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SITGES 2017 crónica 6: Depredadores

Brimstone; Thelma; Hostile; Caniba

CHEMA PAMUNDI

Yo esto de largarme a mitad de una película no lo hago mucho. Tengo grandes tragaderas y me da como apuro, pero aquí en el Festival de Sitges he llegado a ver a auténticos plusmarquistas de la huida en la oscuridad. Uno diría que entran a las proyecciones exclusivamente para poder irse, como una especie de acto de protesta silente. Por lo general, cuando hago mutis en plena peli es porque el final se me solapa con el principio de otra que me interesa más, o porque he decidido que no la voy a reseñar y prefiero aprovechar el tiempo en escribir sobre alguna que sí que vaya a incluir en la crónica del día (anticiparme al cansancio a la hora de redactar estos artículos es una obsesión que me acompaña durante todo el festival).

Aún así, pirarme antes de que aparezcan los créditos finales siempre tiene para mí un punto de derrota humillante, así que la mayoría de las veces prefiero quedarme y sufrir el castigo íntegro. Además, soy de la opinión de que para formarse un criterio no vale con ver sólo buen cine, hay que tragarse también algún que otro choronguito de vez en cuando, aunque sea para aprender a analizar lo que no funciona más allá de la frase "Vaya rollete".

Total, que hoy me he largado de una película, y he visto a un montón de gente largarse de otra. Sobre la segunda ya hablo en esta misma crónica, y de la primera sólo diré que se titulaba November, que es una coproducción entre Estonia, Países Bajos y Polonia, y que el coñazo era poderoso en ella. Cuando han aparecido en pantalla dos pollos gigantes porque mira, porque sí, he mirado el reloj del móvil (8:50 de la mañana), he musitado "Yo no necesito esto ahora mismo" y me he ido al pueblo a por un croissant y un café con leche.

Y luego, he visto (enteras) estas otras cuatro pelis:

 

BRIMSTONE (Martin Koolhoven, EUA, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Una cosa es el cine de horror extremo, que yo siempre he defendido por su capacidad catártico-festiva, y otra cosa muy distinta es la "narrativa de la crueldad" que parece haber permeado todos los géneros últimamente (algunos episodios de Juego de tronos son ya más jodidos de ver que La matanza de Texas), y que personalmente empieza a saturarme. Parece que no haya otra manera de explicar historias contundentes sobre la violencia que recreándose en ella, incluso aunque eso entorpezca la narrativa. Parece que mostrar barbaridades legitimice de algún modo cualquier discurso, que le dé un sello de verosimilitud. O bueno, desde luego eso es lo que cree Martin Koolhoven, el director y guionista de Brimstone, al que le debió de parecer que su película perdería fuelle si no viésemos en pantalla cómo un pederasta le revienta la espalda a latigazos a una niña de 8 años (por cierto, una curiosidad... ¿cómo se prepara a una actriz infantil para rodar una escena así, y que luego no se pase el resto de su vida durmiendo con la luz encendida?).

Brimstone es un western que, en tono apocalíptico, narra la historia de una muchacha perseguida a lo largo de los años por un predicador psicópata. La cinta pretende postularse como una denuncia de la misoginia, pero sus exagerados golpes de efecto para lograr suspense hacen sospechar que, en realidad, es todo una mera excusa con la que vestir intelectualmente un puro ejercicio de exploitation (que oye, me parece la mar de bien, pero que no me vendan burras). La película está ordenada en cuatro capítulos que van moviendo la historia atrás y adelante. Tienen rimbombantes títulos bíblicos ("Revelación, "Éxodo", "Génesis" y "Castigo") porque todo en Brimstone rezuma gravedad e ínfulas de gran obra, pero la realidad es que sólo el primero de dichos capítulos resulta plenamente satisfactorio, y que los demás van empeorando poco a poco, a medida que el costumbrismo inicial es sustituído por los tópicos de un thriller de horror.

No todo es negativo en Brimstone. Está muy bien filmada, con una fotografía fría y naturalista que transmite desazón. Tanto Guy Pierce (que interpreta al predicador loco) y como sobre todo Dakota Fanning (su víctima) están fantásticos. Además, no aburre durante uno solo de sus 144 minutos y tiene muchos momentos que, tomados por separado, son cine de primer orden. Pero el conjunto es moralmente perverso. Allá cada cual.

 

"Si esta peli no funciona, le pediré a Tom Cruise La guerra de los mundos 2"

 

THELMA (Joachim Trier, Suecia-Francia-Dinamarca, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

No conocía la obra del director Joachim Trier anterior a Thelma (no he visto ni Oslo, 31 de agosto ni El amor es más fuerte que las bombas), pero desde luego voy a empezar a investigarla desde ya, porque Thelma me ha parecido la primera pieza de auténtico "señor cine", sin una sola pega que ponerle, de todo Sitges 2017 (algo en cierto modo preocupante, porque llevo ya una semana de festival y me he tragado más de 30 títulos). Aquí tenemos a un autor no sólo inspirado, sino absolutamente convencido de lo que hace. Estoy seguro de que, plano arriba plano abajo, le ha salido exactamente la película que tenía en la cabeza. Desde luego le ha salido exactamente la película que a mí me apetecía ver.

La prota de Thelma (interpretada por Eili Harboe con una fragilidad que te pone el nudo en la garganta) es una universitaria que vive atormentada por culpa de su don/poder psíquico/llámale como quieras (el guion no nos lo aclara) para hacer milagros. El problema de esta especie de superheroína en ciernes es que no controla dichas habilidades sino que se le disparan solas cuando se deja llevar por sus emociones, y que los "milagros" que genera no suelen tener efectos positivos sino más bien catastróficos (al fin y al cabo son manifestaciones de los deseos más ocultos dentro de una cabecita llena de complejos e inseguridades). Sus padres han intentado utilizar la religión como ancla para mantener a Thelma en la realidad y permitir que lleve una vida normal, pero cuando se enamore de una compañera de clase quedará claro que la terapia basada en textos sagrados tiene sus limitaciones.

Thelma no elude las comparaciones con Carrie, de hecho al igual que aquella lanza el mensaje de que la represión es el germen de todo mal; pero en realidad cuenta una historia muy diferente, mucho más sutil, cotidiana y minimalista (Carrie era un thriller de horror muy directo, lo cual no es ni mejor ni peor, pero sí que es distinto). Un drama de aprendizaje vital hecho de silencios reveladores, narrativa elegante y una tristeza latente que lo permea todo. Una demostración de que el género fantástico, bien aplicado, da para sublimar cualquier historia. Una peliculaza.

 

"No se lo digas a nadie, pero si hay segunda parte se titulará Louise"

 

HOSTILE (Mathieu Turi, Francia, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Mira, en un principio ni siquiera iba a reseñar esta película. La estaba viendo, desde una de esas filas de butacas laterales del Retiro que te garantizan una visión perfecta de los subtítulos, siempre y cuando midas más de dos metros o utilices una motosierra para decapitar al que hay sentado delante tuyo, y me estaba pareciendo tan absolutamente chorra que no creía que mereciese la pena hablar de ella, total para decir que es una serie B justita, que ni mata ni engorda. Pero claro, eso es lo que pensaba antes de ver el final, posiblemente el peor final sorpresa en toda la larga y deprimente historia de los malos finales sorpresa. Un final sorpresa que hay que verlo para creerlo, que da ganas de gritar, aplaudir, bailar y celebrar la vida. Un final sorpresa que, de hecho, arrancó un estallido de carcajadas entre el público (que no se cortó un pelo, a pesar de que en la sala nos acompañaban el director y la actriz principal); y por supuesto, un final sorpresa que hace que Hostile, de tan mala, acabe volviéndose recomendable.

Al lío: una pandemia ha liquidado a casi toda la humanidad y ha convertido el planeta en un desierto estilo Mad Max pero sin presupuesto. Julie, una de las pocas supervivientes, estaba volviendo a la colonia con su furgoneta tras un día de rapiñar víveres y herramientas por ahí, cuando es atacada por un bicho mutante (se ve que hay más sueltos), se pega una buena hostia con la furgoneta, que vuelca por completo, y se rompe la pierna malamente. Durante el resto de la cinta, que transcurre durante una única noche, Julie se hará fuerte en el interior del vehículo, intentando mantener alejado al monstruo que aparece de vez en cuando para jugar con ella al "¡Aaaay que te cojo!", mientras espera a que la rescaten.

La supuesta gracia de Hostile es que mezcla este argumento con sucesivos flashbacks sobre la vida de Julie antes de que el mundo implotara. Chica conoce a chico (el chico es un "fransuá" de manual; como el tío aquel del anuncio de los quesos Président, pero en follable); chica se enamora de chico; chica decide que "es complicado", etc. Una historia de amor nada original pero que acaba enganchando bastante más que lo que está ocurriendo en la furgoneta volcada, porque es ligeramente menos previsible y porque, suponemos, en algún momento cobrará sentido dentro de la trama y lo fliparemos; y bueno, en esas que llega la gran revelación, y vaya si lo flipas...

Hostile es una mediocridad olvidable, validada por un "PERO QUÉ COJONES ES ESTO" que, si bien no la hace menos chunga (todo lo contrario), la eleva al altar de las comedias involuntarias. Eso sí, el chiste dura 83 minutos.

 

"Ahora ya saben por qué me tapo la cara todo lo que puedo"

 

CANIBA (Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor, Francia, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

A principios de los 80, el japonés residente en Francia Issei Sagawa fue arrestado por asesinar y comerse a una compañera de estudios en la Sorbonne. Las autoridades le consideraron legalmente demente y no apto para ir a juicio. Durante los años siguientes, Sagawa fue incapaz de reincorporarse a la sociedad (con ese currículum, claro, nadie le daba trabajo) y acabó malviviendo a base de explotar su fama como monstruo de feria: concediendo entrevistas televisivas, apareciendo en pelis mondo y porno, escribiendo y dibujando un manga bastante repulsivo que detallaba el crimen (hoy en día es pieza de coleccionista), e incluso, no te lo pierdas, escribiendo críticas gastronómicas.

Actualmente el tipo está en la sesentena, muy enfermo de diabetes y viviendo con su hermano, un sadomasoquista extremo (las cenas navideñas de la familia Sagawa debían de ser la monda) que lo cuida y lo alimenta. Caniba es un documental, no sobre estos dos personajes sino protagonizado por ellos. El matiz es importante, porque aquí no se pretende explicar nada en especial acerca de la vida y milagros de la pareja, sino que sencillamente se ha plantado la cámara delante de ellos y se les ha dejado a su aire. Así, son los entrevistados quienes toman el control y se muestran a sí mismos bajo la luz que prefieran. No se puede ser más honesto.

El grueso de Caniba son primerísimos planos de alguno de los dos hermanos (o de ambos), muchas veces desenfocados, hablando o mirando las musarañas en silencio (a veces, entre frase y frase pueden pasar tranquilamente cinco o seis minutos de metraje en los que no ocurre NADA). La experiencia visual del documental es tan jodidamente anodina que obliga al espectador a buscar sus propias salidas, a reflexionar sobre lo que está (y lo que no está) viendo. Así, la película acaba diciendo más cosas sobre nosotros que sobre el propio Sagawa, un tipo que tiene clarísimo quién es y qué espera de la vida. Sabe que está loco, pero ni pide perdón ni se arrepiente de nada. En otro segmento del documental vemos pasar páginas del manga que dibujó, mientras nos las comenta de manera minuciosa. Más tarde su hermano nos dedica una riquísima sesión de auto-tortura: se envuelve el brazo con alambre de espino, se lo acuchilla, se lo quema. Todo en medio de un clima no de horror y esperpento, sino de cotidianidad y cierta placidez lánguida. Creo que eso es lo que lo hace más perturbador.

Caniba puede valorarse por su voluntad de experimentar, cruzar líneas rojas y romper esquemas, pero reconocerle sus méritos no significa que su visionado sea disfrutable. Al contrario, es una prueba de resistencia para el espectador medio, que se debatirá entre el aburrimiento, la repulsa y la estupefacción (en el pase de la sala Tramuntana ha habido filas enteras del público que han acabado saliendo por patas). Sus autores son los antropólogos Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor. En 2012 ya pusieron del revés el género documental con Leviathan, que mostraba la industria pesquera con la misma visión vanguardista e informe con la que aquí nos enseñan a un señor que es muy fan de comerse a sus semejantes. Ni lo juzgan, ni lo condenan ni lo disculpan, simplemente nos lo ponen ante los morros. No puedo decir que Caniba "me haya gustado" en el sentido clásico de la frase, y desde luego no pediré un segundo plato; pero como suele decirse "hay que verlo para creerlo".

 

"Tengo pendiente una cena con Hannibal Lecter a base de sushi"

 

SITGES 2017

 

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