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DRAGON BALL Z: LA BATALLA DE LOS DIOSES crítica: Bulma llega a la franja MILF

Nuevo largo de Dragon Ball con un Son Goku lerdo y una Bulma madurita con patas de gallo

Mr. MOORE

Albergaba cierta ilusión por ver esta peliculita, qué quieren que les diga, cierto entusiasmo por el inminente reencuentro con los personajes que uno adoró en la infancia y en la adolescencia; cierta sensación de “volver a ver a la familia en esas fechas señaladas” después de un largo tiempo fuera de casa. Y miren, así ha sido, ha sido como volver por Navidad, cuando uno ya no es un crío, y tragarse una de esas cenas plomazo y soporíferas, con suegra incluida, en las que darías un meñique para que en el edificio empezara un REC en toda regla.

Y es que Dragon Ball Z: La batalla de los dioses tiene más lagunas que la Dory de Buscando a Nemo. En primer lugar, pocas veces he visto a un Son Goku tan lerdo y tan “haciéndose el gracioso” sin puñetera idea. Ciertamente nunca fue el lumbreras de la serie, y en la última época (toda la saga del Monstruo Boo) Toriyama había tratado de retomar el humor primigenio y desenfadado de la primera etapa, sobre todo gracias a la aparición de los retacos Goten y Trunks, intentando apartarse en la medida de lo posible de la segunda y tercera época de la serie de TV –Freezer y la epopeya del planeta Namek y la Era de Célula, respectivamente-, en el que un tono mucho más serio y marcial reinaba, y donde no había mucho espacio para la coña marinera y sí para los pesadísimos ascensos de poder continuos de los saiyajins y sus enemigos. Pero aquí se han pasado de rosca intentando ser graciosos (es cierto que el doblaje seguramente no ha ayudado nada) y Son Goku realmente parece salido del recreo del Cotolengo. Y el resto de personajes le van a la zaga.

 

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"No sé si esta tonalidad de amarillo Super Sayayin mostaza acaba de favorecerme..."

 

Se entiende que la película, al tener una duración de menos de hora y media, no puede hacer un guiño constante e inteligente a cada uno de sus personajes, pero es que Vegeta queda como un panoli importante, Piccolo ni está ni se le espera, Son Gohan sigue tan notas como en la saga del Monstruo Boo (transformación en el “Gran Sayaman” incluida) y el resto son meros comparsas. La única parte que realmente hace gracia y es harta entrañable para los que vimos debutar la serie en TV3 a finalísimos de los ochenta, es la aparición de Pilaf y sus secuaces (primeros villanos de opereta de la serie) transformados en niños imberbes. Guiño añejo y hecho con cariño de verdad. Además de recordarnos, de paso, que así empezaba Dragon Ball GT, con la excusa de la vuelta a la infancia de Son Goku gracias a un deseo del dragón Shenron...

"Pocas veces he visto a un Son Goku tan lerdo y tan haciéndose el gracioso sin puñetera idea, aunque nunca fuera el lumbreras de la serie"

Por otro lado, el leit motiv de la película es simplón como él solo, y resulta trilladísimo en un mundo tan estirado como el de Bola de Dragón. Sí, ¡lo han adivinado!, la búsqueda del ser más fuerte del Universo. Bills, el villano de turno, dios de la destrucción y que bebe directamente de la mitología egipcia (es como un gato pelón Sphynx antropomórfico), se despierta un buen día después de una cabezadita de varias décadas y decide que tiene que encontrar la figura del Super Saiyajin Dios (leyenda que se saca de la manga patilleramente la propia mitología boladragoniana).

 

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"Lo peor de acercarte a los 40 es que el disfraz de conejita ya no te entra"

 

Y cómo no, la primera puerta donde va a picar el bichejo es a la de Goku en el planeta de Kaito y luego a la Tierra, donde en la sede de Capsule Corp. se está celebrando el trigésimo octavo cumpleaños de -la antaño deseable- Bulma... (sí, ya sé que esto se dice siempre, pero fue el despertar sexual de toda nuestra generación, vamos, como si de aquí veinte años los adolescentes actuales visionan al cumple de Sasha Grey). Una vez que Bills llega a la fiesta, se acaba liando parda como era previsible, y entre notas de humor fallidas  el catering de sushi) y batallas poco espectaculares (las de los Torneos de Artes Marciales o las de los androides A16, A17 y A18 tenían bastante más chicha que éstas) se acaba el tema.

Remarcar un par de detalles fallidos más. La transformación de Son Gokuh en Super Saiyajin Dios gracias a la colaboración de cuatro saiyajin más (un invento como una casa, a falta de la transformación lógica que sería el nivel cuatro de saiyajin, vista posteriormente en Dragon Ball GT). Y ya a nivel técnico, y esto sí que es deplorable, la poca calidad de ciertas animaciones. Movimientos chusqueros, planos medios y largos sin ningún detalle en las facciones de los personajes, y proporciones aberrantes que un alumno de primer curso de Joso Comic detectaría en un parpadeo. Cutreces dignas de un burdo episodio de televisión, y no de lo que se supone es una versión superior para gran pantalla. Esperemos que Bills siga durmiendo unas cuantas centurias más y quedémonos con el Son Gokuh que iba palpando entrepierna para distinguir chicos de chicas.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Congelada en carbonita

INF VNV 2

Recomendada por Kuato a: padres treintañeros y cuarentones que quieran llevar a sus vástagos a ver a sus ídolos de merienda nocillera. Aunque visto lo visto, casi que les pasen la primera temporada de la serie original.

No recomendada por Kuato a: padres que no tengan hijos... esto... ¡Sí, eso!.. Qu no tengan hijos  a su cargo, o que ni sepan que los tienen. No vayan.

Ego-Tour de luxe por: ATENCIÓN SPOILER: que Son Goku caiga derrotado irremediablemente y aparezca la palabra “fin”. Ya tocaba, para variar...

Atmósfera turbínea por: ATENCIÓN SPOILER: que Son Goku acabé derrotado por un tío ridículo de color púrpura que parece la mezcla emtre un marsupial y Bugs Bunny. Claro, que Frezeer tampoco parecía Sauron, no...

 

DRAGON BALL Z: LA BATALLA DE LOS DIOSES. Estreno en Venusville: 30/05/2014

 

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