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EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG crítica: Dragones y pachorras

   

Dragones y pachorras

Bilbo y los enanos siguen tomándoselo con mucha
calma yendo a Erebor como si estuvieran de cañas

Por Ray Zeta

 

<Decía Bilbo al final de El Hobbit: Un viaje inesperado que lo peor ya había pasado, y pese a nuestra desconfianza aún va a resultar que estaba en lo cierto. Porque el primer episodio de la trilogía hobbitera que Peter Jackson ha parido tras el histórico éxito que supuso tanto en crítica como en taquilla la también trilogía El señor de los anillos, no parecía dar motivos para esperar nada bueno. El Hobbit: Un viaje inesperado son casi tres horas de un metraje del todo innecesario sumamente estirado hasta la saciedad, rellenado con pasajes alargados, paja abundante y ritmo lento, pese a que por allí transiten hobbits, magos, enanos, orcos, trolls y trasgos. Porque Peter Jackson, enloquecido por el dólar como el rey enano Thror enloquece por el oro, ha optado por convertir el librito que es “El Hobbit”, no en un díptico como era su primera intención, sino en tres películas, y encima tres películas de casi tres horas de duración cada una.

   En cambio este segundo episodio La desolación de Smaug se revela sorprendentemente más rápido y más fluido que su predecesor. También dura casi tres horas, también alarga la acción considerablemente, y también tiene ritmos muertos, pero en conjunto sucede todo esto en un nivel muy inferior a como sucedía en Un viaje inesperado, por eso la sensación que da esta segunda parte es que pasan cosas importantes en vez de gratuitas, que la acción es más cañera, y que cada pasaje acaecido justifica la aparición del siguiente (la secuencia de los trolls en Un viaje inesperado, por ejemplo, podría haberse suprimido perfectamente, en cambio en La desolación de Smaug, las arañas gigantes son necesarias para introducir a los elfos silvanos, la fuga en barriles es necesaria para huir de estos, y así sucesivamente). La desolación de Smaug se revela, en definitiva, mejor que Un viaje inesperado.

 

"Si ahora viajan más deprisa a Erebor, es sólo porque se están meando"

 

   La desolación de Smaug está concebida como una película de viaje fantástico en la que el grupo protagonista ha de ir sorteando los peligros que les salen al paso hasta llegar a su destino. Como las películas de Simbad u otros títulos que repiten la fórmula como Los héroes del tiempo o Erik el vikingo. Lo bueno es que aquí estamos en dicho viaje desde el minuto cero. Porque aquí no hay presentaciones de personajes ni preparativos, pues ya los hubo en la primera parte, ni prólogos explicativos ni flash-backs ilustradores, aquí empezamos ya con los pies descalzos y peludos metidos en fango con el pasaje de Beorn el cambiapieles (encima un pasaje que, vistos los demás, es extrañamente corto), para pasar al Bosque Negro, a la fortaleza silvana, a Esgaroth y a Erebor, mientras nos persiguen orcos fieros, malolientes y feos, muy feos.

   También hay pausas de ritmo donde descansar, curar las heridas y reponerse para el siguiente pasaje, pero como las set-pieces de acción son más largas, hay menos pausas. Valga decir también que son set-pieces mejor hechas, mejor coreografiadas y mejor conducidas, además de más violentas (hay unos cuantos flechazos a bocajarro que ya los hubiera querido tener Mel Gibson en Braveheart), lo que le agradezco personalmente a Peter Jackson, pues uno de mis temores era que el registro cómico de Bilbo fuera en aumento hasta convertirse en una suerte de Jack Sparrow, transformando El Hobbit en “El show de Bilbo”. Pero no, todo lo contrario, Bilbo Bolsón ha tomado aquí consciencia de su condición de “saqueador”, y con una matizada interpretación a cargo de Martin Freeman, deja de ser ese hobbit comodón, cascarrabias y atolondrado que era antes de salir de la Comarca, para convertirse en un aventurero profesional, comprometido, y a la altura de las circunstancias.

 

  "La desolación de Smaug se revela sorprendentemente un episodio más rápido y más fluido que su predecesor Un viaje inesperado"  

 

    A su lado, un Gandalf casi inexistente por abandonar el grupo en pos de investigar en solitario la (del todo prescindible) subtrama del nigromante (cuando miembros de un grupo que protagonizan la trama principal se separan, los caminos que siguen provocan siempre menos interés, vean sino cuántos ejemplos hay de ello en la trilogía de Star Wars más reciente), a ratos con el ridículo y aún más prescindible Radagast (Peter Jakson lo saca siempre que puede porque tiene debilidad por su trineo tirado por conejos, motivo que me parece casi más ridículo aún que la composición del personaje), Thorin Escudo de Roble tan encartonado como en la primera parte (ay Viggo Mortensen, tú sí que compusiste con Aragorn un héroe épico creíble y de lo más redondito…), y el resto de enanos, tan impersonales también como nos los mostraron en la entrega anterior, a excepción de Kili, que aquí se le da más minutos por revelarse el ligoncete del grupo.

   Y todo un equipo de nuevos fichajes con los que engrosar la plantilla del “Tierra Media Club”: el un tanto desaprovechado cambiapieles Beorn; la elfa machorra Taundriel (una especie de Xena princesa guerrera versión élfica, que nada tiene que ver con la sensualidad y la feminidad que emanaban Arwen y Galadriel); Bardo el arquero (o digamos mejor arponero; el personaje más serio de todos al vivir con una tragedia personal digna de Shakespeare); el bufonesco gobernador  de Esgaroth (tan cómico sale Stephen Fry que sólo le falta ponerse en pelotas como hizo en Sherlock Holmes: Juego de sombras); y un recuperado Legolas, a quien Peter Jackson saca haciendo trampita, ya que no sale en el libro original, y del que podemos comprobar que 60 años antes de los sucesos acaecidos en El señor de los anillos, ya se le daban bien las cabriolas imposibles aunque luciera unos cuantos kilitos de más...

 

"Es la última vez que emprendo una aventura sin mi Manual de Hobbits Jóvenes Castores"

 

   Hasta llegar al dragón Smaug, piedra preciosa, angular y de toque, de este episodio intermedio hobbitero. Una criatura que como dragón sin duda es una virguería en cuanto a diseño y efectos digitales, pero que tampoco es la bomba que nos prometió Guillermo Del Toro cuando en su día declaró que había dedicado todo un año de la pre-producción de El Hobbit a su creación. Quizás si nos lo hubieran enseñado desde el principio no hubiéramos esperado tanto de él, pero como en la primera parte nos pusieron los dientes largos enseñándonos sólo su fuego, su colita (sin pensar mal) y su ojo, creíamos que íbamos a ver el alien de los dragones, y lo que nos hemos encontrado no dista mucho de lo visto en Dragonheart, El imperio de fuego o Eragon. Aún así, los diálogos que mantiene con Bilbo resultan irresistibles, sin olvidar que quien le da la voz en el original es Benedict Cumberbatch, el Sherlock Holmes televisivo, y como Martin Freeman es su Dr. Watson, tiene su coña.

   Mejor La desolación de Smaug que Un viaje inesperado pues, lo que no se esperaba vista lo estirado que estaba éste (y más aún teniendo el precedente de que de El señor de los anillos, Las dos torres es el episodio más lento y alargado). Veremos qué tal sale Partida y regreso, el tercer y último capítulo, aunque esté claro que la tendencia de Peter Jackson es contar los acontecimientos estirándolos lo indecible con la pachorra necesaria para llenar tres películas. Por eso vistos los irregulares resultados de El Hobbit en general, resulta imposible no pensar en lo redondo que hubiera quedado si como se anunció en un principio la hubiera dejado en dos entregas en vez de en tres de 160 minutos cada una. Es lo que decía al principio, Peter Jackson ha enloquecido por el dólar como el rey Thror enloquece por el oro, por lo que el dragón Smaug que se cierne sobre él son los más de 500 millones de presupuesto a recuperar. Por eso para salir triunfador de esta aventura necesita un “saqueador”. ¿Alguien se anima?>

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Copas de yate
     
     
 

Recomendada por Kuato a: Bilbo Bolsón, para que vea Cómo entrenar a tu dragón y aprenda a domesticar a Smaug.

     
  No recomendada por Kuato a: Walt Disney, que como en Blancanieves y los siete enanitos supo dotar a cada enano de una personalidad propia, si ve lo intercambiables que son todos los de El Hobbit, se revolverá en su tumba.
     
 

Ego-Tour de luxe por: el homenaje inconscientemente rendido a El caballero del dragón y El dragón del lago de fuego, títulos pioneros en la materia.

     
 

Atmósfera turbínea por: la puta moda de estirar y alargar las franquicias lo indecible, practicada también en los Harry Potters, los Crepúsculos y Los juegos del hambre.

 

 

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2 Respuestas

  1. Anónimo
    Más uno<br />Acabo de verla y sí. Me parece más àgil. Las escenas de acción son coj*n*d*s. Pero aun y así se hace un tanto larga.
  2. Anónimo
    JOSÉ BLANCO REYES<br />Estoy de acuerdo contigo Zeta, esta segunda parte es mejor que la primera, mucho mas rapida, con mas cosas, y mas accion. La primera salio muy lenta, muy larga y muy aburrida. A ver qué tal sale la tercera, pero sin haberla visto apostaría a que esta segunda va a ser la mejor de las tres.

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