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DJANGO DESENCADENADO comentario: ¿Tarantino menos Tarantino?

   

¿Tarantino menos Tarantino?

¿Es una sensación, o en Django desencadenado
Tarantino se muestra más contenido que nunca?

Por Ray Zeta

 

<Será que con Malditos bastardos recibió por parte de la crítica más palos que Kunta Kinte por no quererse llamar Toby (por poner un ejemplo relacionado con el tema central de Django desencadenado), porque el caso es que en esta última película, Quentin Tarantino no ha sido tan fiel al estilo que se ha creado trabajo a trabajo hasta convertirlo en un sello personal marca de la casa de su cine. En un chiste fácil se podría decir que ha estado encadenado durante toda la dirección. Y gracias a Dios, porque lo que empezó en Reservoir Dogs y continuó en Pulp Fiction como elementos novedosos y originales (la desestructuración narrativa en capítulos desordenados, los largos diálogos, el exagerado uso de la violencia y el alto número de personajes secundarios y subtramas), Tarantino lo llevó tan exageradamente al extremo en Kill Bill y Malditos bastardos, que ambas obras acabaron malbaratándose. La primera por su desmesurada duración (tanto es así que como todos sabrán se acabó estrenando comercialmente en dos partes); la segunda, por un exceso de tramas secundarias que acababan por eclipsar la principal.

   El tío se estaba convirtiendo en un pesado, en definitiva, incapaz de contar una historia sin todas estas tarantinadas, que si bien no hacen daño a pequeña escala, sí empachan cuando están en exceso. Por eso estamos muy contentos de que en Django desencadenado haya pisado el freno y se haya contenido más que en sus anteriores obras para ofrecernos una película más normal, menos tarantinesca y, paradójicamente, más buena por todo ello. Para empezar, la narración en Django desencadenado es puramente lineal. Nada de contar la historia por bloques inconexos con capítulos de presentación de personajes, como hizo en Reservoir Dogs (alternaba capítulos anteriores y posteriores al atraco), Pulp Fiction (aquí rizó el rizo dejando episodios colgados para retomarlos más adelante en una alteración del orden lógico no apto para mentes cuadriculadas), Kill Bill (con continuos saltos temporales y anexos a modo de presentación) o Malditos bastardos (la presentación de todos y cada uno de los grupos de personajes, hasta del equipo técnico encargado del departamento de peluquería).

 

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   En Django desencadenado toda la historia fluye en una sola línea narrativa como a la antigua usanza. No hay bloques, no hay capítulos y no hay anexos (lo que es de agradecer). Los personajes protagonistas se conocen, se plantea la historia, unen sus objetivos, se plantea el nudo, y se llega al desenlace de una forma absolutamente convencional (los menores de cinco años y las marujas del mundo podrán entender la historia sin dificultad). Tan solo se le va la mano un poquito a final de metraje cuando incluye un falso final. ¿Era necesario detener la acción justo cuando estalla, para retardar el clímax? Por supuesto que no, mejor hubiera quedado continuar la película para acabarla allí donde parece que va a acabar, que retrasar el final gratuitamente, pero ya se sabe, la cabra al monte tira, y Tarantino a liarla toca.

 

  "Quentin Tarantino no es tan fiel al estilo que se ha creado hasta convertirlo en un sello personal marca de la casa de su cine. Y gracias a Dios."  

 

   Tampoco se recrea esta vez en subtramas y personajes secundarios, lo que la duración agradece (y aún así son 165 minutos). ¿A alguien le importaba un carajo toda la historia de Malditos bastardos del cine regentado por Melanie Laurent y la relación de ésta con Daniel Brühl? No, claro que no, los que importaban realmente en esta película eran los “bastardos”, y por eso eran a quien queríamos ver. Pues en Django desencadenado lo mismo. Los que interesan son los personajes protagonistas (Jamie Fox y Christoph Waltz) y el villano (Leonardo Dicaprio), por eso son a quienes queremos ver, y por una vez en la vida Tarantino nos los deja ver al centrarse en ellos durante toda la película, sin apartar la mirada ni un instante de ellos (¿hubiera tenido sentido incluir un anexo mostrando por ejemplo, cómo Samuel L. Jackson le limpiaba la nariz de mocos a Leonardo DiCaprio de pequeñito? Por supuesto que no, por eso damos gracias a Dios que Tarantino se haya contenido en esta película).

 

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   Sabemos de buena tinta por eso, que su intención era mostrar a base de largos flashbacks los maltratos a los esclavos en las plantaciones, habiendo rodado incluso gran parte del metraje con ello, pero esta vez por deseo expreso de los productores Weinstein (decisión que les honra), fue obligado a punta de pistola (exactamente con la pistola que sale en escena 38) a eliminarlo del montaje para no exceder la duración exigida, manteniendo un recordatorio solo a base de unos pocos plano en blanco y negro que apenas duran, con lo que todos hemos salido ganando. Al igual que con las grandes parrafadas en secuencias alargadas a las que nos tenía acostumbrados. Están muy bien los diálogos frescos y originales como el del significado de la canción “Like a Virgin” de Madonna en Reservoir Dogs, las antológicas conversaciones entre John Travolta y Samuel L. Jackson sobre las hamburgueserías europeas en Pulp Fiction, o el monólogo de Samuel L. Jackson acerca de la publicidad indirecta que le hace la televisión a la venta de armas en Jackie Brown, pero recuerden la exageradamente larga, cansina y enervante secuencia del poker indio en la taberna de Malditos bastardos.

   Aquí sólo hay una secuencia a la que le habría venido bien un tijeretazo. La cena en la casa señorial de Candyland, la plantación de Leonardo DiCaprio, que incluye un speech de éste acerca de la anatomía craneana de los negros que sería objeto de estudio del mismísimo Eduard Punset en su programa “Redes”. Secuencia que si bien dura en exceso, se la perdonamos a Tarantino por ser la única y por la buena voluntad que nos ha demostrado el hombre desproveyendo a Django desencadenado de todos estos elementos tarantinianos citados de los que últimamente se había viciado, para ofrecernos por fin una película casi redonda. Lo que no le perdonamos por eso es que no haya sacado ningún personaje con la indumentaria a base de traje negro, corbata negra y camisa blanca que ha popularizado su filmografía. Y que sea una película ambientada a mediados del siglo XIX no es una excusa. ¿Acaso no tiene Django/Jamie Foxx en un momento de la película la oportunidad de elegir el vestuario que quiera?/>

 

 

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