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SITGES 2009: DORIAN GRAY crítica

   

Prince Caspian se vuelve un guarrete

Vean al príncipe Caspian participando en orgías sin importarle el sexo, edad o especie de los partenaires

Por Beto

 

<Ya conocemos de sobra todos la historia de Dorian Gray, el acaudalado aristócrata inglés de finales de siglo XIX que vende su alma para permanecer eternamente joven y poder dedicarse a una vida llena de vicio y perversión, quedando reflejadas todas sus bajezas en un retrato suyo que se corrompe con el paso del tiempo.

   En este remake de la novela de Oscar Wilde, aparece ante nosotros un imberbe Dorian Gray interpretado por el joven Ben Barnes, que si bien en la primera parte de la película da el callo como joven inocente y enamoradizo, a la hora de convertirse en un cabronazo depravado y vicioso hasta las trancas patina más que The Rock actuando en comedias ñoñas.

 

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El tontaina de Dorian Gray descubre en un libro de medicina que la tías no tienen polla

 

   Se supone que el Dorian Gray llevado a sus instintos más bajos (por medio de un convincente Colin Firth en el papel de amigote de juergas sodomorrescas) es un personaje que resulta atractivo y al mismo tiempo inquietante, pero Barnes solamente consigue parecer un jovencito al que obligan a poner cara de chico malo en una sesión fotográfica de tres al cuarto.

   Su interpretación, tan fría como la Bruja Blanca de Las Crónicas de Narnia, queda en las antípodas de la que realizó Hurt Hatfield en la versión de 1945. En la misma, Hatfield resultaba un personaje inquietante al mismo tiempo que atormentado, en cambio Barnes no consigue transmitir emoción ninguna. Bueno sí, tal vez indiferencia.

 

  "El joven Ben Barnes como un cabronazo depravado y vicioso hasta las trancas, patina más que The Rock actuando en comedias ñoñas"  

 

   Y si el Gray del 45 era un ser macabro, imperturbable y perverso, en la cinta dirigida por Oliver Parker se nos presenta a un Gray más sexual, al cual le va tanto la carne como el pescado (hasta se liga al gayloncete del pintor del cuadro, interpretado por Ben Chaplin) y que nos atiborra con una serie de escenas sexuales que hacen que su personaje se acerque más a un Casanova pasado de rosca que al personaje de la novela de Wilde.

   Ya hemos comentado que como maestro y compañero de juergas de Gray tenemos a Colin Firth, que es de largo de lo mejorcito de la película. El aire frívolo de su personaje sí que encaja con el universo de vicio y perversión que supuestamente se nos quiere presentar. Lástima que vaya perdiendo protagonismo a lo largo de la cinta. Nunca me hubiese imaginado a Firth en el papel de un viciosillo del tres al cuarto, pero después de verlo vestido de cutre oficial romano en La última legión no sé de qué me extraño...

 

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"Y recuerda, pecho que mano no cubre no es teta sino ubre"

 

   Como comparativa final con la versión del 45, mencionar que se echan en falta dos elementos que destacaban de forma esencial en la cinta dirigida por Albert Lewin: el tratamiento del color, que sólo se utilizaba para mostrar el cuadro y sus variaciones a lo largo de la vida disoluta de Gray, siendo el resto de la película en blanco y negro (circunstancia ésta difícilmente reproducible actualmente por razones comerciales), y sobretodo el gato que representaba al diablo y el pacto hecho con él para no envejecer nunca, cuya presencia, siempre cerca del cuadro, era muy inquietante.

   Estamos pues frente a un blockbuster de digerimiento fácil, de los de mirar, pasar el rato y olvidarse al cabo de unas horas, que se toma muchas licencias respecto a la novela original./>

 

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