FROZEN. EL REINO DE HIELO crítica: Mutantes Disney

Mutantes Disney Que Bobby Drake, el Hombre de Hielo, deje a Pícara, su media naranja es la reina Elsa Por Ray Zeta

<Está claro, Disney ha cambiado sus “princesas Disney” por “mutantes Disney”. Se acabaron las heroínas ñoñas y pánfilas herederas de las Blancanieves, Cenicientas y Bellas Durmientes de los largometrajes clásicos de tío Walt, como Bella y la Sirenita. Adiós también a las guerreras aguerridas de carne, hueso y arco o espada como Mulan y Pocahontas, porque ahora lo que se lleva son las mutantes. Mutantes que como los personajes de X-Men tienen poderes de nacimiento gracias a un cromosoma-X que les hace diferentes y por ello temidos por el resto de la población por considerarles una amenaza. La Rapunzel de Enredados, con esa cabellera con vida propia, fue la primera, y la reina Elsa de Frozen. El reino de hielo es la segunda y la confirmación. Una mutante en toda regla que como el Bobby Drake de los X-Men, tiene el poder de nacimiento de crear nieve y hielo con sus manos por arte de magia, y de ahí que sea perseguida cual aberración de la naturaleza.

   Esa es la premisa y el detonante del distanciamiento entre ella y su hermana (hasta aquí llegan los paralelismos con Bobby Drake), narrado con tintes de tragedia shakesperiana, adornado por un buen puñado de canciones. Y es que mientras los números musicales siempre han sido un referente en las obras Disney, en Frozen hay más canciones que en ninguna otra: ocho en total, lo que la transforman en casi una ópera animada del estilo de Pesadilla antes de Navidad. Y recalco canciones porque no llegan a la categoría de números musicales. Aquí no sale un cuerpo de bailarinas marcándose un ballet acuático a lo Esther Williams como en el “Be Our Guest” de La bella y la bestia, se rememoran las big bands de los años 40 como en el “A Friend Like Me” de Aladdin, o se tira de coro góspel como en el “From Zero to Hero” de Hércules. Aquí detienen la acción y se ponen a recitar el diálogo cantándolo como si se tratara de un musical de Joshua Logan.

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   ¿Vocación musical o recurso para alargar metraje? Más bien lo segundo, pues pese a erigirse en un entretenimiento aceptable, Frozen. El reino de hielo es en su conjunto una obra más simple que sus predecesoras (Enredados a la cabeza), y no digamos ya que las obras que consiguieron la resurrección de Disney (La Sirenita, La bella y la bestia, Aladdin, El rey león…) en los 90. Y eso que tira de su fórmula clásica, lo que es toda una garantía de éxito, al menos parcialmente.

   Olvidada una época tan fallida e impersonal con títulos tan pobres y anodinos como Zafarrancho en el rancho, Hermano Oso y El emperador y sus locuras, Disney vuelve a beber de un cuento de hadas clásico (en este caso “La Reina de las Nieves”, de Hans Christian Andersen), en el que se enfrentan el Bien y el Mal, se encuentran personajes reconocibles, y se sacan mascotas graciosas como secundarios cómicos (en este caso además, por partida doble: Sven el reno y Olaf el muñeco de nieve; bueno, en Enredados también teníamos al camaleón Pascal y al caballo Máximus), además de criaturitas fantásticas de propina como son aquí los gnomos.

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   Sólo que esta vez los acontecimientos son más forzados sin que fluyan con la naturalidad que fluían en obras anteriores. Empezando por el prólogo. Presentación del poder mutante de Elsa sin explicación (al menos hubieran podido inventarse un hechizo como en La bella y la bestia), con varias elipsis en el tiempo en las que no queda claro si las dos hermanas se han ido viendo pese a vivir en el mismo palacio. Y lo mismo para los gnomos (versión peluda de los minions de Gru, mi villano favorito). Y lo mismo para el Juggernaut de hielo (totalmente desproporcionado si tenemos en cuenta que Elsa no es mala). Y lo mismo para el giro argumental que sufre cierto personaje, tan tramposo como un pitufo verde… Triquiñuelas de guión todas ellas introducidas para que la trama avance con los elementos requeridos por el guionista aunque resulten gratuitos y forzados. Cojan La Sirenita, La bella y la bestia o El jorobado de Notre Dame, y verán que desde el villano, a las mascotas graciosas y a las criaturitas fantásticas (ya sean cangrejos, tazas, relojes, cepillos, cabras o gárgolas), ningún elemento o personaje resulta forzado. Analicen Frozen detenidamente y descubrirán que pese a disimularlo, sale lo que tiene que salir porque así se espera.

   Y eso que a priori la película contaba con dos bazas de éxito por novedosas en los derroteros de la filmografía Disney. La ausencia de un villano claro, representado éste en la población y el entorno de la reina Elsa (aunque nos vayan colando al duke de Weselton, estarán de acuerdo que la historia carece de un villano de manual como lo eran Úrsula en La Sirenita, Jaffar en Aladdin o Hades en Hércules, recayendo esta figura por primera vez en un colectivo), y la introducción de un triángulo amoroso: dos pretendientes para una de las protagonistas formando un trío en el que no está claro cuál va a ser el caballo ganador aunque lo intuyamos (que tan tontitos no somos). Por todo ello, la película deja la impresión que se ha quedado a medio gas, y que con alguna cancioncilla menos y alguna reescritura de guión más podríamos estar hablando ahora de una obra superior a Enredados, en vez de dejarnos una sensación más bien fría (lo siento, no he podido evitar el chiste)./>

INFORME VENUSVILLE
		Sentencia Quaid: Dos Caras Harvey
		Recomendada por Kuato a: fans del Hombre de Hielo Bobby Drake, el reno Rodolfo, y Chilly Willy el pingüino friolero.
		No recomendada por Kuato a: quien en cuanto escuche el “Esto es Halloween” de Jack Squeleton en Pesadilla antes de Navidad, empiece a dar cabezadas.
		Ego-Tour de luxe por: el palacio que construye la reina Elsa. ¡Eso eso una vivienda de hielo bien hecha, y no la Fortaleza de la Soledad de Superman!
		Atmósfera turbínea por: que en vez de crear un Juggernaut de hielo, la reina Elsa no haya domesticado un Wampa como el de El Imperio contraataca como guardián de su palacio.

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