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POBRES CRIATURAS crítica: La hija de Frankenstein

Libre (y feminista) versión del monstruo de Frankenstein a medio camino entre Barbie y Nell

CHEMA PAMUNDI

A Yorgos Lanthimos le ha costado 15 años hacer realidad su proyecto de adaptar a la gran pantalla la novela “Pobres criaturas”, que el escocés Alasdair Gray publicó en 1992 y de la que ya no se acordaba mucha gente (aunque lo cierto es que, en su día, fue alabada por la crítica y alcanzó cierto estatus de culto). Los directores cinematográficos que se mueven en los límites de lo bizarro no suelen poder tocar el tipo de presupuesto necesario para poner en imágenes una historia así de ambiciosa (y, cuando lo hacen, a menudo son incomprendidos y tienen que volver a su nicho, como le ocurrió a David Lynch tras Dune). Sin embargo, Lanthimos demostró, con el éxito de La favorita, que su cine podía llegar a un público amplio. La luz verde para crear Pobres criaturas le ha llegado en el mejor momento de su carrera, cuando parece haber alcanzado la mezcla ideal entre locura y veteranía. El resultado es una de las mejores películas que vamos a ver en esta década. Un torrente de creatividad y emoción que, además, ha tenido la suerte coyuntural de subirse a la vigorosa ola de cine feminista de gran formato (pero con discurso elaborado) generada por Barbie.

Pobres criaturas nos cuenta las aventuras de Bella Baxter (Emma Stone), el “experimento estrella” del Dr. Goodwin Baxter (Willem Dafoe), un cirujano puntero en el arte de reanimar cadáveres y crear todo tipo de criaturas híbridas (el jardín de su mansión está poblado de pollos-cerdo, perros-pato y aberraciones similares). Según deducimos, el tipo vendría a ser una versión alternativa del monstruo de Frankenstein original, si su progenitor le hubiera dado un cerebro en condiciones y una educación que le permitiera heredar su linaje como científico de vanguardia. Bella tiene el cuerpo de una mujer pero la mente de un bebé, apenas sabe hablar, camina a trompicones y, cuando le vienen ganas de mear, se mea encima y a otra cosa.

 

"Para el remake de La novia de Frankenstein están pensando en Gal Gadot"

 

Sin embargo, su capacidad de raciocinio se empieza a desarrollar a velocidad acelerada, acumulando información y experiencias con cierto atropello, sin filtros ni orden de magnitud (sabe lo que significa la palabra “empíricamente”, pero no entiende lo que es una rana). A ese ritmo de aprendizaje exprés, Bella no tardará en adquirir conciencia de que la mansión en la que vive es una placa de Petri demasiado pequeña para saciar su curiosidad, y se lanzará a viajar y experimentar el mundo de primera mano, sin tener ni puñetera idea de lo que es el miedo, la moral o las convenciones sociales. En una época como la victoriana, que se considera un cénit del encorsetamiento y la represión de libertades, Bella mete el dedo en todos los enchufes y cada nueva electrocución le parece la hostia. Hace lo que le apetece en cada momento, sin pararse a pensar en las consecuencias (cenando en un restaurante, les dice al resto de comensales que la disculpen un momento, mientras se levanta para intentar hacer callar de un puñetazo al bebé llorón de la mesa de al lado).

Yorgos Lanthimos deconstruye en Pobres criaturas el mito de Frankenstein, creando un coming of age feminista arrollador, tanto en su lucidez temática (muchos de los tabúes sociales que damos por asumidos lucen en toda su ridiculez cuando se analizan a través de los ojos de alguien que carece de contexto), como en su despampanante despliegue visual (esa fotografía, que va ganando viveza, color y profundidad a medida que Bella amplía sus fronteras y sus vivencias), un diseño de producción que te hipnotiza con mil detalles o el flipante guion de Tony McNamara, en el que todas las chifladuras que se nos plantean fluyen de manera orgánica y verosímil, gracias sobre todo a unos diálogos tan llenos de chispa que marcan el ritmo de la trama como un diapasón.

"La luz verde para crear Pobres criaturas le ha llegado a Yorgos Lanthimos en el mejor momento de su carrera, cuando parece haber alcanzado la mezcla ideal entre locura y veteranía"

Todo ello, claro, está puesto al servicio de una Emma Stone que se come la pantalla en el dificilísimo papel principal de una mujer cuya personalidad, convicciones y gestión emocional evolucionan constantemente, de una escena a la siguiente, a base de pequeños ajustes graduales. Es una interpretación que toca todos los palos, desde el humor físico y el histrionismo iniciales, cuando Bella aún tiene la mentalidad de una niña, hasta la sutileza emocional que va desarrollando a medida que gana conciencia de que el mundo no es el parque de atracciones que ella pensaba, sino más bien una cárcel sin muros. La acompañan un elenco de secundarios entonadísimos, en especial Willem Dafoe, Mark Ruffalo y Christopher Abbott, todos brillando en el trayecto por la cuerda floja entre comedia sobrexcitada, drama patético y metáfora sofisticada, pero la fuerza motriz de la película es ella.

Pobres criaturas es una obra sorprendente, emocionante y valiente, pues no es nada común ver producciones de este calibre que defiendan de manera abierta la liberación y experimentación sexual sin atribuirle connotaciones negativas, y menos aún que lo hagan desde la celebración de lo raro, de lo que se sale de la norma. La película nunca pierde el tono de fábula ni cae en el cinismo o la sordidez. Bella se mantiene todo el rato como un personaje optimista y luminoso, pero también enérgico y asertivo, embarcado en un periplo contra viento y marea para descubrir lo que es ser humana y vivir una vida plena estableciendo relaciones genuinas, sin ceder el control ni dejarse manipular por ningún hombre.

 

"La siguiente lección será enseñarle a cantar y bailar el tema 'Puttin' on the Ritz'"

 

Los puntos de contacto con la ya mencionada Barbie son evidentes: son dos historias protagonizadas por mujeres que dan forma a su identidad a base de salirse del tiesto y chocar una y otra vez contra los límites de un mundo imperfecto y opresivo. Las dos hablan acerca de la objetificación e infantilización femenina y acerca de la masculinidad tóxica. Sin embargo, lo que en la cinta de Greta Gerwig son discursos muy directos, casi gritados a la pantalla, en Pobres criaturas es una visión bastante más amplia y rica en matices, aunque sólo sea por su alegato en torno al sexo como herramienta de poder y como vía para la realización personal. Es lógico que este apartado se obvie en Barbie, que al fin y al cabo no deja de ser un blockbuster apto para todos los públicos, pero yo me quedo sin duda con Bella Baxter antes que con la muñeca de Mattel.

Lanthimos, que acumula una filmografía sin un solo paso en falso, sube en Pobres criaturas varios escalones de golpe en cuanto a nivel de ambición, claridad de discurso y potencia icónica. Es un retorno a su cine más experimental (CaninoLangosta…), bañado por la ironía y el humor absurdo al que nos tiene acostumbrados, pero por primera vez con la mirada puesta en el gran público. En este aspecto, su interés por las simetrías barrocas y las lentes que deforman a los personajes para transmitir amenaza recuerdan al Kubrick de La naranja mecánica, mientras que el miniaturismo hiperdetallista de algunos decorados es puro Wes Anderson. Podría estar ocho párrafos más soltando referencias molonas pero creo que ya ha quedado claro que me parece una obra apabullante de arriba a abajo. Cine total.

 

INFORME VENUSVILLE

Sentencia Venusvile: Venus Hall of Fame

INF VNV 5

Recomendada por Kuato a: quien quiera ver la mejor película basada en la dinastía Frankenstein desde que Elsa Lanchester colgó la peluca.

No recomendada por Kuato a: masculinidades frágiles que se toman la feminización del cine actual como una señal del apocalipsis.

Ego-Tour de luxe por: su elogio de lo diferente, lo cafre y lo transgresor. Viva el punk.

Atmósfera turbínea por: que, por desgracia, no creo que vaya a ganar tantos Oscars como merece. Que son exactamente TODOS.

 

POBRES CRIATURAS. Estreno en Venusville: 26/01/2024.

 

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