Categorías

LA JUNGLA 4.0 crítica: Rumble in the Jungle

   

Rumble in the Jungle

John McClane vuelve a casa calvo, con una hija
crecidita, y con más ganas de destrozarlo todo

Por Dr. Bishop

 

<La operación nostalgia de nuestros tiempos casi roza la necrofilia al recuperar, como diría Van Helsing, no vivos pero tampoco muertos. En una noche siniestra la cámara nos acerca a un cementerio secreto de Hollywood, entre las tumbas profanadas de John Orondo Rambo e Indiana Papada Jones, donde codiciosos productores desentierran furtivamente un nuevo ataúd, el de John McClane. Lo abren, la luz de la luna se refleja en una calva abollada y, milagro, se ve que el no muerto está todavía presentable en sociedad.

   Sin embargo, y como pasó con el pseudocadáver de James Bond, el McClane de La jungla 4.0 ha dejado el tabaco (¡y hasta el alcohol!), algo totalmente ilógico, pues alguien que ha esquivado o recibido miles de balas difícilmente sucumbiría a las amenazas inconstitucionales de las autoridades sanitarias. Eso sí, ya se sabe que los exfumadores son lo peor, gente de cabreo fácil, y ya de por sí McClane nunca fue la alegría de la huerta. Así pues, y a pesar de gritar su “Yipi-kay-yai” sin el “hijo de puta” imperativo, McClane consigue ser aún políticamente incorrecto, concretamente cuando apaliza a una furcia hawaiana mientras proclama la triunfal frase “conocí muchas putas en los 80, pero ninguna como tú” (ya saben, McClane y su habitual psicología básica de barra de bar). Remata la faena atropellando con un 4x4 a la señorita como si fuera una perra, hasta enquistarla en el hueco de un ascensor. Si sus rivales siguen muriendo como animales, podemos asegurar que McClane no sólo no está muerto, McClane está vivo. De ahí quizás el magnífico título original del film: “Live Free or Die Hard”.

 

JUNGLA_4.0_1

"No me obliguéis a decir `yipi-ka-yei` que me conozco"

 

   A diferencia de la insuperable primera entrega, La Jungla 4.0, dirigida por Len Wiseman, no es una película perfecta (tampoco es que lo pretenda) e incluso empieza algo renqueante. Sin embargo, el aluvión de escenas de acción acaban captando la atención del espectador, a base de mezclar inteligentemente la acción típicamente ochentera, chusquera y sin virguerías, con la de nuestro siglo, en un poti-poti de influencias varias. Desde el CGI más evidente (el travelling del harrier derribando el puente) hasta las habilidades del mercenario saltimbanqui, un cruce bastardo del mutante Sapo de X-Men  y del negro experto en parcour de Casino Royale (y que por cierto aguanta lo indecible, con atropellos y saltos de helicópteros incluidos). En el tratamiento de la trama, que viene a ser la muy contemporánea de “Estados Unidos y Puteados”, suenan también reconocibles ecos del inevitable 11-S, el ritmo non-stop de la serie 24 y semejanzas estéticas con Mission Impossible: III (en el mismo tráiler del film, McClane salta por el puente destrozado por el caza, exactamente como Ethan Hunt en su correspondiente trailer).

   En esta cuarta parte de la saga, Thomas Gabriel, un demented descontento por el finiquito de su despido, decide enviar USA a tomar por el culo con el fin de enriquecerse. Aunque vaya, en el fondo, rico el hombre ya debe ser, porque la inversión en logística de su operación es equiparable al presupuesto de un país bananero (mercenarios armados, hackers, camiones, helicópteros, facturas de luz, etc.). Además, es de suponer que su control absoluto sobre la red informática le permitiría desviar cualquier cuenta bancaria desde el sofá y como un señor, sin necesidad de aterrorizar a 250 millones de personas que no tienen culpa de nada. Por suerte para nosotros, el villano es de personalidad expansiva y prefiere montar el típico show terrorista, muy grandilocuente pero no exento de cierta elegancia. Como es normal en la saga, el gobierno del país más poderoso del mundo no tiene ni pajolera idea de qué está pasando, por lo que nuevamente nuestro policía da un paso al frente. Ayudado por un hacker, por suerte no especialmente incordiante, y un Kevin Smith convertido en su propia parodia (qué triste lo de este hombre), el justito coeficiente intelectual de McClane irá deduciendo todos los pasos del plan con precisión suiza, mientras el gobierno se dedica al noble oficio de rascarse los huevos con fruición.

 

  "el aluvión de escenas de acción mezclan inteligentemente la acción típicamente ochentera, chusquera y sin virguerías, con la de nuestro siglo"  

 

   Aparece también la hija de McClane, inconfundible vástaga de sus padres, pues ha heredado las malas pulgas de papá y la propensión masoquista a ser rehén de mamá. Dicho personaje sirve también para la magistral introducción de John McClane en el film: un héroe que ha salvado varias veces su país se dedica ahora a espiar cómo un salido toquetea a su hija, la cual reniega de su apellido paterno y opta por el materno, Gennaro (que hay que ser desagradecida y además tener mal gusto con los nombres, coño). Sea como sea, McClane es de esos que se despierta y nunca sabe cómo acabará el día: en este caso, empieza con una escena doméstica, abroncando al novio de su hija, y acaba enfrentándose a un mismísimo harrier. Dudamos que el horóscopo del periódico le advirtiera de ello. 

   Mención aparte para la escenata más alucinante del film, en el mejor y peor de los sentidos. Decíamos que uno de los mayores logros de Transformers derivaba de un error garrafal de guión, cuando el ejército decide trasladar el objeto que buscaban los Decepticons a una gran ciudad, provocando una masacre innecesaria de su población con el gozo consiguiente del espectador sanamente sádico. Pues bien, en La jungla 4.0 ocurre exactamente lo mismo: una nueva cagada del ejército estadounidense, cada día más retarded, causa la escena más espectacular del film, el duelo entre el tráiler y el harrier.

 

JUNGLA_4.0_2

"Cuando Ethan Hunt reciba tantas hostias como yo, hablamos"

 

   El piloto del avión, al que ordenan abrir fuego contra el tráiler conducido por McClane por una rotonda, resulta ser un mandril mesmerizado, un soldado patoso que no logra acertar ni a un objetivo tan mastodóntico como un camión. El piloto consigue finalmente acabar con el camión, sí, pero tras gastar toda su munición y con el inconveniente de estrellar su propio avión y destruir tres plazas de les Glòries superpuestas (¿pero cuántos muertos provoca este mentecato, este inconsciente de la vida?). Es un enfrentamiento hiperbólico e inverosímil, claramente una concesión a la galería más descerebrada, la típica barbaridad actual derivada de poder visualizar cualquier escena imaginable con la ayuda del CGI. Y sin embargo no podemos más que vitorear estos cada vez más reivindicables errores de guión, quizás porque nadie en su sano juicio los defendería… ni se lo pasaría tan bien con ellos, siendo sinceros.

   Así que siendo consecuentes, creemos que el guionista responsable de este delirio argumental no merece el despido sino una medalla. Y John McClane cuarenta medallas más por salvarnos por cuarta vez, por supuesto./>

 

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Copas de yate
     
     
  Recomendada por Kuato a: ochenteros que  monten expediciones arqueológicas para asistir a revivals de The Police, Héroes del Silencio o The Cure. Si quieren viejas glorias, McClane es de las más grandes.
     
  No recomendada por Kuato a: adolescentes que ni saben ni les importa una mierda quién es John McClane. Recordemos que algunos ya tenemos una edad y chocheamos, pero no torturemos a la gente joven con nuestras batallitas de la mili, hagamos el favor.
     
  Ego-Tour de luxe por: Bruce Willis, un héroe de acción incombustible y un señor de los pies a la cabeza. Señores productores, por favor, no nos lo entierren de nuevo, que este muerto aún está muy vivo… Y por aquí se le quiere, ¡que aún nos tiene locaaaaaas...¡
     
  Atmósfera turbínea por: el pobre imbécil que quiere meterle mano a la hija de McClane. Con una novia tan enérgica y un suegro tan ogro como John McClane, la cena de Navidad en Can McClane debe ser un infierno de discusiones donde acaban trinchando el pavo pero a balazos.

 

Facebooktwittermail

No hay comentarios

Agregar comentario