Categorías

SITGES 2020 crónica 4: ¡Vamos a morir todos!

Jumbo; The Show; Possessor; For the Sake of Vicious

CHEMA PAMUNDI

Mientras escribo esto, la cosa pandémica se está poniendo canuta para el festival. La Generalitat de Catalunya ha decretado restricciones durísimas en bares y restaurantes (solo podrán servir comida para llevar), y el cierre de todas las salas de cine a las 11 de la noche (valiente chorrada) así como la reducción de su aforo del 70% al 50%. Tres medidas que, pese a las quejas, los intentos de renegociación y las rectificaciones constantes durante las últimas 24 horas, parece que van a acabar aplicándose a rajatabla, lo que es todo un impacto en la línea de flotación de Sitges 2020 cuando aún quedan por delante tres días de proyecciones y la venta de entradas estaba ya rozando el poste de ese 50% en varias sesiones. A ver si conseguimos llegar al domingo con el chiringuito abierto.

En el frente cinematográfico, mientras tanto, hoy ha sido un día de encadenar películas infames, que me ha recordado a esas ediciones sitgeras de los años 90 en las que se salvaba un título de cada 20. He estado a punto de largarme a mitad de tres sesiones (esto en Sitges suele ser una decisión sabia, que tu cerebro agradece), pero en los tres casos me ha traicionado la molicie y me he quedado mirando la pantalla atónito, mientras musitaba “¿pero qué hostias estoy haciendo? ¿Por qué no me voy?”.

La primera de dichas sesiones ha sido Impetigore, comatosa producción indonesia de fantasmas con unos diálogos explicativos tan machacones que solo ha faltado que saliera directamente el guionista a contarnos la trama con un powerpoint. La segunda ha sido Teddie, una francesa de adolescente licántropo a cargo de un director que no parece tener ni pajolera idea sobre cómo funcionan el mundo de los adolescentes ni el de los licántropos; y la tercera ha sido Valley of the Gods, una especie de anuncio de colonia de 120 minutos sobre cómo el hombre moderno ha perdido su esencia y su contacto con el lado místico de la vida, lleno de navajos haciendo el indio y de referencias burdas a Ciudadano Kane y 2001 (hay que tenerlos cuadrados).

Pero tranquilos, que no voy a compartir mi sufrimiento reseñando en detalle ninguna de esas tres bazofias. Por suerte, entre ayer y hoy he visto otras cosas...

 

 

JUMBO (Zoé Wittock, Francia-Bélgica-Luxemburgo, 2020)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

 

Vale que la premisa de Jumbo es de las que llaman la atención, pero confieso que el único motivo por el que he gastado un ticket de prensa en verla es que la protagonista es Noémie Merlant, cuya intensidad para “sufrir por dentro” me dejó patidifuso en la estupenda Retrato de una mujer en llamas, y me parecía que podía lograr algo parecido en este melodrama sobre una chica con problemas psicológicos indeterminados que entra a trabajar como limpiadora nocturna en un parque de atracciones y se enamora perdidamente de una de dichas atracciones (el “Jumbo” del título), una especie de carrusel gigante de esos que te hacen girar a toda velocidad mientras emiten un festival de luces y música a toda mecha. Sí, ya he dicho que la premisa era de las que no te dejan indiferente.

 

"Lo bueno de este novio es que me da todas las nubes de algodón que quiero"

 

Lamentablemente, la interpretación de Merlant y algunas escenas alucinadas de supuesto sexo entre ella y “Jumbo” son lo único un poquito sofisticado en una película que se queda atascada enseguida, como si la propia directora Zoe Wittock flipase tanto con la mencionada premisa que solo fuese capaz de subrayarla constantemente. Jumbo tiene todo lo que cabría esperar: la protagonista introvertida e inadaptada, la madre divorciada que no la comprende (pese a que, irónicamente, su propia vida amorosa es bastante más desordenada y tóxica; al fin y al cabo su hija no le hace daño a nadie follándose a un tiovivo), el ligue formal de la chica (que además es su jefe en el parque de atracciones) que siente celos de su competidor inanimado e intenta apartarlo de ella...

Y ese es precisamente el problema de Jumbo, que se limita a mezclar los elementos de siempre sin aportar ni un ápice de originalidad, sin profundizar apenas en el tema de la objetofilia y fiándolo todo al tono de fabulita mágica estilo Disney o Spielberg (Jumbo se comunica mediante vistosos juegos de luces y sonidos mecánicos), y a la empatía que pueda despertar la protagonista cada vez que mira con ojos de ciervo al objeto de su deseo. La cosa se acaba de estropear con un final ñoño, palurdo y forzado (punteado por la canción “Fly”, de la banda setentera de rock progresivo Machiavel), nivel “la comedia francesa del año”, para entendernos. Un desperdicio de buen material de partida.

 

Venusentencia: Congelada en carbonita

INF VNV 2

 

 

THE SHOW (Mitch Jenkins, Reino Unido, 2020)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

 

Sospecho que si The Show no llevara asociado el nombre de Alan Moore como guionista (un Alan Moore, además, que se ha mostrado entrañable y simpático en el vídeo de presentación que ha precedido a la proyección), la película sería objeto de muchas más opiniones como la que voy a emitir a continuación: es un coñazo. Obviamente, ver a Moore vinculado a cualquier proyecto cinematográfico es un lujo en sí mismo, y ojalá que le dure el gusanillo, porque es mil veces preferible este Alan Moore apasionado y lúdico que el que llora su resentimiento cada vez que alguien le adapta el Watchmen o el From Hell de turno contra su voluntad. Además, no se puede negar que The Show refleja cien por cien su personalidad y sus filias, incluyendo el humor absurdo, los personajes pintorescos y las referencias constantes al ocultismo, el circo, el pulp, los superhéroes decadentes y H.P. Lovecraft. Todo lo anterior es cierto, como no lo es menos que la película, lo voy a repetir, es un coñazo.

La acción está estructurada como un misterio de cine negro clásico, en el que un tipo se pasea arriba y abajo por Northampton (la ciudad natal de Moore, por cierto; fijo que la peli está llena de huevos de pascua autobiográficos), buscando a un tío que luego es otro tío, y luego resulta que lo que está buscando es un colgante, y luego aparece una tía que le ayuda, y bueno... lo típico de irse entrevistando con personajes que entran y salen, y atar cabos con largas explicaciones soltadas en frío ante la cámara (“Joe creyó que Frank era James, pero entonces apareció Patsy y le dijo a Mike que llamase a Dave...”). Si yo ya me pierdo con estas historias cuando tienen el nivel de calidad de El sueño eterno o El halcón maltés, ni te cuento con algo visualmente tan menor como The Show. Al parecer, la película es secuela directa de una serie de cortometrajes llamados Show Pieces que Moore facturó en 2014, ambientados en el “Northampton mágico”. Oye, y yo que me alegro.

 

"Ángel Pavlovsky siempre ha sido mi ídolo"

 

The Show funciona (sin tirar cohetes, tampoco flipemos) en detalles puntuales, como esa agencia de detectives-niño que visten y hablan igual que Sam Spade, la aparición del propio Moore encarnando a un personaje que va maquillado como si su cabeza fuera una luna, o el tío con máscara de superhéroe que se pasa toda la peli vigilando al protagonista por cámaras mediante un ordenador portátil (en lo que parece un autocachondeo de Moore sobre el hecho de que no traga a los superhéroes pero no se los puede quitar de encima). Pero son chispazos sueltos en una película que también recurre a tópicos tan ramplones como sacar payasos en escenas oníricas. El conjunto se queda a medias: o bien le sobra la encorsetada estructura detectivesca, o le falta locura metafísica.

Y además, es un coñazo.

 

Venusentencia: Congelada en carbonita

INF VNV 2

 

 

POSSESSOR (Brandon Cronenberg, Canadá, 2020)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

 

Como ya hiciese en Antiviral, Brandon Cronenberg alimenta en Possessor un interés por lo parasitario (cosas que viven dentro de otras cosas) que debe de hacer sentir orgulloso a su padre. En el caso de la cinta que nos ocupa, el “parásito” es la protagonista Tasya Vos, que trabaja en una corporación dedicada a cometer sofisticados asesinatos por encargo. La cosa va más o menos así: utilizando un dispositivo de tecnología bastante ciberpunk, se “inserta” la mente del homicida en el cuerpo de alguien convenientemente cercano a la potencial víctima. El “invasor” toma el control del individuo elegido (lo posee, de ahí el título), lo utiliza para cometer el crimen y luego “lo suicida”, justo antes de que se corte la conexión entre ambos. Así explicado parece la monda, sí, pero durante la película se irá revelando como un sistema tan complicado, con tantos posibles agujeros, cabos sueltos y episodios de estrés post-traumático para el asesino, que uno acaba preguntándose si no sería más sencillo y barato contratar a la mafia chechena para que le pegue un tiro al blanco elegido y santas pascuas. Esa es una de las cosas que me han sacado de la propuesta de Possessor, una obra más efectiva en lo estético que en lo sustancioso.

 

"La única manera de que no me confundan con mi padre es tapándome la cara"

 

La película centra el grueso de su atención en dos personajes paralelos. Por un lado está Tasya, una agente de la compañía que ha repetido el proceso de posesión tantas veces que parece estar perdiendo su propia humanidad y su sentido de la realidad. Por otro lado está Colin, su nuevo “poseído”, que demuestra tener una psique más dura de anular de lo esperado. De la interacción de esos dos personajes, Brandon Cronenberg extrae ideas muy molonas sobre la fluidez de conceptos como la identidad, la personalidad, la conciencia y hasta la percepción de la realidad, pero se toma tanto tiempo para exponerlas que da la sensación de que se le acaba la película antes de haber podido sacar ninguna conclusión sustanciosa de ninguna de ellas, más allá de “hay que ver la mente humana, qué cosa más tremenda”.

Possessor es en todo momento una obra fascinante de mirar, de una contundente personalidad visual y con una interpretación sobresaliente de Christopher Abbott como Colin. Con un simple giro de ojos, el actor es capaz de reflejar si en ese momento es Tasya experimentando con su nuevo cuerpo, o si es Colin intentando salir de su confusión y recuperar el control. Sin embargo, Possessor es sobre todo una película hecha de buenas escenas que no necesariamente suman más juntas que sueltas. Les quitas los diálogos, les pones música darkwave y te puede quedar una antología de videoclips estupenda. Eso, y un tono excesivamente sombrío y crispado (demasiados diálogos soltados como si los personajes estuvieran poniendo un huevo de Fabergé mientras hablan), hacen de su visionado una experiencia sugerente pero a la vez ligeramente narcoléptica.

 

Venusentencia: Dos Caras Harvey

INF VNV 3

 

 

FOR THE SAKE OF VICIOUS (Gabriel Carrer & Reese Eveneshen, Canadá, 2020)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

 

Tres personajes en una casa, durante una noche de Halloween (sí, otra peli de Sitges 2020 con un número reducido de personajes metidos en una casa). Uno de ellos es Romina, la enfermera que vive allí, y que al volver de su turno de trabajo en el hospital se encuentra en su comedor a los otros dos: Chris, que lleva un pistolón bastante imponente y es el padre de una niña que fue violada años atrás; y Alan, el tipo al que en su día se acusó de dicha violación pero que fue declarado inocente en el juicio, y que ahora está inconsciente en el suelo, con la cara inflada a hostias. Chris quiere que Alan confiese lo que no confesó ante el juez, y para lograrlo cuenta con la inestimable ayuda de un martillo. Romina, superado el shock inicial, intenta poner cordura en la situación e impedir que nadie mate a nadie; y en estas andamos cuando, giro de guion al canto, empiezan a entrar en la casa un grupo tras otro de matones con cuchillos, máscaras de demonio e intenciones bastante ultraviolentas. Esa noche de Halloween, en casa de Romina, va a ser difícil impedir que nadie mate a nadie.

 

"No me quito la máscara porque sin ella soy aún más feo"

 

La función empieza como un pausado torture porn psicológico que abre debate sobre la fina línea de legitimidades que separa la búsqueda de justicia de la pura venganza ciega; y de pronto, hacia la media hora de metraje, la acción estalla y se convierte en un salvaje encadenado de sangrientas peleas a cuchillada y martillazo limpio por las angostas habitaciones de la casa. Gabriel Carrer y Reese Eveneshen, que han escrito y dirigido la película a dúo, logran sacar un enorme partido visual a su escueto presupuesto; y en cuanto al guion, no toman partido por ninguno de los personajes, no aclaran cual tiene razón ni cual es culpable o inocente, simplemente los lanzan a todos al interior de un túrmix, lo encienden y a ver quién sale vivo.

For the Sake of Vicious tiene el tramo final más extremo, gráficamente apabullante y enfermizamente divertido al que he asistido en Sitges 2020 (y dudo que sea superado en lo que me queda por ver). Pero no se trata solo de simple violencia llevada al límite: también tiene tres personajes centrales muy bien dibujados, que hacen sufrir cada uno a su manera, y un discurso minimalista aunque astuto sobre cómo la clase trabajadora (representada por la enfermera y el padre de la niña violada) ha perdido toda la fe en el contrato social. Pero vamos, que si a ti todo eso te la rempampinfla y lo que quieres es tomate, no te preocupes que For the Sake of Vicious es además una burrada de las que hacen época.

 

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

 

SITGES 2020

 

Facebooktwittermail

No hay comentarios

Agregar comentario