TIM BURTON artículo: La trampa y el cartón 2

Demostración que Tim Burton es tan bluff como Michael Keaton haciendo de Batman - 2ª Parte

■ CHEMA PAMUNDI

UNA BUENA SINOPSIS NO ES UN GUIÓN

Otro de los puntos débiles de Tim Burton es el pulso narrativo. Apoyadas en guiones a los que siempre suele faltarles “algo” (no tuvo en sus manos un guión sin fisuras hasta Ed Wood, y no ha vuelto a tener otro después), las películas de Burton arrancan con extrema lentitud (el hombre no es precisamente un maestro del ritmo), y más allá de esta fase inicial no funcionan como un todo estructurado, con planteamiento-nudo-desenlace, sino más bien como una mera sucesión de pasajes narrativos, de secuencias sueltas, algunas mejores, otras peores, y encadenadas todas ellas de manera algo deslabazada: las historias que el padre le cuenta al hijo en Big Fish, los intentos de EduardoManostijeras por adaptarse a la vida en sociedad, los diferentes rodajes de películas en Ed Wood, los intentos de la pareja protagonista de Bitelchus por echar a sus molestos “okupas”…

Más flagrante aún, las películas de Burton acostumbran a ir perdiendo fuelle a medida que avanzan, hasta que muchas de ellas se resuelven mediante finales diseñados con el piloto automático puesto. Burton, en nueve largometrajes, todavía tiene que firmar un final que se aparte de los estándares del Hollywood más rancio, trillado y políticamente correcto. Finales de brocha gorda entre los que abunda lo edulcorado (Ed Wood), lo facilón (Mars Attacks!), o lo lacrimógeno (Eduardo Manostijeras). O todo ello a la vez (Big Fish).

"Suerte que el público se lo cree todo..."

SIN PERSONAJES

De todos modos, lo peor de Burton, con diferencia, es que resulta un director francamente deficiente en el dibujo de personajes. Los protagonistas de sus películas son poco más que meras caricaturas. Cuando el personaje más profundo que ha sabido crear un director a lo largo de toda su carrera es Pee-Wee Herman, deberíamos convenir en que ese director tiene un problema.

 El sempiterno protagonista de las películas de Tim Burton, ya desde su fundacional cortometraje Frankenweenie, es el típico outsider. Un personaje extraño, desubicado, que no acaba de encajar. Tiene cualidades extraordinarias, pero esas mismas cualidades son las que hacen que la sociedad le margine. El Jack Skellington de Pesadilla antes de Navidad, que no ha aprendido a aceptarse a sí mismo e intenta organizar la Navidad arquetípica en un lugar tan siniestro como Halloweentown; el Ichabod Crane de Sleepy Hollow, entregado a una tecnología que no le sirve para nada a la hora de comprender un mundo dominado por lo atávico y lo sobrenatural...

Pee-Wee Herman, un personaje muy desubicado

Batman, un héroe noble y justo, pero amargado por vivir en un mundo corrompido; Eduardo Manostijeras (sobran aclaraciones); Ed Wood, el cineasta sin talento ni visión comercial, que intenta abrirse paso en el Hollywood de la era dorada; el impávido y deshumanizado astronauta de El planeta de los simios, atrapado en un mundo lleno de monos inteligentes y mucho más humanos que él; y por supuesto, el padre de Big Fish, un hombre al que no le gusta el mundo en el que vive y se construye otro a su medida, a través de las historias que le explica a su hijo (aunque, en realidad, se las está explicando a sí mismo en voz alta).

Bien, me encantan los personajes outsiders. Siempre dan mucho juego, y si están bien escritos es fácil identificarse con ellos. El problema es que desde La gran aventura de Pee-Wee hasta Big Fish, este planteamiento básico no ha avanzado ni un ápice. Burton lleva buena parte de su carrera repitiendo una y otra vez el mismo truco (la misma película), con algunas variaciones espacio-temporales. De algún modo, Burton es como el padre protagonista de Big Fish, que recicla una y otra vez la misma historia, sin alcanzar ninguna conclusión ni concretar ninguna enseñanza, más allá de las que se derivan del proceso mismo de contar historias. Y Burton, si pretende ser recordado como algo más que “un director rarito y original que surgió a finales de los ochenta, y que dirigió algunas películas amables”, empieza a necesitar desesperadamente evolucionar, que sus historias dejen de ser meros ejercicios masturbatorios y conduzcan hacia algún sitio. Necesita, en suma, que alguien le venga con un buen guión.

"Cuando la cámara te enfoque, pon tu mejor cara de Johnny Depp"

Y ASÍ SEGUIMOS

Resumiendo, pues, lo peor de Burton no es su pretenciosidad, su falta de fuste narrativo, su superficialidad, sus excesos nostálgicos o su ñoño infantilismo (como ya dijo Alex de la Iglesia, otro director mediocre pero un crítico de cine de lo más afilado, "Tim Burton hace películas blanditas como merengues").

Lo peor de todo es que, cada vez más, la última película de Tim Burton es una obrilla insignificante, pequeñita y tontaina. Burton ni siquiera tiene ya el toque mágico que convirtió a Ed Wood o a Pesadilla antes de Navidad en obras de culto. El último trabajo de Burton es una “camiseta de moda” que la temporada que viene ya no se pondrá nadie. Y eso es raro, muy raro, viniendo de un supuesto "genio" llamado a alcanzar las más altas cotas del séptimo arte y sentarse a la misma mesa que Welles, Kubrick, Wilder, Capra, Chaplin, Ford... A ver si al final va a resultar que con Tim Burton no hay (nunca ha habido, de hecho) para tanto…

Tim Buton's movies: The great bluff

■ TIM BURTON