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SITGES 2017 crónica 7: La muerte es sólo el principio

Laissez bronzer les cadavres; Salyut-7; A Ghost Story; 68 Kill

CHEMA PAMUNDI

Lo más complicado de escribir una crónica diaria del Festival de Sitges, no es el hecho en sí de cascarme dos mil palabras en modo reportero de guerra cuando lo que me apetecería es dormir la siesta hasta la siguiente glaciación. No, escribir muros de texto es algo que siempre me ha salido más o menos fácil (quienes me siguen por Facebook lo padecen a menudo), y tras doce años de venir acreditado he desarrollado cierto "callo". Lo más complicado, de largo, es tener que juzgar cada película sin apenas haberla reflexionado, en primera impresión. Luego, dentro seis meses, se estrenará en los cines alguno de los títulos que he visto aquí, y cuando intente reaprovechar los textos de la crónica en cuestión para redactar una crítica más amplia me daré cuenta de que mi opinión es bastante distinta a lo que puse por escrito en su día.

Cuando comento esto con otros compis, suelen reconocerme que les ocurre algo similar. Si vienes como acreditado de prensa los 40, 50 o 60 títulos visionados en semana y media tienen que acabar, por fuerza, deformando tu percepción; y si vienes como público, tras haber comprado tus packs de entradas, es normal que te dejes deslumbrar por el ambientazo del festival en todos los pases, y apagues por completo el espíritu crítico. Aquí la gente aplaude a rabiar y chilla de gusto con cintas que, vistas por la tele, ni siquiera aguantarían enteras. Es el "síndrome Sitges", una especie de enajenación mental transitoria que acaba por afectarnos a todos. Por eso repito lo de cada año: tomaros estas crónicas más como una serie de sugerencias que como reseñas estrictas. O dicho de otro modo: ni puto caso a nada de lo que digo.

A mi criterio alucinado le ha dado hoy por reseñar las siguientes cuatro pelis:

 

LAISSEZ BRONZER LES CADAVRES (Hélène Cattet y Bruno Forzani, Francia-Bélgica, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

En el debate entre fondo y forma, el dúo de realizadores Cattet y Forzani lo tienen claro: el estilo lo es todo. En este caso, el estilazo. Laissez bronzer les cadavres no cuenta nada más allá de lo que pretenden ilustrar sus imágenes: un tiroteo del copón entre mafiosos, ladrones y policías (lo que ocurre antes de eso, el robo de unos lingotes de oro, es un simple mcguffin para echar a rodar la película). La susodicha balasera se nos ofrece deconstruída hasta sus más minuciosos detalles, usando carteles para irnos indicando lo que ocurre minuto a minuto, e incluso durante el mismo minuto pero desde varios puntos de vista distintos (un poco como esos programas de radio deportivos que cubren simultáneamente toda una jornada de la liga de fútbol).

Todo en Laissez bronzer les cadavres, del primer al último disparo, está planificado con la intención de epatar al máximo. Todo es un homenaje a la serie B de los años 60 y 70: el montaje y la fotografía (un subrayado constante de la acción a base de zooms vertiginosos), la estética de tebeo (con momentos híper-oníricos: cráneos eclipsando el sol, cuerpos de mujer siendo bañados en oro...), la banda sonora a base de corta-pegas de Morricone o la ambientación de pueblucho mediterráneo abandonado y tostado al sol (es importante que todos los personajes suden como tocinos). Sergio Leone meets Kurosawa meets Jean-Pierre Melville meets Monte Hellman (entre otros). La santa madre de los pastiches.

El conjunto no funciona siempre, porque la velocidad de crucero histérica que mantiene la narración, más la ausencia de sustancia aparte de los implacables golpes de metrónomo a los que avanza la ensalada de tiros, hacen que llegado cierto punto ya no te enteres de quién está traicionando a quién, dónde está el oro, qué le ha pasado a la tía del puro, ni cuál es el plan para llegar hasta el coche. Tampoco importa un carajo. Esta es una obra que se disfruta más cuanto más desconectas de su argumento y más te dejas saturar las neuronas por sus imágenes. Verla emporrado tiene que ser LA HOSTIA.

 

"La próxima vez plagiamos los tiroteos de Los odiosos ocho y estamos más fresquitos"

 

SALYUT-7 (Klim Shipenko, Rusia, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

En 1985, la estación orbital soviética Salyut-7 dejó súbitamente de funcionar, convirtiéndose en 20 toneladas de peso muerto a la deriva que amenazaban con estrellarse contra la Tierra en pleno suelo estadounidense (para mayor LOL), provocando con ello una deflagración comparable a la de Hiroshima; o lo que es lo mismo, dando por inaugurada la Tercera Guerra Mundial. A fin de evitar semejante mascletá, los soviéticos lanzaron contrarreloj una de las misiones de reparación más complejas y arriesgadas de toda la carrera espacial. De si salió bien o salió mal es de lo que nos habla esta apañadísima producción rusa.

¿Dónde está escrito que los rusos no puedan apuntarse al modelo de convertir pasajes heroicos de su historia en blockbusters bien paridos? Porque eso, exactamente, es Salyut-7, una obra de puro entretenimiento que se mira en el espejo de Apolo 13, Gravity y Space Cowboys, copiando con gracia lo que les funcionaba a aquellas. No es una lección de historia (ni yo suelo ir tampoco al cine a que me den clase), pero lo que cuenta suena razonablemente creíble, la factura técnica es formidable (sobre todo para una película de "sólo" 7 millones de dólares de presupuesto) y el suspense te mantiene en vilo hasta, literalmente, el último plano. La acción transmite especialmente bien lo engorroso que era todo en una época de las misiones espaciales en la que los ordenadores tenían menos potencia que nuestro smartphone, y lo fácil que era para un astronauta (cosmonauta en este caso) ponerse en situación de peligro de muerte por algo tan banal como, por ejemplo, hacerse un agujerito en un guante del traje.

Una vez conocí a un tío que, al salir del cine tras haber visto Salvar al soldado Ryan, lo primero que me dijo fue "Está mal hecha, las cadenas del tanque Tiger eran distintas". Lo único que puedo aconsejaros es que no vayáis a ver Salyut-7 con alguien así. Pero haced el favor de ir a verla. No se hacen tantas cintas de aventuras astronáuticas así de majas.

 

"Si Clint Easwood lo consiguió en Space Cowboys, nosotros también podemos"

 

A GHOST STORY (David Lowery, EUA, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Demasiado a menudo, el cine se limita a ser literatura con imágenes en movimiento y música de fondo. Pocos directores se atreven a explorar hasta el extremo los recursos y herramientas intrínsecas a lo cinematográfico, pero lo cierto es que el séptimo arte te permite hacer ciertas cosas de manera distinta a otros medios narrativos. Cuando no se me ocurre una mejor forma de explicar esto, suelo poner como ejemplo a Kubrick, que es como mi zona de confort: en 2001, una odisea del espacio, el "tito Stanley" utilizó una escena de un cuarto de hora en la que un astronauta reparaba en gravedad cero la antena de la nave (sin diálogos, y sin más sonido que su respiración), como recurso para transmitir la nada y el tedio infinito que es el espacio. En A Ghost Story, David Lowery hace algo similar: la protagonista se tira sus buenos cinco minutos en plano fijo (con un único corte de montaje) comiéndose una tarta en silencio, y no creo que ningún diálogo pudiera transmitir mejor la mezcla de pena y rabia que siente por dentro. Eso, my friends, es CINE.

El personaje protagonista de la cinta, que interpreta Casey Affleck en el que posiblemente sea el papel más extraño de su carrera, fallece casi al principio, y se pasa el resto del metraje apareciéndose como fantasma en la casa en la que sigue viviendo su mujer (encarnada por Rooney Mara; en A Ghost Story los personajes son tan esquemáticos que ni siquiera nos dan sus nombres). Es un fantasma no ya clásico, sino casi de tebeo infantil: una sábana blanca y dos ojos negros. O sea, es un símbolo. Es el director diciéndonos "Ok, esta película va de un fantasma. Esto es un fantasma. Ahora sigamos". Porque en realidad A Ghost Story es una historia de amor, de pérdida, de paradojas temporales y de la angustia vital de saber (aunque intentemos no pensar mucho en ello) que el tiempo lo aniquila todo.

Es muy difícil hablar (bien o mal) sobre A Ghost Story sin fastidiar la experiencia a quien quiera verla, por lo tanto baste decir que es uno de los tratamientos más originales que yo jamás haya visto de un tema canónico en el género fantástico (la casa encantada), que la progresión de la historia a base de elipsis casi a machete es narrativamente prodigiosa (pocas películas han sabido jugar de manera más hábil y a varios niveles con la percepción de paso del tiempo), que en su tono contemplativo he atisbado ecos de Terrence Malick (y eso NUNCA puede ser malo), que a veces lo más complejo, en cine, es hacer las cosas de manera sencilla (esta película las hace), y que estoy bastante seguro de que va a dividir casi por completo a los espectadores, entre los enamorados y los haters. Apuntadme en la lista de los primeros, por favor. Obra maestra, por supuesto que sí.

 

"Listo para rodar la versión real de Casper cuando quieran"

 

68 KILL (Trent Haaga, EUA, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Trent Haaga, guionista de Deadgirl y Cheap Thrills, debuta como director. De salida, lo que haga este muchacho me interesa. 68 Kill tenía pinta de ser un "divertimento gamberro" y, efectivamente, lo es. Aún así, incluso entre los divertimentos gamberros hay categorías; y, pese a que el público del Retiro se lo ha pasado bastante bien (me incluyo), no queda más remedio que reconocer que el resultado está muy por debajo de los anteriores libretos de Haaga.

La trama podría resumirse en "tiran más dos tetas que dos carretas". Sobre todo si esas dos tetas van acompañadas de un botín de 68.000 dólares en billetes de cien. El prota es Chip, un tipo corriente al que Liza, su explosiva novia, le come la cabeza para soplar 68 de los grandes de la caja fuerte de un matón con el que se prostituye. Un golpe limpio. Entrar y salir. Pero claro, en estas películas nunca son golpes limpios. Nunca es entrar y salir.

Haaga sigue tomando al lumpen norteamericano como protagonista de sus historias, pero en alguna curva del camino que iba desde la fenomenal Cheap Thrills hasta esta normalucha 68 Kill parece haber dejado tirado, ay, su gusto por la sátira rabiosa y por ese humor que te hace sentir cierta vergüenza de pertenecer a la especie humana. Esto es más bien una versión sanguinaria del humor de los hermanos Farrelly, con personajes unidimensionales y marcados por alcanforados arquetipos machirulos (Chip es un inocente calzonazos que se deja apabullar, en la vida y en la cama, por diversas tías buenas a cual más chalada). Espero que al menos el amigo Haaga haya podido desahogarse y que, en su próximos proyectos, vuelva a hacer algo interesante más allá de los gags sobre comidas de coño y el tópico de "todas las tías son unas zorras y todos los tíos somos unos gilipollas".

 

"Todas las tías son unas zorras... menos las madres y las novias, claro"

 

SITGES 2017

 

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