. "Star Wars: The Rise of Skywalker" (2019). Dirección: J.J. Abrams. Guión: J.J. Abrams, Derek Connolly, Chris Terrio y Colin Trevorrow. Reparto: Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac, Adam Driver, Domhnall Gleeson, Kelly Marie Tran, Lupita Nyong'o, Mark Hamill, Carrie Fisher y Billy Dee Williams. Estreno en Venusville: 19/12/2019.

 

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